Siempre he pensado que un pequeño gesto puede cambiar el mundo, o al menos un rincón del mundo. Un pequeño gesto puede pasar desapercibido cuando se realiza, como si fuese una casualidad o una aventura pasajera. Pero luego –inopinadamente y a fuerza de tesón, de constancia y de generosidad– va creciendo y consigue que broten ramas nuevas, estimula nueva savia y nuevos tesones, esfuerzos y generosidades, alimentando y engrandeciendo así la obra primera, el gesto inicial, como si fuera un edificio que se amplía y en el que cada vez se instalan más nombres, más corazones, más futuros. En el verano de 1959 Antonio Gutiérrez Medina realizaba ese gesto pequeño, esa aventura intrépida de marcharse a un campamento de la Acción Católica de Burgos con unos cuantos niños de la Juventud de Acción Católica de Úbeda: tomó un grano de mostaza y lo sembró en su campo vital, y siendo la más pequeña de las semillas, ha crecido y es ahora un árbol al que vienen las aves del cielo y hacen nidos en sus ramas –que diría el evangelista–, porque en realidad muchos necesitamos anidar en la añoranza del Campamento de la JAC para no desmayar en las infelicidades de cada día.
No podrá presenciar Antonio Gutiérrez “El Viejo” –ni Manolo Molina, ni Antonio Cruz, sus fieles seguidores– el acto con el que esta tarde se conmemoran, oficialmente, los cincuenta años de vida del Campamento “Virgen de Guadalupe”. Y sin embargo, “El Viejo” estará presente hoy, de alguna manera, en su Campamento. Hoy es un día de emociones y recuerdos para muchos ubetenses: tres generaciones han criado su alma de niños y adolescentes y de jóvenes al calor del Campamento de la JAC, en Burgos primero, en Málaga, Mareny de Barraquetes o El Perelló luego, en la playa de La Barrosa de Chiclana de la Frontera desde 1965. Y cuando esta tarde revivan agitados todos esos años felices, estarán allí –sobre la arena caliente de agosto– el espíritu sereno de Manolo Molina y muy especialmente la bondad sonriente de Antonio Gutiérrez. Incluso los que no podemos estar hoy bajo los pinos y sintiendo la caricia del sol poniente sobre Sancti Petri, estamos sintiendo en nuestra alma –desde muy temprano– el cosquilleo de los recuerdos, de tantas emociones, la certeza de que la obra de Antonio Gutiérrez es fundamental para entender la vida de Úbeda en el último medio siglo: no es posible que tanta generosidad derrochada con cristiana alegría haya caído sobre el pedregal. En realidad no lo ha hecho: el Campamento es uno de los frutos mejores de la sociedad ubetense.
Porque el Campamento de la Acción Católica de Úbeda ha sido muchas cosas a lo largo de estos cincuenta años, porque son muchos sus méritos. Gracias a él decenas de niños de familias trabajadoras pudieron –pudimos– ver el mar por primera vez. Gracias a él miles de ubetenses aprendieron –otra cosa es que luego hayan querido olvidarlo: egoísmo obliga– que por encima de las diferencias sociales es posible encontrar un fondo de hermandad compartida en las risas. Gracias al Campamento muchos jóvenes de Úbeda y de su comarca entendieron el valor de la libertad, el respeto a la tolerancia: Rafael Bellón ha señalado la importancia de la JAC de Úbeda como escuela de democracia durante los años de la Transición. Y todo eso ha sido posible porque el Campamento ha sido, durante cinco décadas, algo vivo, pegado a la piel de la sociedad ubetense, algo que desde muy pronto se sintió como propio por los ubetenses de todas las condiciones, como algo importante y valioso, un ventanuco que desde el secano de los olivares polvorientos se abría al océano amplio y a las noches cuajadas de estrellas sobre los pinos.
