viernes, 18 de junio de 2010

MURIÓ SARAMAGO



Todavía guardo, fresquísimo, el recuerdo de un día de mayo en el que mi amigo Antonio Gaitán me dejó el Ensayo sobre la ceguera. Lo devoré, apartando apuntes para los exámenes inminentes, en dos días. Luego lo releído muchas veces, convencido de que es el libro que mejor define este tiempo nuestro de cegueras suicidas. Desde aquel día, José Saramago ha estado presente en muchos momentos de mi vida y sus libros mejores –también, como todo buen escritor, tiene sus libros peores– me han acompañado siempre. Haber leído El año de la muerte de Ricardo Reis, El Evangelio según Jesucristo, Memorial del Convento o Ensayo sobre la lucidez me ha hecho mejor persona, porque me ha ayudado más a comprender el drama inmenso del hombre. Por eso, hoy, me ha causado tanta consternación la muerte de Saramago: al enterarme por la radio he descubierto que era, que es, una parte fundamental de mi condición de lector, pero también de mi condición de persona y que sus palabras conformaron en mi interior político un sustrato de rebeldía y de pesimismo. Saramago forma, para mí, parte de ese grupo dilecto de escritores –Machado, Unamuno, Camus, Primo Levi– que no son sólo entretenta de un rato sino lección de una vida. Y hoy se ha muerto, con toda su coherencia personal y moral y política a cuestas, con todo su ejemplo de hombre decente. Que en el lugar en el que esté, sea éste el que sea, descanse en paz. Mientras, para mí, seguirá vivo en cada una de sus páginas. Y ojalá nunca tengamos que trastocar sus palabras finales del Ensayo sobre la ceguera –“Creo que no nos quedamos ciegos, creo que estamos ciegos”– para decir “creo que no nos morimos, creo que estamos muertos”... ojalá fuese posible un mundo que se pareciese un poco al que soñaba Saramago.

5 comentarios:

Francisco Javier Torres López dijo...

Es bueno recordar a este portugués universal, premio novel, y aunque desconozco casi todo sobre su obra y vida, mea culpa, aun recuerdo que en alguna ocasión deseó la unión política entre Portugal y España, un sueño, a mi juicio, maravilloso, y nada descabellado.
Nunca hemos estado distantes y tenemos mucho en común, aunque parezcamos parientes sin mucho trato.
Nuestra despedida a este gran escritor y mejor persona.
A su vez me recuerda a un paisano suyo, el poeta que vivió en las sombras, en el anonimato, que fue desconocido durante toda su vida, hasta que alguien tras su muerte, descubrió su obra poetica guardada en un baúl. Un dia, que espero no muy lejano, me encantaria dedicarle unas palabras a Fernando Pessoa.

No soy nada.
Nunca seré nada.
No puedo querer ser nada.
Aparte de esto, tengo en mí todos los sueños del mundo

Fernando Pessoa

Anónimo dijo...

No creo que fuera un gran escritor.

Anónimo dijo...

Hola Manolo,


yo también recuerdo ese día de Mayo, y la muerte de Saramago me trae más recuerdos de entonces. Era un tiempo en el que las lecturas dejaban una huella distinta. No sé si más profunda, pero sí distinta.

Seguramente no todos coinciden ahora en señalar su enorme valía como escritor. 'Anonimo' duda de esa valía, y yo mismo he dejado de ser lector fiel de Saramago al menos desde 'La caverna'. Pero esto no debería ocultar algunos libros magníficos, con momentos de una belleza infinita. En mi caso, lo que siempre quedará de Saramago es el valor de una voz a la hora de contar una historia. Recuerdo el delicioso placer de hacerme con su prosa, con ese escribir dialogado y extraño. Y recuerdo hablarlo contigo. Y también recuerdo la certeza final de que al lograr leerlo sin esfuerzo, de modo natural, el alma de ese narrador, muchas veces cercado por algo tremendo y doloroso, se hacía más cercana. La historia que contaba corría delante de los ojos.

Pero seguramente lo importante de Saramago es que su relevancia no decrecerá lo más mínimo por el desacuerdo sobre su obra. Y es que su coherencia como figura pública permanecerá más allá de ese desacuerdo. Yo sin duda me quedo con este rasgo de Saramago. En estos tiempos y en este país no nos sobran los héroes. Y Saramago era uno de ellos.

(todavía tengo fresco el día que me cruce con él en Granada, en la Carrera del Genil, un día de mayo a las 5 de la tarde)


Antonio

Descanse en paz.

Manuel Madrid Delgado dijo...

Javier, Saramago es un gran escritor que tiene libros maravillosos (te recomiendo que te inicies en su lectura con el "Ensayo sobre la ceguera") y otros, sobre todo los últimos, que no lo son tanto. Y por lo que respecta al iberismo que profesaba, además de ser una idea tentadora esa de recomponer definitivamente la unidad rota por la invasión de los árabes, lo que esa idea hace, además, es acercarnos al escritor: con la muerte de Saramago no se ha muerto tanto un escritor "portugués" como un escritor "hispano", de aquella España anterior al 711 que el soñaba con volver a ver unida.

Querido Antonio, llevas razón en el matiz distinto que las lecturas van teniendo a medida que nos vamos haciendo mayores. Para mí, no hay ningunas lecturas como las de antes de los veintitantos años, porque hasta entonces cada libro parece que te ofrece un mundo y luego descubres que el mundo es un azucarillo que se deshace cada día.
Llevas razón en lo que dices de la disparidad creadora de Saramago: los primeros libros, hasta el "Ensayo sobre la ceguera", son, simplemente, soberbios. Luego hay algunos ("Ensayo sobre la lucidez" o algunas páginas de "Las intermitencias de la muerte"), que tienen páginas de gran literatura, pero frustan historias en principio extraordinarias. Y hay otros como "El viaje del elefante" que son, sencillamente, impropios de un hombre como Saramago; yo lo abandoné a medio, de puro aburrimiento. Por cierto, "La caverna", que tampoco me gustó mucho, lo tengo dedicado por Saramago.
Pero más allá de eso es cierto que queda su prosa espléndida, con esa manera de narrar que se pega al fondo del lector y que permite una identificación con los personajes, y queda su compromiso ético. Se puede no estar de acuerdo con sus planteamientos morales, pero lo indiscutible es que fue un hombre valiente, que dijo lo que pensaba y que siempre estuvo al lado de las causas en las que consideraba se ventilaban la libertad y la justicia. Y hoy, ciertamente, no sobran hombres así.
Saludos y recuerdos.

Anónimo dijo...

¿y ahora a quién van a leer los progres?
Daniel estrada.