miércoles, 24 de junio de 2009

SAN JUAN




San Juan. Uno de los días que, cada año, más me llenan de nostalgias. Porque hoy empezaba el verano en mi familia: hoy podíamos bañarnos por primera vez en al alberca de aquella casa grande en que me críe, hoy bajábamos todos los juguetes a los corrales, donde estarían ya todo el verano, hoy la Biblioteca parece que guardaba los mejores libros para tantos días largos y perezosos como el calendario ponía delante de nosotros… y hoy, sobre todo, era un día de fiesta, porque los Juanes eran multitud en mi familia: mi padre, mi hermano, mi abuela paterna, mi abuelo materno y una legión de tíos, tías y primos. Tantos Juanes, que yo, de pequeño, pensaba que mi calle se llamaba “Don Juan” porque todos los Juanes de Úbeda eran Madrid o Delgado.

Hoy es San Juan, y aunque ya no hay alberca ni nos juntamos todos los primos ni mi hermano está aquí y aunque ya murieron mis abuelos, mi corazón sigue estando de fiesta. Una fiesta de recuerdos. Y un convencimiento: si ya ni San Juan es lo que era lo mejor es que pase cuanto antes este suplicio de un verano sin alberca, ni libros, ni corrales con juguetes, ni días para la pereza y el descanso. Pero hoy me gusta paladear el verano: porque soy un poco el niño que fui en un día como éste, tantos años. Hoy me alegran los vencejos que chillan sobre la foto de cielo y cipreses que me brinda la ventana abierta: mañana volveré a desear un fenómeno meteorológico raro, único, como por ejemplo una ola de nieve y frío desde mañana mismo. Hoy es San Juan, hoy me siento feliz, hoy vuelve a mí un niño que se llamaba como yo.

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