La semilla primera de “El Viejo” dio frutos buenos y rápidamente. Por eso es imposible contabilizar los nombres de tantas personas –sacerdotes, monjas, cocineras, monitores, médicos, políticos, enfermeros, vendedores de la Plaza de Abastos de Chiclana...– que se sumaron entusiastas al entusiasmo que Antonio Gutiérrez desbordaba en cada gesto suyo. Y es que el Campamento “Virgen de Guadalupe” siendo obra fundamentalísima de “El Viejo” es obra realmente de toda la Acción Católica ubetense, y más aún de toda la ciudad. ¿Qué familia de Úbeda no tiene alguien que ha sido niño en el Campamento? ¿Quién no le ha comprado alguna vez una papeleta de Lotería de Navidad a “El Viejo” para allegar fondos a la obra de La Barrosa? ¿Cuántos ubetenses que ahora tienen sesenta, cuarenta, veinte años, no sienten como algo propio, como un bien preciado y precioso la arena de esa playa sorprendente, el viento fresco de poniente, los cánticos alegres alrededor del mástil, cada tarde, cuando Manolo Molina hablaba con la tranquila voz de quien pone en Dios toda su confianza? ¿Quién de los que hemos sido acampados no sentimos un hormigueo en el corazón cuando la imagen de la Virgen de Guadalupe nos recuerda aquella imagen suya de bronce que preside el Campamento, delante de la que “El Viejo” se sentaba cada noche para contarle no sabemos qué miedos o travesuras de su corazón de niño grande?
La vida es injusta: hoy debería estar vivo “El Viejo”, hoy debería estar vivo Manolo Molina, porque son ellos los que hoy deberían hablar sobre estos cincuenta años de alegría, de entrega y de compañerismo. Porque es su voz la que tendría que quebrarse esta tarde cuando dijeran “gracias” a todos los que fueron felices en ese tinglado infantil de tiendas de campaña, aseos que cuando yo era niño olían a zotal y sopas cristalinas para amedrentar a los delicados de paladar. Porque son sus ojos los que deberían empañarse cuando se levantaran hasta la Virgen de Guadalupe o hasta el mismísimo Dios para agradecer las fuerzas en los momentos de desánimo, la fe en las noches de duda, siempre el viento para empujar las velas. Pero ellos hoy no están, hoy “El Viejo” no podrá hilvanar un discurso torpe y apresurado para salir del paso y evitar que lo traicionen las emociones, hoy Manolo no podrá enjugar con el pico de su pañuelo impecablemente planchado el rabillo del ojo en el que asoman los recuerdos. Hoy no están: es injusta la vida.
...¿No está Manolo Molina? ¿Realmente no está presente hoy “El Viejo” en su Campamento y en los corazones de todos los amigos que esta tarde harán allí ejercicio de memoria y agradecimiento, y en los corazones de los que haremos lo mismo tan lejos –¡y tan cerca!– de La Barrosa? No sé: me gustaría pensar que era cierta la fe inquebrantable de “El Viejo” y que hay un paraíso para los hombres justos, y que desde allí abrirán esta tarde una ventana para asomarse al Campamento y que sentirán como se les humedecen los ojos cuando miles de ubetenses –cuando todos nosotros: una legión de hombres que nos resistimos a dejar que se pudra nuestro corazón de niños– les demos las gracias que ellos no pueden dar.
En realidad yo sólo quería hacer eso en este artículo: decirte, Manolo, y a ti, Viejo –sobre todo a ti–, que gracias por tanto, que gracias por todo. Y quería decirte, Viejo, que de alguna manera se sigue manteniendo vivo el lazo de la cadena de amor que tú iniciaste en julio de 1959. Y que ya puedes tragarte el nudo de la garganta, y dar un paso al frente y gritar aquello de “¡Campamento, siempre unidos!”. Lo que no sé es si mi nudo de emociones me dejará responderte. En cualquier caso, se hará lo que se pueda.
