lunes, 21 de junio de 2010

ADRIÁN NAVARRETE




El sábado todos los amigos nos juntamos, convocados por la familia Navarrete, para, en compañía de sus compañeros de trabajo, dar un homenaje a Adrián Navarrete, que ahora sí ha decidido jubilarse. La cita fue en el nuevo vagón de “La Estación”, un magnífico lugar: el “Ché” ha sabido convertir su restaurante en uno de los mejores lugares de Úbeda no ya sólo para comer sino para pasar un buen rato con los amigos. Pero sobre “La Estación” ya volveremos a hablar en otra ocasión...

Ahora, ya les digo, se trata de hablar de Adrián Navarrete.

Adrián es un hombre cualquiera, un hombre normal: ninguna calle de Úbeda llevará nunca su nombre ni nada que se le parezca. Y sin embargo Adrián es algo más. Si nos quedaba alguna duda al respecto, lo pudimos comprobar el sábado: hay que ser “algo más” para que tanta gente de dos o tres generaciones se junte con el simple objetivo de decirte que te quieren. Puede ser que Adrián sea alguien que se ha dedicado durante nada más y nada menos que cuarenta y siete años a educar en las matemáticas a tres generaciones de ubetenses; o alguien que, como dijo su amigo Eusebio Campos, se haya dedicado “a hacer bien el bien”; o alguien que, según su amigo Alonso Cano, ha hecho de la “bonhomía” bandera vital; o alguien que como emocionado dijo su hijo Adrián, en nombre suyo y de sus hermanos, lo sido todo en la vida de sus hijos, el padre y la madre que les faltó demasiado pronto, el amigo, el ejemplo de entrega; para nosotros, para los amigos de su hijo Pepe, Adrián es el “papar papar” que cada verano nos acoge en su chalet, renunciando a la merecida comodidad y que –ya no me cabe ninguna duda– se alegra cuando nos ve aparecer con nuestra patulea de criaturas que impiden la siesta.

Pero –desde el sábado tampoco tengo ya ninguna duda al respecto– Adrián Navarrete Molina –el padre de Adrián, de Curro, de Pepe y de Lolina, el maestro de matemáticas, el dueño del chalet en el que nos bañamos cada verano– es también alguien ejemplar para mi vida. Alguien ejemplar porque su vida es un ejemplo a seguir: oyendo a sus amigos y a su hijo, pensaba que para que se hable así de uno, uno tiene que haberse entregado mucho en la vida y tiene que haberse dado mucho, sin condiciones; para que a uno lo quieran así, tiene que haber querido mucho. Y pensaba que me gustaría que el día en que yo me jubile alguien hablase de mí como han hablado de Adrián, porque eso significaría que han dejado huella en mi todos los hombres buenos de los que he aprendido algo y a quienes he querido parecerme. Adrián es una de esas personas. Una de esas personas a las que se les pueden aplicar los hermosísimos versos de Antonio Machado: “lleva quien deja/ y vive el que ha vivido.”

(La foto he tenido que robarla del blog de Troche y Moche, hijos del susodicho Adrián, porque pese a que Pepe –que yo sigo sin saber si es Troche o es Moche– se comprometió a mandarme una foto, todavía ando esperándolo.)

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola de nuevo Manolo,

este fin de semana asistí en Oxford a un acto en memoria de G. A. Cohen, fallecido el año pasado. Cohen es seguramente uno de los filósofos políticos más importantes de los últimos 50 años, con la peculiaridad de que se dedicó a defender el marxismo como herramienta analítica para analizar nuestro concepto de igualdad (algo no muy en boga en la actualidad).

En cualquier caso a lo que iba: nunca había asistido a un acto así (el tuyo seguramente fue más festivo), pero estando en la capilla de All Souls College y oyendo hablar a sus amigos y a su familia sobre él, oyendo a un grupo de gente emocionarse al hablar de alguien a quien consideran bueno en el mejor sentido de la palabra, pensé exactamente lo mismo que escribes en esta entrada. Llegar al final - seas Cohen o el hijo del vecino - y que logres reunir a gente a tu alrededor que te quiere y que está dispuesta a decirlo en público debe provocar seguramente uno de los sentimientos más elevados. Claro, que el pobre de Cohen no lo oyó y tu amigo sí!! Así que es mucho más afortunado que el gran filósofo!



Antonio

Anónimo dijo...

Amigo Manolo. Te mandé la foto dos veces a tu correo aunque me daba como enviado luego me llegaba un mensaje diciéndome que daba error.

De todas formas, la foto es la misma que has puesto.

Y como no, muchísimas gracias, amigo.

Pepe.

Diego de la Cruz dijo...

Amigo Manolo, me vas a permitir que, a través de tu blog, felicite a Adrián Navarrete por su jubilación. No lo he tratado personalmente, pero por las referencias que tengo de muchos amigos comunes, lo has retratado fielmente; no obstante, he de decir que, posiblemente, si habláramos de DON Adrián -sí, con el Don delante- lo identificaríamos mejor. No se trata de un Don distante, sino de un Don de respeto, de cariño,y de admiración. Un Don con el que todos sus alumnos -y lo sé de buena tinta- lo han singularizado. No digo ninguna tontería: hasta Troche y Moche -yo tampoco sé quién es quién- se presentaron un carnaval en el Ideal Cinema como "somos los hijos de Don Adrián". Pues nada, lo dicho, muchas felicidades a Don Adrián Navarrete por sus muchos años impartiendo su Magisterio y le deseo una venturosa nueva etapa de su vida. Saludos.

E. Santa Bárbara dijo...

Me summo, desde aquí al homenaje de sus amigos y de su familia.

También soy maestro. Llevo casi 30 años en la profesión y un día quisiera jubilarme rodeado por el respeto y el reconocimiento de algunas generaciones de alumnos. Igualmente me gustaría que mis hijos me reconociesen como un padre ejemplar. No resulta nada fácil ejercer de padre y ejercer con tino.

No conozco personalmente a Adrián, pero en Úbeda nos conocemos todos, así que sé de su esfuerzo por convertirse en padre y madre, ante su prematura viudedad. En este sentido ha sido todo un ejemplo.

¡Enhorabuena colega! Te llega la jubilación en el peor tiempo para seguir ejerciendo (seguro que me entiendes). Disfruta de la vida. Tras tantos años en la enseñanza lo tienes más que merecido.

Un saludo.