jueves, 20 de enero de 2011

SOBRE BABEL





El rasgo definitorio de los políticos españoles es la inoportunidad. A mí me parece bien que se potencie la riqueza lingüística de España: ¿cómo no podía parecérmelo si alguno de mis poetas españoles favoritos escriben en una lengua distinta del español? Pero, sinceramente, ¿es este el momento de gastarse varias decenas de millones de pesetas para hacer que en el Senado se hablen todas las lenguas españolas? En los pasillos, todos hablan la misma lengua y se entienden perfectamente pero cuando se sientan en los escaños, cada uno habla un idioma distinto y son necesarios traductores y sistemas técnicos que les permitan entenderse. Cuando se está recortando en cosas realmente fundamentales, como educación, esta nueva iniciativa es, cuando menos, eso, inoportuna. Y si encima la calle, tan cabreada que cualquier chispa puede levantar llamaradas, es atizada por los voceros del rencor, pues tanto peor todo. Ya digo que a mí me parece imprescindible que todos amemos las lenguas de España para sentirnos verdaderos españoles, pero que también me parece que no era este el momento de gastarse tanto dinero no en potenciar el conocimiento de la literatura en catalán o en gallego entre los castellanos o los andaluces sino en que cuatro señoritingos se den el gusto de emborronarlo todo. Y no vale el argumento de que esto es algo recogido en la Constitución: también está en la Constitución el derecho a la enseñanza, y no ha temblado el pulso en reducir su presupuesto para 2011 en 1.800 millones de euros en toda España.

Pero de la inoportunidad de la iniciativa a la oleada de bestiales críticas que algunos han levantado hay un salto abismal. A mi me gusta esa España que tiene una lengua propia y común para entenderse en todo el territorio, pero que habla además muchas otras lenguas y estoy harto de los nacionalistas de los dos lados que utilizan como arma arrojadiza y como trinchera algo tan precioso como es la lengua. Al pensar en esta riqueza que ahora se desprecia, me acuerdo de unos hermosísimos versos de Salvador Espriú, escritos en La pell de brau, La piel de toro: «Diversos són els homes i diverses les parles, / i han convingut molts noms a un sol amor.» ¡Qué gran proyecto patriótico!: «Diversos son los hombres y diversas las lenguas / y han convenido muchos nombres en un solo amor.» A parte de herir los sentimientos de las familias en paro o de los pensionistas a los que se les han congelado sus pagas o de los funcionarios a los que se les ha rebajado el sueldo, la inoportuna iniciativa del Senado puede convertir en odioso algo de lo que nos deberíamos sentir orgullosos y puede impedir que converjan en un solo amor –la idea de España, la intensísima Sepharad de Espriú– los nombres, los hombres y las hablas. «Que Sepharad visqui eternament en l’ordre i en la pau, en el treball, / en la dificil i merescuda llibertat.» Creo que no he encontrado nunca un programa patriótico español más civico, más liberal, más democrático, más hermoso, más digno que éste y con el que me identifique más plenamente.

(En cualquier caso hay algo que me desazona más que la inoportuna conversión del Senado en una Babel. Lo que preocupa es que si ayer no hubiera funcionado ni los traductores ni los pinganillos y los senadores no se hubieran entendido, habría pasado lo mismo que ha pasado con traductores y pinganillos, o sea: nada. No ha pasado nada. El verdadero problema no es qué lenguas se hablan en el Senado o que lenguas hablan los senadores sino para qué sirven el Senado y los senadores. That is the cuestion.)

2 comentarios:

Fernando Gámez dijo...

¿Cuándo va recaer el gasto que suponen ciertas iniciativas en los bolsillos de los propios políticos?
¡Que aprendan los senadores las distintas lenguas de la Cámara territorial, como condición "sine qua non" para poder ser candidato a senador y así el gasto que supone los traductores sería nulo!
¿O no?
Esto no es un chiste, es una propuesta más a tener en cuenta, que ahorraría muchos, pero que muchos euros a los sufridos contribuyentes y a la vez elevaría el nivel cultural y lingüístico de muchos de nuestros políticos.
Un saludo.

Manuel Madrid Delgado dijo...

Reitero que a mí esta iniciativa no me parece escandalosa, me parece inoportuna y torpe: no están las cosas para que juguemos a "desentendernos". En lo que sí coincido contigo es en la necesidad de elevar el nivel cultural y lingüistico no sólo de los senadores sino de la gran mayoría de los políticos. Pero algunos no necesitan aprender otros idiomas: irían sobrados con aprender a manejarse bien en el suyo propio.
Saludos.