(Publicado en Diario IDEAL el 8 de agosto de 2009)
No podrá presenciar Antonio Gutiérrez “El Viejo” –ni Manolo Molina, ni Antonio Cruz, sus fieles seguidores– el acto con el que esta tarde se conmemoran, oficialmente, los cincuenta años de vida del Campamento “Virgen de Guadalupe”. Y sin embargo, “El Viejo” estará presente hoy, de alguna manera, en su Campamento. Hoy es un día de emociones y recuerdos para muchos ubetenses: tres generaciones han criado su alma de niños y adolescentes y de jóvenes al calor del Campamento de la JAC, en Burgos primero, en Málaga, Mareny de Barraquetes o El Perelló luego, en la playa de La Barrosa de Chiclana de la Frontera desde 1965. Y cuando esta tarde revivan agitados todos esos años felices, estarán allí –sobre la arena caliente de agosto– el espíritu sereno de Manolo Molina y muy especialmente la bondad sonriente de Antonio Gutiérrez. Incluso los que no podemos estar hoy bajo los pinos y sintiendo la caricia del sol poniente sobre Sancti Petri, estamos sintiendo en nuestra alma –desde muy temprano– el cosquilleo de los recuerdos, de tantas emociones, la certeza de que la obra de Antonio Gutiérrez es fundamental para entender la vida de Úbeda en el último medio siglo: no es posible que tanta generosidad derrochada con cristiana alegría haya caído sobre el pedregal. En realidad no lo ha hecho: el Campamento es uno de los frutos mejores de la sociedad ubetense.
Porque el Campamento de la Acción Católica de Úbeda ha sido muchas cosas a lo largo de estos cincuenta años, porque son muchos sus méritos. Gracias a él decenas de niños de familias trabajadoras pudieron –pudimos– ver el mar por primera vez. Gracias a él miles de ubetenses aprendieron –otra cosa es que luego hayan querido olvidarlo: egoísmo obliga– que por encima de las diferencias sociales es posible encontrar un fondo de hermandad compartida en las risas. Gracias al Campamento muchos jóvenes de Úbeda y de su comarca entendieron el valor de la libertad, el respeto a la tolerancia: Rafael Bellón ha señalado la importancia de la JAC de Úbeda como escuela de democracia durante los años de la Transición. Y todo eso ha sido posible porque el Campamento ha sido, durante cinco décadas, algo vivo, pegado a la piel de la sociedad ubetense, algo que desde muy pronto se sintió como propio por los ubetenses de todas las condiciones, como algo importante y valioso, un ventanuco que desde el secano de los olivares polvorientos se abría al océano amplio y a las noches cuajadas de estrellas sobre los pinos.
La semilla primera de “El Viejo” dio frutos buenos y rápidamente. Por eso es imposible contabilizar los nombres de tantas personas –sacerdotes, monjas, cocineras, monitores, médicos, políticos, enfermeros, vendedores de la Plaza de Abastos de Chiclana...– que se sumaron entusiastas al entusiasmo que Antonio Gutiérrez desbordaba en cada gesto suyo. Y es que el Campamento “Virgen de Guadalupe” siendo obra fundamentalísima de “El Viejo” es obra realmente de toda la Acción Católica ubetense, y más aún de toda la ciudad. ¿Qué familia de Úbeda no tiene alguien que ha sido niño en el Campamento? ¿Quién no le ha comprado alguna vez una papeleta de Lotería de Navidad a “El Viejo” para allegar fondos a la obra de La Barrosa? ¿Cuántos ubetenses que ahora tienen sesenta, cuarenta, veinte años, no sienten como algo propio, como un bien preciado y precioso la arena de esa playa sorprendente, el viento fresco de poniente, los cánticos alegres alrededor del mástil, cada tarde, cuando Manolo Molina hablaba con la tranquila voz de quien pone en Dios toda su confianza? ¿Quién de los que hemos sido acampados no sentimos un hormigueo en el corazón cuando la imagen de la Virgen de Guadalupe nos recuerda aquella imagen suya de bronce que preside el Campamento, delante de la que “El Viejo” se sentaba cada noche para contarle no sabemos qué miedos o travesuras de su corazón de niño grande?
