miércoles, 18 de junio de 2008

AMIGO CONDUCTOR



Manuel Alcántara ha dicho que el gobierno es experto en solucionar problemas que no existen. Y por eso los hay que dudan de la capacidad del presidente y de sus ministros para solucionar los problemas reales de los españoles, que existen cada vez más. Pues eso, que andaba el gobierno en su país de las maravillas, en sus estatutos y sus nacionalidades, en sus alianzas de civilizaciones y en su “el mejor año económico de la democracia” y de pronto, sin que ZP lo comiera ni bebiera, ha estallado la crisis económica. Como esta izquierda es experta en manejar el lenguaje y consideran que ocultando los nombres de la realidad se ocultan los problemas, el presidente la ha llamado “desaceleración”, “periodo de dificultades objetivas” y cosas similares. Sin embargo, los españoles de a pie –que aunque no leen a los clásicos saben utilizar el lenguaje mejor que sus políticos, lo que tampoco es difícil– llaman a la situación por su nombre, que no es otro que jodida crisis, que es la que le ha estallado al gobierno entre las manos.

Solbes avisaba, hace unos días, que el tema de los cuatrocientos euros que ZP pretende regalarnos a partir de la próxima nómina, deja al gobierno con poco margen de maniobra para responder a la crisis. ZP –todavía no muy asustado– dijo que la culpa de que suban los precios es del petróleo y de los alimentos: bastaría con sacar estas dos menudencias de la bolsa de la compra para que nuestra inflación fuese de lo más normal. Y en medio de estas reflexiones políticas de calado están todos esos que tienen pocos recursos para enfrentarse a la crisis y que no son otros que los ciudadanos –o sea: nosotros–, porque no paran de subir las hipotecas y el pan y la leche y los tomates y de adelgazar los sueldos.

Bueno, pues que andaba la gente cabreada porque las cosas se tuercen cada vez más y van los camioneros y se ponen en huelga. El lunes, un escalofrío recorrió La Moncloa: el país amaneció paralizado y una ola de solidaridad llegaba hasta los camiones detenidos en las cunetas. De pronto, el malestar de millones y millones de españoles encontraba una imagen que lo expresara: la de los padres de familia que después de horas y horas de estar al volante y de jugarse la vida muchas veces –por experiencia familiar sé de lo que hablo– no llegan a fin de mes. Vamos, que transportan los pepinos y los corderos pero cada día les resulta más difícil comprarlos. Entonces el gobierno se preocupó realmente: ¿qué hacer? La gente cabreada apoyaba a los camioneros, por mensajes y por internet se convocaban huelgas generales y paros generalizados, pescadores y agricultores se sumaban al paro del transporte... la cosa parecía que se le podía ir de las manos al gobierno. Pero no se le fue: la reacción del gobierno ante el desafío de camioneros, pescadores y agricultores pasará a la historia de este país como una de las jugadas más perfectas que el poder haya realizado nunca para acabar con quienes lo desafían.

Verán: el lunes y el martes dejó el gobierno que siguiera creciendo la ola de solidaridad con los que paralizaban la vida del país. En ese momento era imposible pensar en una intervención de la policía y la guardia civil, porque el clamor a favor de los huelguistas hubiese sido inmenso. La orden fue dejar hacer mientras las divisiones mediáticas controladas por el gobierno comenzaban a funcionar a todo gas: en televisiones y radios se buscaban a las víctimas del paro y sus testimonios abrían telediarios y centraban todas las tertulias. El gobierno tenía que criminalizar a transportistas, pescadores y agricultores antes de hacer intervenir a las fuerzas de orden público y a ello se dedicó con todas sus fuerzas martes y miércoles. El jueves ya estaba la situación propicia (ciudadanos cabreados, transportistas rebajados a la condición de terroristas, empresas que amenazan con despidos por culpa de los camioneros, etcétera) para que la policía interviniera con toda contundencia. Vamos, con una contundencia que ya nos hubiera gustado verle a este gobierno a la hora de desbaratar las manifestaciones de los amigos de ETA. Y mientras, se llegaba a un acuerdo con las grandes empresas del transporte –las que explotan a sus trabajadores por mil escasos euros al mes–, dejando tirados a treinta y cinco mil camioneros que tienen su sólo camión y su trabajo para salir adelante. Jugada perfecta, pues: los que paran el país son unos radicales que no tienen razones ni atienden a las bondades que les ofrece el gobierno y contra ellos toda la fuerza –brutalidad, más bien– policial es legítima. “Tolerancia cero”, dijo ZP cuando compareció, solucionado ya el problema por Rubalcaba y Magdalena Álvarez. ¿Quién dice que este gobierno no sabe solucionar problemas? El presidente, incluso, ha seguido los consejos de Jose Manuel Lara y ha estado a resguardo hasta que escampó.

Pese a todo me niego a considerar como unos criminales a los camioneros: yo conozco la angustia de sus familias y lo duro de su trabajo y aunque no todos los métodos que han empleado son los correctos, al menos tendremos que reconocerles que han sido capaces de decir en voz alta y clara lo que el resto nos callamos y que no es otra cosa que estamos hartos y estrangulados. Los camioneros y los pescadores y los agricultores han sido la semana pasada la viva imagen de los españolitos de a pie. Aunque ahora los esbirros periodísticos del poder quieran convencernos de lo contrario.

(Publicado en Diario IDEAL, ediciones de Jaén, Granada y Almería, el 17 de junio de 2008)

1 comentario:

Anónimo dijo...

UN ABRAZO , ALGUNO DE ESTOS RUDOS CAMIONEROS , SE LE HA ESCAPADO UNA LAGRIMA , CUANDO LO HA LEIDO
JUAN ORDOÑEZ