miércoles, 2 de mayo de 2007

EMOCIÓN ESTRENADA

Hay instantes de la vida que nunca se borran. Los instantes que ayer viví, en mi recién estrenada condición de romero de la madrugada, son unos de esos. Sentí una emoción extraña, nueva: era como si algo hubiese estado intacto dentro mi corazón esperando los cohetes que oí a las dos y media de la mañana, mientras me preparaba para subir a Los Buñoleros. En ese momento algo debió producir un cortocircuito dentro de mi porque los latidos del corazón se aceleraron y la sangre subió hasta la punta de mi piel para asomarse a la noche: estaba oscuro fuera pero los cohetes lo anunciaban: íbamos a por la Virgen.

Y en ese momento, cuando esas palabras acudieron a mi cabeza, entendí lo que me pasó: ir a por la Virgen me concedía, de golpe, una herencia espiritual que tenía dormida en el fondo y que ayer despertó. De repente sentí la emoción antigua que tantas madrugadas habrán sentido los que han ido al arroyo del Gavellar para traer a la Virgen a Úbeda. Noches terribles de peregrinación: ayer, traer a la Virgen fue una fiesta, pero en muchas ocasiones los que hayan ido a por la Virgen de Guadalupe habrán sentido una desazón profunda, una angustia, un miedo sólo superado por su fe. ¡Cuántas madrugadas de sequía, de plagas, de temporal, de guerra, de peste, no habrán bajado los ubetenses la cuesta del Gavellar, presurosos, anhelantes, para subir la Virgen a Úbeda y esperar su misericordia! Fue eso lo que me emocionó: que de pronto sentí la esperanza de los que antes que yo habían bajado tantas veces a por la Virgen de Guadalupe. Eso estaba ahí, dormido en el fondo de mi condición de ubetense.

...Y luego, el camino tantas veces andado en medio de la noche. El Padrenuestro rezado delante del cementerio donde descansan tantos que andaron ya nuestros pasos otras madrugadas... y el olivar silencioso, la luna llenando de luz el campo, los cohetes retumbando entre los cerros al bajar la cuesta en medio de una oscuridad poblada de sombras romeras que sorteaban zanjas, ramas, zarzas, para llegar al Gavellar, el olor húmedo del trigo sembrado... La madrugada tiene esa capacidad de llenar el alma de plenitudes. Al menos, mi alma. En las horas que anteceden a la procesión de Jesús me pasa lo mismo y creo que la de ayer completa para mi alma una trilogía de madrugadas: la del Viernes Santo, la de ir a por la Virgen y la de despedir a la Virgen, ya en septiembre.

La última emoción profundamente intensa ayer fue al ver la Virgen salir por la puerta de su santuario, en los hombros del Coronel y de Paco Vargas, los dos llorando como chiquillos. Somos eso, nada más: la emoción de los recuerdos que se guarda en las cosas pequeñas. Lo pensaba de vuelta a Úbeda, bajo la luz hermosísima que ayer tuvo la tarde y que le daba al mundo un aspecto de limpieza y novedad realmente mágico: o los montes eran nuevos o los nuevos eran los ojos con los que yo miraba.

En estas horas grises y lluviosas tengo claro que mientras pueda seguiré siendo romero de la madrugada y volveré a vivir esas emociones, que ya están en lo más luminoso que soy: ir a por la Virgen, junto a Alfonso, Pepe, Adrián, Pepe Navarrete...

1 comentario:

La Encimera Roja dijo...

Me alegra mucho que te haya encantado esta nueva forma de vivir la romería para nosotros. De hecho, la salida de la Vírgen de Su santuario también fue lo que más me impactó a mí el primer año que lo ví. Y aunque el año que viene no pueda acompañaros por motivos que todos sabéis ya a estas alturas de curso, espero que todos los demás podamos vivir juntos una romería que para mí ha cambiado completamente de sentido y de significado. Ahora, viviéndola más plenamente, valoro muchísimo más todas las cosas que siempre hemos tenido tan cerca y que nunca nos hemos dado cuenta de lo que valen. Un saludo de los romeros buenos.