viernes, 27 de junio de 2008

CONTRA LAS 65 HORAS



Lo estamos viendo: la casta política europea, de TODOS los grandes partidos (no hay ya diferencias ideológicas), se está convirtiendo en el mayor enemigo de las clases trabajadoras y medias de los países que forman parte de la Unión Europea, en mala hora nacida. El fascismo contra el que algunos de nuestros abuelos lucharon ya no viste camisas pardas ni azules, los señoritos contra los que los sindicalistas levantaron durante décadas sus puños ya no llevan bigotillo hitleriano: ahora, ocultos tras los trajes de Armani y desde sus coches oficiales, los nuevos fascistas lucen sus sonrisas mientras acaban con ciento cincuenta décadas de luchas para conseguir un espacio europeo más digno, más justo.

El nuevo fascismo surge con rostro amable por doquier: en Italia se hacen registros de gitanos, a los emigrantes se los podrá recluir dieciocho meses, la izquierda británica (la misma que participa en el horror de Irak y justifica los crímenes de Guantánamo) se alía con los ultras franceses y alemanes para proponer la nueva esclavitud de las 65 horas. Hoy, la bandera azul y estrellada de la Unión Europea tiene las mismas connotaciones que la bandera roja con la esvástica nazi: es un peligro para los derechos de los trabajadores y verla en nuestros edificios debería causarnos la misma vergüenza que ver colgar la bandera falangista.

Los currantes estamos solos frente a Europa: incluso la posición de los socialistas españoles es puramente circunstancial y de cara a la galería, que no está el horno interno para bollos, porque cuando la medida se aplique en toda Europa, aquí nos la tragaremos doblada (gobierne quien gobierne) para "poder ser competitivos". Estamos solos frente a este nuevo fascismo, aún débil, aún desmadejado, pero que se armará de argumentos si lo de las 65 horas sigue adelante.

Ayer, prácticamente todos los partidos políticos votaron en el Congreso de los Diputados el Tratado de Lisboa, que rechazaron los irlandeses en un gesto supremo (¿será también el gesto último?) de dignidad. Ya vemos que los partidos están alejados de toda nuestra realidad: votar a favor de cualquier tratado europeo, tal y como está el patio, es votar contra los derechos de los trabajadores. La izquierda debería haberse plantado en este asunto, dejando claro que si sigue adelante lo de las 65 horas no seguirá adelante, con sus votos no, ningún proyecto de Bruselas. Pero la izquierda está en otra cosa y nosotros estamos solos. Así que nos queda crear redes de resistencia que potencien el único arma que tenemos: en las próximas elecciones ni un voto nuestro puede justificar el atentado de las 65 horas.

Mucho me temo que contra Europa todo comienza a ser legítimo, porque ya advertía Brecht que al final los fascistas siempre acaban viniendo a por nosotros.

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