domingo, 2 de agosto de 2009

MIGUEL DELIBES: ABORTO LIBRE Y PROGRESISMO



En relación con el tema del aborto libre me parece interesantísima la opinión de alguien de la talla moral e intelectual de MIGUEL DELIBES, expresada en el artículo que transcribo más abajo y que fue publicado en ABC (algunos mal pensados dirán que viendo el medio en el que publica ya se conoce al publicador) el 20 de diciembre de 2007. Y me parece interesante este artículo porque plantea la discusión en términos absolutamente políticos, sin argumentos religiosos: Delibes se pregunta que ha pasado para que las ideologías progresistas (lo dice sin sentido peyorativo) hayan entendido que el feto, débil entre los débiles, no es digno de una defensa, como lo fueron en su día los derechos de los librepensadores frente a la tiranía de la Iglesia, los derechos de los trabajadores frente a la avaricia de los patronos, la defensa de los esclavos frente a los títulos de los amos, la defensa de las mujeres frente a los argumentos del patriarcado. Como Delibes se expresa bastante mejor que yo, se explica de manera más sensata y escribe magníficamente bien, ahí va su artículo, que vale su peso en oro.

Aborto libre y progresismo



En estos días en que tan frecuentes son las manifestaciones en favor del aborto libre, me ha llamado la atención un grito que, como una exigencia natural, coreaban las manifestantes: «Nosotras parimos, nosotras decidimos». En principio, la reclamación parece incontestable y así lo sería si lo parido fuese algo inanimado, algo que el día de mañana no pudiese, a su vez, objetar dicha exigencia, esto es, parte interesada, hoy muda, de tan importante decisión. La defensa de la vida suele basarse en todas partes en razones éticas, generalmente de moral religiosa, y lo que se discute en principio es si el feto es o no es un ser portador de derechos y deberes desde el instante de la concepción. Yo creo que esto puede llevarnos a argumentaciones bizantinas a favor y en contra, pero una cosa está clara: el óvulo fecundado es algo vivo, un proyecto de ser, con un código genético propio que con toda probabilidad llegará a serlo del todo si los que ya disponemos de razón no truncamos artificialmente el proceso de viabilidad. De aquí se deduce que el aborto no es matar (parece muy fuerte eso de calificar al abortista de asesino), sino interrumpir vida; no es lo mismo suprimir a una persona hecha y derecha que impedir que un embrión consume su desarrollo por las razones que sea. Lo importante, en este dilema, es que el feto aún carece de voz, pero, como proyecto de persona que es, parece natural que alguien tome su defensa, puesto que es la parte débil del litigio.

La socióloga americana Priscilla Conn, en un interesante ensayo, considera el aborto como un conflicto entre dos valores: santidad y libertad, pero tal vez no sea éste el punto de partida adecuado para plantear el problema. El término santidad parece incluir un componente religioso en la cuestión, pero desde el momento en que no se legisla únicamente para creyentes, convendría buscar otros argumentos ajenos a la noción de pecado. En lo concerniente a la libertad habrá que preguntarse en qué momento hay que reconocer al feto tal derecho y resolver entonces en nombre de qué libertad se le puede negar a un embrión la libertad de nacer. Las partidarias del aborto sin limitaciones piden en todo el mundo libertad para su cuerpo. Eso está muy bien y es de razón siempre que en su uso no haya perjuicio de tercero. Esa misma libertad es la que podría exigir el embrión si dispusiera de voz, aunque en un plano más modesto: la libertad de tener un cuerpo para poder disponer mañana de él con la misma libertad que hoy reclaman sus presuntas y reacias madres. Seguramente el derecho a tener un cuerpo debería ser el que encabezara el más elemental código de derechos humanos, en el que también se incluiría el derecho a disponer de él, pero, naturalmente, subordinándole al otro.