La vida es injusta: hoy debería estar vivo “El Viejo”, hoy debería estar vivo Manolo Molina, porque son ellos los que hoy deberían hablar sobre estos cincuenta años de alegría, de entrega y de compañerismo. Porque es su voz la que tendría que quebrarse esta tarde cuando dijeran “gracias” a todos los que fueron felices en ese tinglado infantil de tiendas de campaña, aseos que cuando yo era niño olían a zotal y sopas cristalinas para amedrentar a los delicados de paladar. Porque son sus ojos los que deberían empañarse cuando se levantaran hasta la Virgen de Guadalupe o hasta el mismísimo Dios para agradecer las fuerzas en los momentos de desánimo, la fe en las noches de duda, siempre el viento para empujar las velas. Pero ellos hoy no están, hoy “El Viejo” no podrá hilvanar un discurso torpe y apresurado para salir del paso y evitar que lo traicionen las emociones, hoy Manolo no podrá enjugar con el pico de su pañuelo impecablemente planchado el rabillo del ojo en el que asoman los recuerdos. Hoy no están: es injusta la vida.
...¿No está Manolo Molina? ¿Realmente no está presente hoy “El Viejo” en su Campamento y en los corazones de todos los amigos que esta tarde harán allí ejercicio de memoria y agradecimiento, y en los corazones de los que haremos lo mismo tan lejos –¡y tan cerca!– de La Barrosa? No sé: me gustaría pensar que era cierta la fe inquebrantable de “El Viejo” y que hay un paraíso para los hombres justos, y que desde allí abrirán esta tarde una ventana para asomarse al Campamento y que sentirán como se les humedecen los ojos cuando miles de ubetenses –cuando todos nosotros: una legión de hombres que nos resistimos a dejar que se pudra nuestro corazón de niños– les demos las gracias que ellos no pueden dar.
En realidad yo sólo quería hacer eso en este artículo: decirte, Manolo, y a ti, Viejo –sobre todo a ti–, que gracias por tanto, que gracias por todo. Y quería decirte, Viejo, que de alguna manera se sigue manteniendo vivo el lazo de la cadena de amor que tú iniciaste en julio de 1959. Y que ya puedes tragarte el nudo de la garganta, y dar un paso al frente y gritar aquello de “¡Campamento, siempre unidos!”. Lo que no sé es si mi nudo de emociones me dejará responderte. En cualquier caso, se hará lo que se pueda.
(Publicado en Diario IDEAL el 8 de agosto de 2009)
12 comentarios:
Hola Manolo!!!
Como bien sabes, nosotros hoy tampoco podemos estar allí, pero gracias a tu blog y a lo que escribes, también "paseamos por entre las tiendas" y nos paramos delante de la Virgen de Guadalupe para suscribir tus palabras de agradecimiento a "el Viejo" y a Manolo, y hoy es justo dar las GRACIAS a todas las personas que están allí y que han organizado todo esto de corazón.
Un abrazo de Andrés y MªJosé.
Yo tampoco he podido desplazarme hasta la Barrosa pero mis sentimientos se han visto reflejados en tus palabras. ¡Qué grandes recuerdos me traen tus palabras y esa foto del Viejo, Manolo y Cruz sentados en el monumento!. Enhorabuena por el artículo y gracias por haber conseguido volver a emocionarme recordando el Campamento, al Viejo y a Manolo Molina.
Un abrazo. Nicolás Fdez.
Acabo de volver de la Barrosa, has conseguido que hoy salgan todas las lágrimas que ayer logre tragarme...
L.M.
¡Qué envidia, sana, pasamos algunos el sábado! ¡Cuánto nos acordamos de La Barrosa y del Campamento! ¡Cuánto nos acordamos de El Viejo y de Manolo! Incluso para los que estuvimos, obligados por las circunstancias, tan lejos del Campamento, el sábado fue un día muy emotivo, muy bonito. Y hoy hay alguien que cumpliría 85 años: ¡hoy es el Día de El Viejo! y ya deben estar el Petos, el Marín, Ramoncillo y demás preparándose para aporrear perolas por la plaza del Campamento. ¡¡¡VIVA EL VIEJO!!!
Un abrazo a todos y gracias.
Cierto, hoy toca cantar "son de campamen" y pasear en volandas al Viejo tacañón por la plaza del campamento, aunque sea sólo en el recuerdo y el corazón...
