sábado, 1 de agosto de 2009

1 DE AGOSTO




Hay algo bueno en que hoy sea 1 de agosto y no tengamos vacaciones ni con qué disfrutarlas: ya hemos pasado un mes más del infierno, ya queda un día menos para que acabe este suplicio del verano, ya estamos más cerca de los días de buen tiempo, que son los días fresquitos, nublados o con sol tibio, lluviosos, los días en los que gusta la manga larga –primero–, y los abrigos, luego. Los días de volver a dormir tapados o, simplemente, de volver a poder dormir. Un día menos de mosquitos y moscas, de ventanas abiertas y muebles llenos de polvo, un día menos de ruidos, de sudor, de sed que no se calma, de mediosdías y mediastardes insoportables, de noches en blanco, de duchas que no sirven para nada, de casas que hierven después del empecinamiento con que el verano se ha desatado contra nosotros este año, un día menos de calor despiadado, de renegar añorando el invierno o el norte o de desear las vacaciones de un maestro y el sueldo de un ministro para huir de este tormento. Es 1 de agosto: todavía queda cuesta que subir, pero ya podemos ir viéndole el final a la tortura. Es parco consuelo, pero como en el horizonte no se avecinan fenómenos meteorológicos únicos en la historia (talmente una nevisca el lunes que viene), no nos queda otro.

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