Y el caso es que el abortismo ha venido a incluirse entre los postulados de la moderna «progresía». En nuestro tiempo es casi inconcebible un progresista antiabortista. Para estos, todo aquel que se opone al aborto libre es un retrógrado, posición que, como suele decirse, deja a mucha gente, socialmente avanzada, con el culo al aire. Antaño, el progresismo respondía a un esquema muy simple: apoyar al débil, pacifismo y no violencia. Años después, el progresista añadió a este credo la defensa de la Naturaleza. Para el progresista, el débil era el obrero frente al patrono, el niño frente al adulto, el negro frente al blanco. Había que tomar partido por ellos. Para el progresista eran recusables la guerra, la energía nuclear, la pena de muerte, cualquier forma de violencia. En consecuencia, había que oponerse a la carrera de armamentos, a la bomba atómica y al patíbulo. El ideario progresista estaba claro y resultaba bastante sugestivo seguirlo. La vida era lo primero, lo que procedía era procurar mejorar su calidad para los desheredados e indefensos. Había, pues, tarea por delante. Pero surgió el problema del aborto, del aborto en cadena, libre, y con él la polémica sobre si el feto era o no persona, y, ante él, el progresismo vaciló. El embrión era vida, sí, pero no persona, mientras que la presunta madre lo era ya y con capacidad de decisión. No se pensó que la vida del feto estaba más desprotegida que la del obrero o la del negro, quizá porque el embrión carecía de voz y voto, y políticamente era irrelevante. Entonces se empezó a ceder en unos principios que parecían inmutables: la protección del débil y la no violencia. Contra el embrión, una vida desamparada e inerme, podía atentarse impunemente. Nada importaba su debilidad si su eliminación se efectuaba mediante una violencia indolora, científica y esterilizada. Los demás fetos callarían, no podían hacer manifestaciones callejeras, no podían protestar, eran aún más débiles que los más débiles cuyos derechos protegía el progresismo; nadie podía recurrir. Y ante un fenómeno semejante, algunos progresistas se dijeron: esto va contra mi ideología. Si el progresismo no es defender la vida, la más pequeña y menesterosa, contra la agresión social, y precisamente en la era de los anticonceptivos, ¿qué pinto yo aquí? Porque para estos progresistas que aún defienden a los indefensos y rechazan cualquier forma de violencia, esto es, siguen acatando los viejos principios, la náusea se produce igualmente ante una explosión atómica, una cámara de gas o un quirófano esterilizado.

4 comentarios:

miguel sznajderman, jazzmen dijo...

Manuel: excelente artículo. Lo digo desde mi posición favorable a la despenalización del aborto. Lo cual no significa una vía libre para el mismo, ni una bandera absoluta e indiscutible en defensa de la libertad de decisión.

Soy de la idea que las ideas (vaya redundancia) no se imponen, por muy buenas y "progresistas" que sean. Y como en el espinosísimo tema de la interrupción voluntaria del embarazo existen muchas y honestas posturas al respecto.

Agradezco tu aporte al respecto.
un abrazo
miguel

Manuel Madrid Delgado dijo...

Miguel, realmente es muy bueno el artículo de Delibes y debería obligarnos a pensar. Una cosa es regular los supuestos dramáticos en los que en España está despenalizado el aborto (violación, riesgo para la vida de la madre, o grandes malformaciones del feto) y otra dar vía libre para que se aborte cómo y cuando se quiera. Desgraciadamente este asunto se está frivolizando y, como en casi todo, un sectarismo excluyente está vendiendo la moto (con éxito) de que sólo se puede ser "de izquierdas" si se está a favor de un más que supuesto y dudoso derecho al aborto. Yo, por mi parte, sigo pensando que la obligación de la gente "de izquierdas" es estar, como señala Delibes, al lado de los débiles, de los indefensos, y horrizarse (que bien lo describe la frase final) ante cualquier forma de horror que ataque a la vida humana. Al fin y al cabo en el tema del aborto estamos hablando de eso: de una vida humana (potencial, pero vida humana al cabo) que se interrumpe. Y yo no puedo evitar una desazón cuando lo pienso.
Un saludo desde este verano ardiente del sur de España.

Rafael Merelo dijo...

Estoy totalmente de acuerdo con lo que dice. Muchos que se consideran progresistas y luchas por los más débiles, lo cual es bueno, sin duda alguna, deberían de pensar seriamente en lo que dice Delibes.

Anónimo dijo...

Se puede decir más alto pero ni más claro ni mas correctamente. Chapeau.

Luis Carlos Latorre