lunes, 18 de junio de 2007

LA VUELTA DE JOSÉ TOMÁS Y UNA REFLEXIÓN FUTBOLERA




Pues sí, volvió José Tomás y con él volvió el toreo. El de verdad, el que se entrega y enlaza la muerte en los vuelos de la muleta mientras la carne se ofrece generosa a las puntas afiladas del toro. El toreo con sabor antiguo, el que hizo arte de la barbarie y convirtió la sangre en pincelada roja de versos emocionados. Ayer volvió José Tomás: eso resume la historia del toreo de los últimos años y pone en su sitio, definitivamente, a los toreros del Tomate (jesulines, cordobeses, enriqueponces, riverasordoñez...) y a los fandis. Para el mundo de los toros no hay otra noticia como esta en los últimos años: sólo queda desear que José Tomás, Talavante, Castella y El Cid forman un cuarteto redentor que eche a escobazos a la legión de toreros de charanga y pandereta.

Ayer José Tomás volvió a demostrar que la fiesta es algo esencialmente serio, trágico. Es cierto que hace falta entender ese sentido último de la muerte toreada y esperar pacientemente a que, de cuando en cuando, salga un José Tomás que redima la estafa masiva en que los toros se han convertido en los últimos años. Pero cuando aparece alguien como el torero madrileño los toros recuperan, en un torrente artístico de emociones, toda su grandiosidad. Porque la fiesta del toro no es una carnicería: o no es una carnicería gratuita. De ahí su sentido definitivo, su aspiración de tragedia, la atracción que siempre han ejercido sobre los artistas de la palabra o del pincel.

Goya, Elbo, Lorca, Picasso, Hemingway, Welles, Miguel Hernández... son sólo una muestra de la larga nómina de artistas de primer orden que han sentido la fiesta del toro en toda su dimensión, sumergiéndose en las emociones que palpitan cuando un hombre se queda sólo frente a la muerte vestida de pitones. Ahora los antitaurinos se empeñan en ver sólo el lado sangriento de la fiesta: seguramente no han leído nunca los versos que García Lorca dedicó a la muerte de Ignacio Sánchez Megías y que resumen lo más claro y profundo y trágico del mundo de los toros. Hay sangre en la fiesta, y hay dolor, y hay sufrimiento: es inútil negar esa evidencia. Pero hay también grandeza y hay oportunidad y bravura y entrega y generosidad. Y sobre todo está el fogonazo de un arte fugaz –el pasodoble perfecto que hace temblar la piel en los tendidos– en que la vida lucha por imponerse a los cánones de la muerte, esa certeza. Torear es conseguir pequeñas victorias de la vida sobre la muerte: la vocación de eternidad es lo que hace del toreo un arte, porque el arte es anhelo de perdurar cuando todo acaba.

Pues eso, que la vuelta de José Tomás en Barcelona –que se jodan los de ERC– lleva a los ruedos un torrente de arte y emociones, de las que tan falto está el toreo. Y lleva, otra vez, a los intelectuales a las plazas: los cantautores, los poetas, los novelistas... Tan grande es lo que hace José Tomás, tan inmensa la esperanza que ha abierto en la afición cansada de ir a las plazas para comprobar como, una vez tras otra, era estafada con el permiso de la autoridad cada vez que el tiempo lo permite. Lástima que ayer no pudiésemos ver la corrida de Barcelona por la televisión: todas las cadenas andaban más o menos afanadas en el final de la liga de fútbol.

Cosa curiosa: los toros se consideran el no va más de la representación de un país bárbaro, pero los aficionados celebramos la vuelta de José Tomás con serena emoción, sin cohetes, sin necesidad de que ningún ayuntamiento tuviera que proteger ninguna estatua de nuestra barbarie, sin que la policía tenga que demostrar sus mejores artes de lucha contra bárbaros, sin mearnos en fuente alguna. Sin embargo, el fútbol (ese civilizado invento del país más civilizado del mundo) fue una vez más una excusa perfecta para que la estupidez colectiva se desatase hasta límites desconocidos que en muchos casos degeneró en barbarie y acabó con unas cuentas decenas de tontos hospitalizados en Madrid.

Conste que no soy de ningún equipo y que siempre quiero que pierdan todos, cosa imposible pero no por ello menos deseable. Conste que prefiero siempre que gane un equipo extranjero a uno de los que dicen representar a mi país –España– incluyendo la selección (por pura salud mental: cuantos menos equipos españoles haya dando patadas a un balón por ahí afuera, menos hay que aguantar los repugnantes gritos de los chicos futboleros de la radio y la empanada futbolera en la tele). Pero conste también que de todas las desgracias que futbolísticamente pueden sucedernos a los españolitos de a pie a los que no nos gusta el fútbol la peor de las peores, la mayor de las plagas, la más incomensurable de las desgracias, con diferencia abismal, es que el Real Madrid gane algo: entonces, la hecatombe se cierne sobre nosotros y la estupidez aplasta cualquier atisbo de inteligencia y los caballos tienen que cargar en el Paseo de Recoletos contra cientos de imbéciles. No han valido nuestros rezos para que ganase la liga cualquier otro equipo: el Madrid ha ganado, nos esperan unos días terribles de noticias madridistas... Noches como la de anoche –con cohetes en Úbeda para celebrar que gana un equipo que representa a los madrileños: ¿?– demuestran que pudiera ser cierto eso de que no todos los de Real Madrid son tontos pero que todos los tontos son del Real Madrid. Lo cual no quiere decir que no haya tontos de primera división en todos los otros equipos.

En fin, que el Señor nos coja confesados ante la victoria de los millonarios del Madrid y que nos permita estar en una plaza el día que José Tomás vuelva a hacer vibrar los corazones. La desgracia que anoche culmino el Real Madrid ya no tiene remedio: pero nos consuela pensar que aún está intacta la esperanza trágica que ha traído José Tomás.

1 comentario:

Sergio Alises Moreno dijo...

Creo que te traumatizo un poco aquella sesion de video-grabacion de las celebraciones de la séptima Copa de Europa.
Todavia conservo aquel video-casette. No te lo tomes tan a la tremenda.