L.M.
Manolo, muchas gracias por revivir estos sentimientos, los cuales algunos no sabemos hacer tan bien en papel.
SIEMPRE UNIDOS.
Felicidades VIEJO.
Un saludo.
Monte.
Gracias amigo Manolo, has realizado un gran artículo, pero lo mejor es que has sabido revivir nuestros sueños.., Manolo, El Viejo y Cruz está juntos y velando por los jóvenes en la Barrosa.., un abrazo amigo y gracias de nuevo.
José
Gracias Manolo...
El sábado afortunadamente yo si pude estar y aunque volví a percibir el espíritu del campamento y el olor de las tiendas, hoy leyendo tu texto, y en la soledad de casa, he podido llorar todo lo que el sábado en muchísimos mometos me tragé por pudor.
Hace años que no volvia, pero la sensación fue la de no haberme ido nunca; volvía a ver la plaza del campamento, volvi a cantar con la voz entrecortada de emoción el himno de Úbeda, volví a revivir muchos momentos que nunca debí olvidar...
Anunque ni "el Viejo" ni Manolo estuvieran fisicamente, si lo estaban en el corazón de todos; pude recordar a Manolo "regañándome" con un pausado movimiento de cabeza y una sonrisa pícara una metedura de pata,y al Viejo sentado, al final de la jornada, junto a su "Chiquitilla".
El sábado entendí definitivamente lo de ¡¡SIEMPRE UNIDOS!!Y me quise quedar allí para siempre...
Un abrazo de todo corazón.
Blas
Amigo Manolito, no sabes lo que te eche de menos el sabado en el campamento. Me preguinto mucha gente por tu ausencia, a lo que respondia que tenias un primo lumbreras que te había obligado a incar el pico.
No dudes que tanto el Viejo, como Manolo y Cruz estuvieron presentes en ese trocito de Úbeda que tenemos en la Barrosa, y que tantos recuerdos nos traen año tras año.
El día 10 de Agosto se seguirá celebrando en el campamento, como si de el patrón fuere, por los siglos de los siglos.
Un abrazo y vamos concretando el ciclo taurino.
Por lo que veo el sábado fue un día muy importante para mucha gente, para los que estuvieron allí y para los que nos quedamos aquí. Me alegro que este artículo haya llegado hondo a tantos como tenemos un trocito de corazón en La Barrosa.
Un abrazo a todos.
Qué decir a tus palabras Manolo.
El campamento de JAC ha significado mucho para los niños ubetenses que durante estos 50 años, han tenido la gran suerte de ser acampados de esa pequeña parcela que Úbeda tiene en tierras gaditanas, en la playa de la Barrosa de Chiclana.
Recuerdo con cierta frecuencia mis años de acampado, en los que tuve la suerte de convivir con "El Viejo", Manolo Molina y Antonio Cruz.
Fueron años inolvidables en los que aprendí tantas cosas y comencé a valorar tantas otras, que nunca podré acabar de agradecer lo recibido; pues fue mucho.
Yo tampoco he podido ir al Campamento, pero desde que abrí los ojos el sábado por la mañana, lo tuve presente, todo el día. Ya se sabe que cuanto más empeño pone uno en algo, luego pero le sale, pero que le vamos ha hacer, espero vivir para la celebración de los 75 años.
Gracias, Manolo por estas palabras que a muchos antiguos acampados nos hay hecho brotar un hilo de lágrimas recordando: los piques con el último turno de niñas cuando nosotros llegabamos; la convivencia en la tienda de campaña; las meriendas de nocilla y "foagras"; los ensayos de las canciones de misa; el bunquer; los paseos y la Venta del Pino; los fuegos de campamento; el día de "El Viejo" (10 de agosto); ir a ordeñar la vaca para le leche diaria o bajar a echar cloro al mar (pero sólo a nuestro trozo, removiendo con las cucharillas del cafe); los talleres; las buenas noches; nuestro himno de Úbeda y el de Andalucía;... y sobre todo aquel "SIEMPRE UNIDOS".
Un fuerte abrazo desde los jaenes.
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