Una buena noticia: podremos ver a Serrat y Sabina en Úbeda el próximo 15 de septiembre. Algunos íbamos a ir a verlos a Jaén, pero ahora no hace falta ni desplazarse y ese día puede ser uno de los que no se olvidan. No es ya el éxito que supone contar con un concierto como este, que es sin duda el concierto del año después de los “pinchazos” que están cosechando las supuestas estrellas de la temporada (Bisbal y Alejandro Sanz). Es mucho más que eso.
De entrada, es la oportunidad nueva –¿la última?– de escuchar en un concierto canciones que conforman lo mejor de la herencia musical y poética de la segunda mitad del siglo XX español: Mediterráneo, Lucía, Esta boca es mía...
Y luego una maldad. Una pequeña maldad: lo mejor de cuando Joaquín Sabina viene a Úbeda no es poder ir a su concierto, sino comprobar como se le revuelven las tripas a los archiubetenses, a los ubetenses “bienpensantes”, a los ubetenses políticamente correctos para los que sólo se entiende el ser ubetense desde la comunión con un ubetensismo rancio y sin fisuras. Son esos los que ya mismo estarán diciendo por bares y plazas que hay que ver, que si se trae a Úbeda al que reniega de Úbeda, que si viene a llevarse el dinero, que si dijo de Úbeda esto o aquello o lo de más allá... Y es que Joaquín Sabina, el ubetense pródigo, tiene la extraña virtud de remover como ningún otro hijo de esta ciudad las entrañas más profundas de su pueblo. No está mal, no, que algunas veces a algunos se les revuelvan las tripas del ubetensismo.
Conste que me siento ubetense. No a la manera de Sabina, pero tampoco al modo de los que mean agua de la Mandrona. Ubetense que a veces se siente cómodo en esta ciudad y que a veces se asfixia en ella, que a veces desearía huir lejos de las murallas y los olivares y que a veces desearía detenerse en un amanecer de Viernes Santo.
Termino recuperando un retazo de un artículo que escribí hace unos años para el Úbeda Información, relativo al odio de determinados sectores de la ciudad contra Joaquín Sabina.
“Las fuerzas vivas de Úbeda han arremetido desde siempre contra Joaquín Sabina poniendo en su boca cosas que han creído oír, endosándole actitudes y comportamientos que han querido que haga para poder crucificarlo. Excomulgado por lo más rancio de Úbeda, Joaquín Sabina ha comprobado lo difícil que es hacerse un hueco en esta ciudad cuando no se digieren ruedas de molino. El caso de Muñoz Molina es totalmente diferente y sorprende por su rareza: en pocos textos se habrá atacado tanto, y tan duramente, a la configuración social de Úbeda, a las clases dominantes y vencedoras en la guerra, al clasismo local, la monotonía de una ciudad gris, como en algunas novelas de Muñoz Molina; y sin embargo, se le ha venerado tan sólo porque hablaba de Úbeda. A las fuerzas vivas locales no les ha importado verse malparadas y ridiculizadas por las palabras de Muñoz Molina (eso suponiendo que hayan llegado a entender el mensaje de novelas como “El Jinete Polaco”) con tal de que se hable de ellas. Y así, no han protestado, ni mucho ni poco, cuando se le han rendido los máximos honores al novelista.“
Ea, que a algunos lo que les gusta es que se hable de ellos –aunque sea para ridiculizarlos o criticarlos–; y el que lo haga será un héroe. Así Muñoz Molina. Como Sabina nunca le canta a Úbeda es un villano. Así son las cosas en este pueblo nuestro que el 15 de septiembre matará tres pájaros de un tiro: verá a Serrat, verá a Sabina, le dará un disgusto a los que tienen avinagrado el sentirse ubetenses. No está mal, pero que nada mal.
De entrada, es la oportunidad nueva –¿la última?– de escuchar en un concierto canciones que conforman lo mejor de la herencia musical y poética de la segunda mitad del siglo XX español: Mediterráneo, Lucía, Esta boca es mía...
Y luego una maldad. Una pequeña maldad: lo mejor de cuando Joaquín Sabina viene a Úbeda no es poder ir a su concierto, sino comprobar como se le revuelven las tripas a los archiubetenses, a los ubetenses “bienpensantes”, a los ubetenses políticamente correctos para los que sólo se entiende el ser ubetense desde la comunión con un ubetensismo rancio y sin fisuras. Son esos los que ya mismo estarán diciendo por bares y plazas que hay que ver, que si se trae a Úbeda al que reniega de Úbeda, que si viene a llevarse el dinero, que si dijo de Úbeda esto o aquello o lo de más allá... Y es que Joaquín Sabina, el ubetense pródigo, tiene la extraña virtud de remover como ningún otro hijo de esta ciudad las entrañas más profundas de su pueblo. No está mal, no, que algunas veces a algunos se les revuelvan las tripas del ubetensismo.
Conste que me siento ubetense. No a la manera de Sabina, pero tampoco al modo de los que mean agua de la Mandrona. Ubetense que a veces se siente cómodo en esta ciudad y que a veces se asfixia en ella, que a veces desearía huir lejos de las murallas y los olivares y que a veces desearía detenerse en un amanecer de Viernes Santo.
Termino recuperando un retazo de un artículo que escribí hace unos años para el Úbeda Información, relativo al odio de determinados sectores de la ciudad contra Joaquín Sabina.
“Las fuerzas vivas de Úbeda han arremetido desde siempre contra Joaquín Sabina poniendo en su boca cosas que han creído oír, endosándole actitudes y comportamientos que han querido que haga para poder crucificarlo. Excomulgado por lo más rancio de Úbeda, Joaquín Sabina ha comprobado lo difícil que es hacerse un hueco en esta ciudad cuando no se digieren ruedas de molino. El caso de Muñoz Molina es totalmente diferente y sorprende por su rareza: en pocos textos se habrá atacado tanto, y tan duramente, a la configuración social de Úbeda, a las clases dominantes y vencedoras en la guerra, al clasismo local, la monotonía de una ciudad gris, como en algunas novelas de Muñoz Molina; y sin embargo, se le ha venerado tan sólo porque hablaba de Úbeda. A las fuerzas vivas locales no les ha importado verse malparadas y ridiculizadas por las palabras de Muñoz Molina (eso suponiendo que hayan llegado a entender el mensaje de novelas como “El Jinete Polaco”) con tal de que se hable de ellas. Y así, no han protestado, ni mucho ni poco, cuando se le han rendido los máximos honores al novelista.“
Ea, que a algunos lo que les gusta es que se hable de ellos –aunque sea para ridiculizarlos o criticarlos–; y el que lo haga será un héroe. Así Muñoz Molina. Como Sabina nunca le canta a Úbeda es un villano. Así son las cosas en este pueblo nuestro que el 15 de septiembre matará tres pájaros de un tiro: verá a Serrat, verá a Sabina, le dará un disgusto a los que tienen avinagrado el sentirse ubetenses. No está mal, pero que nada mal.
1 comentario:
Igual que dos que no se deben nada,
"el Flaco" con "el Nano" van de gira.
Penélope se vuelve Viridiana,
Cernuda y Machado los inspiran.
Y... Cada Loco con un mismo Tema,
quiere gastar las suelas de sus botas.
¿Sabina llora y Serrat blasfema?
cantando El Rock and Roll de los idiotas.
Si a verlos me acompañan quienes quiero,
me sobran los motivos que te digo
para acabar quitándome el sombrero.
Seremos los canallas, los vampiros,
los choris del Pacto Entre Caballeros,
y mataré 3 pájaros de un tiro.
(¿se me notan las ganas, eh Manolito?)
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