Se creen muy distintos los carcas y los progres, pero en el fondo son iguales. Porque ambos practican eso del “haz lo que yo diga pero no lo que yo haga”. Escribiremos hoy del carca, que en el fondo es menos peligroso: se le ve venir desde muy lejos.
El carca tiende a ser creyente con tufillo de beato: de misa de doce y devoto de cinco o seis cofradías. Y bien vestido y bien peinado. Y con un buen trabajo y un buen sueldo y un buen olivar. Y con señora, aunque tiene su lista de amantes y no es desconocido en las casas de putas. Y defensor a ultranza de la familia. Y contrario a los matrimonios homosexuales. Y con casa en el centro y apartamento en la playa. Y con coche de lujo. Y con nostalgia de los años del franquismo aunque haya nacido después de muerto el bicho. Y con muchas normas para todo el mundo. He ahí las ideas del carca, aunque no todas las cumple a rajatabla. Porque el carca se dice defensor a ultranza de la familia tradicional (un hombre, una mujer sumisa y obediente y tantos hijos como Dios quiera mandar); pero, por ejemplo, si es empresario, pues pagará sueldos de setecientos u ochocientos euros, construirá pisos de 60 metros cuadrados y los venderá a precio de mansión, obligará a trabajar jornadas maratonianas que no permiten criar a los hijos y despedirá a las empleadas cuando se queden embarazadas. Por lo demás, el carca es un perfecto defensor de la familia… siempre y cuando no sea la familia de SUS trabajadores.
Ya hemos dicho que el carca es muy creyente, aunque preste atención a según que cosas. Y así, cuando llega Cristo y dice lo del camello y los ricos y la aguja y se queda tan ancho, pues piensa el carca que hay días en los que Dios se levanta con el estúpido subido. Y al llegar a eso de que la mano izquierda no sepa lo que hace la derecha se indigna: porque las almas caritativas –como la suya– tienen que dar a conocer sus obras para que la humanidad los mire agradecida. En fin, que el carca cree en todo lo católicamente creíble, pero teniendo claro que si el más tonto no puede hacer relojes, Dios no puede saber cómo tienen que administrar sus vidas las personas de orden. Y es que el carca es un administrador nato. Está convencido de que para vivir mejor hay que esforzarse más y por eso clama contra las becas y el subsidio de desempleo (siempre se ha dicho que el hambre agudiza el ingenio). Es partidario –eso sí– de los subsidios que le dan al campo, porque es de justicia que los impuestos de los obreros alemanes engorden la cuenta corriente de los olivareros andaluces. ¡Hombre, que hay subsidios y subsidios, que no es lo mismo el parado gandul que el esforzado papihonrado!
En el fondo, los carcas son conscientes de que el mundo mundial está equivocadísimo por no dejarse gobernar por ellos, los poseedores de la verdad absoluta, del verdadero amor a la verdadera familia y de la armonía social basada en eso de “los pobres abajo y los ricos arriba”, que es lo de siempre.
El carca tiende a ser creyente con tufillo de beato: de misa de doce y devoto de cinco o seis cofradías. Y bien vestido y bien peinado. Y con un buen trabajo y un buen sueldo y un buen olivar. Y con señora, aunque tiene su lista de amantes y no es desconocido en las casas de putas. Y defensor a ultranza de la familia. Y contrario a los matrimonios homosexuales. Y con casa en el centro y apartamento en la playa. Y con coche de lujo. Y con nostalgia de los años del franquismo aunque haya nacido después de muerto el bicho. Y con muchas normas para todo el mundo. He ahí las ideas del carca, aunque no todas las cumple a rajatabla. Porque el carca se dice defensor a ultranza de la familia tradicional (un hombre, una mujer sumisa y obediente y tantos hijos como Dios quiera mandar); pero, por ejemplo, si es empresario, pues pagará sueldos de setecientos u ochocientos euros, construirá pisos de 60 metros cuadrados y los venderá a precio de mansión, obligará a trabajar jornadas maratonianas que no permiten criar a los hijos y despedirá a las empleadas cuando se queden embarazadas. Por lo demás, el carca es un perfecto defensor de la familia… siempre y cuando no sea la familia de SUS trabajadores.
Ya hemos dicho que el carca es muy creyente, aunque preste atención a según que cosas. Y así, cuando llega Cristo y dice lo del camello y los ricos y la aguja y se queda tan ancho, pues piensa el carca que hay días en los que Dios se levanta con el estúpido subido. Y al llegar a eso de que la mano izquierda no sepa lo que hace la derecha se indigna: porque las almas caritativas –como la suya– tienen que dar a conocer sus obras para que la humanidad los mire agradecida. En fin, que el carca cree en todo lo católicamente creíble, pero teniendo claro que si el más tonto no puede hacer relojes, Dios no puede saber cómo tienen que administrar sus vidas las personas de orden. Y es que el carca es un administrador nato. Está convencido de que para vivir mejor hay que esforzarse más y por eso clama contra las becas y el subsidio de desempleo (siempre se ha dicho que el hambre agudiza el ingenio). Es partidario –eso sí– de los subsidios que le dan al campo, porque es de justicia que los impuestos de los obreros alemanes engorden la cuenta corriente de los olivareros andaluces. ¡Hombre, que hay subsidios y subsidios, que no es lo mismo el parado gandul que el esforzado papihonrado!
En el fondo, los carcas son conscientes de que el mundo mundial está equivocadísimo por no dejarse gobernar por ellos, los poseedores de la verdad absoluta, del verdadero amor a la verdadera familia y de la armonía social basada en eso de “los pobres abajo y los ricos arriba”, que es lo de siempre.
(Publicado en el Diario IDEAL el 22 de noviembre de 2007)
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