viernes, 19 de junio de 2009

ESTAMPAS DEL MUNDO



Miramos nuestro mundo y es difícil creer que no todo está averiado. Tiran a la basura el brazo de un hombre esclavizado y lo dejan abandonado, desangrándose, a tres manzanas del hospital. Hay curas que se niegan a darle la comunión a niños con síndrome de Down. Los fascistas que se enseñorean en Milán denuncian en España a quienes quieren que salgan a la luz los crímenes de la dictadura. Se bajan los impuestos directos y se suben todos los otros, para robar impunemente a quienes menos tienen. Se mueren los poetas y gozan de buena salud los banqueros y los políticos. La más tonta de la clase anuncia, sin rubor ninguno, que su jefe es la esperanza más esperada del mundo mundial. El océano se traga a los bebés que se embarcan rumbo el pan negado. Se paga por un futbolista lo mismo que cuestan decenas de hospitales. He ahí la realidad de un tiempo en el que las esperanzas de otros tiempos están rodando por las escaleras: no hay mañana esperándonos en el relleno. El futuro está roto –como un espejo viejo–, se trata de eso. Y sin embargo aún quedan decencias que destacar.

La decencia se llama Thomas Dart y tiene sobre el pecho la estrella de cinco puntas del sheriff del condado de Cook: se ha negado a cumplir más órdenes de embargo, que los jueces dictan a mayor honra y riqueza de los bancos, porque le partía el alma ver a familias desesperadas recoger sus cosas –una manta para los niños, las fotografías, calcetines limpios– y sentarse en las aceras de la calle desnuda, llorando. Y decencia es el Movimiento de Parados y Precarios en Lucha que en Francia –de Nochevieja para acá– asaltan los supermercados, llenan carros de alimentos, se niegan a pagarlos y luego los reparten entre familias que lo han perdido todo con la crisis y entre los emigrantes sin papeles que duermen en los parques. Y la decencia son ese sheriff y esos Robin Hood porque ellos ya saben que la justicia está por encima de la ley, y que la ley puesta al servicio de los poderosos es una indignidad contra la que es legítimo decir basta.

Los padres fundadores de los Estados Unidos sostenían como verdad evidente que todos los hombres están dotados por Dios de los derechos inalienables de la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad. Y sostenían que los gobiernos se instituyen para garantizar esos derechos. Y sostenían que cuando una forma de gobierno destruye esos derechos, el pueblo debe reformar o abolir esa forma e instaurar un nuevo modelo fundado en los valores supremos. Vivimos una larga serie de abusos y usurpaciones, dirigida invariablemente al mismo objetivo de sojuzgar a los menores, a los de abajo, la mayoría. El derecho, el deber de los pueblos libres –o sea: de todos nosotros– es derrocar la política que ampara tamaños desafueros y establecer nuevos resguardos para la seguridad y felicidad de nuestros hijos. Si la democracia degenera en servilismo hacia los poderosos deja de ser democracia: se convierte en infamia y en tiranía sonriente. Y entonces es la hora de alguna rebelión: de una refundación.

(Publicado en Diario IDEAL el día 18 de junio de 2009)

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