Pedro Alonso es un médico asturiano que ha dedicado gran parte de su vida a la lucha contra la malaria. Gracias a sus investigaciones, sostenidas con fondos públicos, se ha conseguido la primera vacuna contra esta enfermedad que cada minuto mata a dos personas en el mundo, la mayoría niños africanos. Después de conocer los brutales recortes que se van a realizar en el campo de la investigación científica, y que provocarán un éxodo de investigadores y profesionales de gran reputación, Pedro Alonso ha destacado la importancia de la inversión en I+D que se hace en España, porque es una inversión que sirve para salvar vidas. Alonso ha señalado que en los últimos siete años, el dinero que nuestro país ha destinado a estas investigaciones contra la malaria y otras enfermedades infecciosas (en este ámbito parece que nuestro país es una verdadera potencia) ha servido para salvar la vida de cien mil personas, de cien mil niños niños, principales víctimas de la enfermedad.
Cien mil, 100.000. En letra y en número, la cantidad se escribe con facilidad, pero en este caso, detrás de los caracteres se esconden cien mil vidas destinadas a truncarse por la malaria y que gracias a nosotros —a nuestro esfuerzo como país, a nuestra generosidad como sociedad— han podido salvarse. Pero, como todas, esa realidad —cien mil niños vivos gracias al trabajo silencioso, monótono, oculto, que se realiza en los laboratorios españoles— puede abordarse desde muchas perspectivas. Habrá quien piense que cien mil niños del África tropical salvados de morir por la malaria son cien mil problemas potenciales para nuestro país, cien mil posibles vagos y maleantes que un día se montarán en una patera y se vendrán a España para abusar de nuestro sistema sanitario. Para otros —me temo que una minoría cada vez más minoritaria— cien mil niños salvados son un dato que nos ayuda a sentirnos cómodos con una determinada idea de patria, de España.
Las palabras de Pedro Alonso nos entregan un optimismo en medio del precipicio. España no es sólo la campeona del fútbol, el tenis, el paro, la prima de riesgo, la caída de las bolsas o el fracaso escolar. España es también un país en el que se investiga y se crea esperanza, aunque esta realidad nos sea desconocida porque es silenciosa, porque no toma al asalto las portadas de los periódicos sino que se desarrolla pacientemente en los espacios neutros de los laboratorios, de las aulas. La simple existencia de estos investigadores —sumémosles los médicos y los maestros de la sanidad y la escuela pública y tantos servidores de la cosa común— nos convierten en un país que todavía es decente. Uno puede sentirse patriota de muchas maneras, pero mi única manera de sentirme español es saberme ciudadano de un país en el que se protege a los débiles, se ampara a los desvalidos y se ayuda a los que no nacieron tocados por la fortuna del apellido o de la estirpe. Los recortes que acrecientan el sufrimiento de tantos españoles recortan también el frágil patriotismo en el que muchos vivíamos a la manera de los “okupas”, precarios y de prestado, según nos recuerdan los dueños de la España eterna.
Me gusta que mi país haya contribuido decisivamente a salvar tantas vidas de niños. Me gusta que en mi país haya personas como Pedro Alonso. Me fío de un país así, que es un país habitable. Las palabras de Alonso y los datos incontestables de su trabajo nos cargan de razones contra aquellos que, en palabras del filósofo Manuel Cruz, jamás tienen presente a “los que padecen en sus propias carnes el sufrimiento, el dolor o la explotación”. Esta falta de piedad para con el dolor y la angustia de los demás es una opción firme y decidida: obedece a criterios ideológicos y se traduce en decretos y leyes. Para evitar naufragar en la España terrible que cada mañana nos asalta desde el BOE tenemos que amarrarnos al ejemplo de españoles como Pedro Alonso.
(IDEAL, 26 de abril de 2012)
3 comentarios:
¡¡Enhorabuena !! Me encanta tu articulo, me llena de ilusión y tranquilidad pensar que de los buenos articulistas también salen opiniones como esta, loable, admirable y digna de propagarse en un medio tan extendido como las redes sociales.
Esto es lo que necesita España en estos tiempos: ARTÍCULOS exentos de la negatividad tan acostumbrada en las manifestaciones de los medios de comunicación. GRACIAS amigo Manolo por esta inyección de patriotismo no exenta de esperanza.
"mi única manera de sentirme español es saberme ciudadano de un país en el que se protege a los débiles, se ampara a los desvalidos y se ayuda a los que no nacieron tocados por la fortuna del apellido o de la estirpe2
Enhorabuena por todo el artículo, realmente brillante y demoledor, pero sobre todo enhorabuena por esa frase magnífica, extraordinaria, soberbia, que resume la única manera de ser patriota sin caer en el topicazo de la España de charanga y pandereta, devota de Frascuelo y de María.
Eres un verdadero lujo.
Vicente, no creo que mi artículo esté hecho con ilusión. Al contrario, está escrito con profunda preocupación y desilusión, porque los recortes van a acabar con esta España digna que estudia, investiga, crea y hace el mundo mejor y más habitable. En cualquier caso, me parece bueno destacar que en medio del estercolero en que vivimos siguen floreciendo algunas margaritas.
Un abrazo.
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