viernes, 27 de abril de 2007

DECÁLOGO PARA EXPLICAR UNA DIMISIÓN

Ayer dimití como Vice-Secretario de la Cofradía de Jesús Nazareno. No creo que tenga nada que ocultar en este sentido. Actué en conciencia y con la conciencia tranquila, lo que no significa que no duela una decisión de este tipo.

Para evitar cualquier tipo de malentendidos o interpretaciones incorrectas quiero dejar claras algunas cosas. También, para no darle la posibilidad de seguir sembrando bulos e infamias a los que hasta este momento han venido haciéndolo, con el único interés de envenenar el ambiente de la Junta Directiva: se han aplicado el lema de que "a río revuelto, ganancia de pescadores". Ya han conseguido tener revuelto el río. En febrero de 2009 esperan recoger la ganancia.

Lo escrito aquí es lo único real en relación con mi dimisión como directivo de Jesús. Lo demás que cada uno quiera poner de su cosecha, con más mala que buena intención, será imputable sólo a su conciencia.

PRIMERO. Mi dimisión no guarda relación alguna con la petición pública de disculpas que realicé ayer en el foro de Cruz de Guía. Para mí, reconocer que me equivoco no es ninguna humillación. Por lo tanto, no he dimitido por sentirme humillado. Ya el 27 de marzo y luego el 10 de abril presenté mi dimisión: si entonces rectifiqué fue porque me lo pidió como un favor personal el Vice-Hermano Mayor.

SEGUNDO. Mi dimisión no es debida a ningún tipo de rencor personal ni animadversión alguna contra el Hermano Mayor de la Cofradía. Hacia Pepe Ruiz siempre guardaré el mayor de los afectos y de las consideraciones personales, porque por encima de cualquier discrepancia a la hora de entender el funcionamiento de la Cofradía, siempre tendré presente que fue él la persona que me honró nombrándome directivo de la Cofradía a la que pertenezco desde que nací. Y porque desde febrero de 2003 hasta la última Junta General de la Cofradía –el pasado 25 de marzo– he sentido, siempre, que el Hermano Mayor ha confiado en mi trabajo.

TERCERO. Creo que el vínculo más importante que existe en una Junta Directiva es el de la confianza. Y estoy convencido –tal vez equivocadamente– de que el vínculo de la confianza se ha roto en mi caso: no tiene sentido que siga perteneciendo a la Junta Directiva de Jesús una vez que creo que no gozo de la confianza del Hermano Mayor.

CUARTO. Sólo lo anterior explica mi dimisión: no podía, en conciencia, seguir formando parte de la Junta de Jesús, porque estaba convencido sinceramente de que mi permanencia iba a causar más daño a la Cofradía que mi marcha. Si me he equivocado dimitiendo, el tiempo lo dirá: ahora me queda la tranquilidad que siempre he tenido, porque todo lo que en mi vida he hecho ha sido con el único afán de ser consecuente conmigo mismo: no hay peor pecado que el de traicionarse uno mismo.

QUINTO. Esta dimisión no genera en mí rencores, odios o deseos de revancha algunos. Si algunos los presuponen será como consecuencia de sus retorcidas y enfermas mentes. He dejado de ser directivo, pero seguiré siendo hermano de Jesús hasta que mis hijos me vistan por última y definitiva vez la túnica morada de los Viernes Santo de mi vida. Y desde esta recuperada posición de hermano anónimo seguiré colaborando con mi Cofradía, en la medida en que me lo soliciten y de acuerdo con mis posibilidades y mi recuperada condición de hermano raso.

SEXTO. En ningún momento ha existido camarilla alguna creada o amparada por directivos con la pretensión de segar la hierba bajo los pies del Hermano Mayor, que hasta este momento (y puedo atestiguarlo ante quien le duela) ha gozado del apoyo y del cariño personal de TODOS los miembros de la terna que lo acompañó en las elecciones y de la Junta Directiva que nombró. Nadie ha jugado a nada extraño y quienes han amparado y difundido este bulo son los únicos responsables del daño que puedan haber causado a la Cofradía.

SÉPTIMO. Durante los cuatro años que he formado parte de la Junta Directiva de Jesús no he tenido más pretensión que la de cumplir con mi obligación como mejor he sabido o he podido. No he tenido ninguna otra aspiración ni he ambicionado báculos de más brillo o puestos de más postín. Sólo yo sé la parte de recogimiento y encuentro íntimo que he perdido saliendo con un báculo en el centro del guión en lugar de con mi varal de tres tulipas en las largas filas moradas de la mañana del Viernes Santo: volver a esas filas anónimas ha sido mi única pretensión. Formar parte de la Junta Directiva ha sido una carga que he aceptado como obligada por mi condición de hermano de Jesús: ser cofrade significa implicarse y yo nunca he escurrido el bulto si alguien ha confiado en mi. Servir –cuando se puede– es un deber y con ese único convencimiento he sido directivo de mi Cofradía.

OCTAVO. Quiero agradecer públicamente el apoyo explícito y sincero que he recibido del Vice-Hermano Mayor –José Luis del Castillo– y del Administrador –Juan Marín–. Su gesto los honra, y mucho. Y por él les estoy grandemente agradecido.

NOVENO. Igualmente quiero dejar claro que los miembros del Grupo Joven cuentan con toda mi admiración. No es fácil levantar un grupo de jóvenes en una Cofradía que no tiene bandas, entorchados o cornetas cantarinas. Aquí se ha conseguido por el empeño de dos vocales jóvenes y por el amor de un grupo de chavales a Jesús Nazareno; y su trabajo –digan lo que digan algunos– dio los mejores frutos: nunca tuvo la Cofradía más hermosos altares de cultos que en los actos previos a la Semana Santa pasada. Duele pensar que puedan cortarles las alas ahora que empiezan a remontar vuelo.


DÉCIMO. Termino dando las gracias públicas, con todo el corazón, a todas esas personas –amigos– que han hecho posible la magnífica realidad de la Revista "Jesús" los años que he tenido el honor de dirigirla. Si me pusiera a nombrar a tantos amigos, algunos se quedarían en el tintero. Por eso gracias a todos: a los que han escrito, a los que han mandado sus fotos, a los trabajadores de Gráficas Minerva, a la familia de Juan Pasquau, a todos MUCHAS GRACIAS.

2 comentarios:

Eugenio Santa Bárbara dijo...

Me parece el decálogo perfecto. Honrado, clarificador y sin rencores. Yo no lo hubiese expresado más nítidamente. De todas formas te recuerdo lo dicho: Dios no se queda con nada de nadie. La vida termina colocando a cada cual en su sitio. Sólo es cuestión de tener paciencia y esperar.

Saludos y mi solidaridad.

Eugenio

Eugenio Santa Bárbara dijo...
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