Vale. Ya no tiene el Partido Popular que preocuparse por el adelanto de las elecciones, ya están adelantadas, ya puede dedicarse a cargar contra la protesta cívica de los indignados, ya puede rendir todos sus esfuerzos a recibir a Benedicto XVI. Ya tiene candidato el Partido Socialista, ya puede continuar con su cantinela de que no hay programa de la derecha, como si a estas alturas de la crisis todos los programas no fuesen el mismo, el que han diseñado los banqueros y las agencias de calificación, y como si los ciudadanos no nos supiésemos ya por adelantado y de memoria la promesas que van a comenzar a llover sobre nosotros. Vale, pues. Ya todo está listo para que en cuanto llegue septiembre los políticos se lancen voraces los unos contra los otros y todos contra nosotros, a cara de perro, con esa palabrería gorda que conforma la nauseabunda artillería electoral sobre todo en elecciones como éstas en las que los hunos y los otros saben que es mucho lo que se juegan, ellos, porque lo nuestro está ya todo jugado.
Es difícil cifrar esperanza alguna en lo que suceda después de las elecciones generalísimas del 20-N. La economía, los grandes números, las grandes firmas, los bancos, esos tal vez si lo hayan apostado todo a según quién gane, pero a los ciudadanos, sinceramente, nos da igual, porque lo que nos espera es una tiniebla profunda, densa, tan espesa como un chuletón de carne putrefacta. El brutal recorte de derechos básicos, fundamentales, que se está aplicando en Cataluña por parte de personas que se llaman democratacristianas es sólo un aviso: muchos de los derechos de los que todavía gozamos, muchos de los servicios que todavía se nos prestan, van a desaparecer después del 20 de noviembre, independientemente de quien gane porque las directrices de gobierno no se impondrán en Moncloa sino desde más lejos, desde más alto. Tal vez por esa negra perspectiva que la historia ha puesto delante de nosotros y delante de nuestros hijos los candidatos de los dos principales partidos políticos resultan tan aburridos y causan tanto sopor.
Cuando el país necesita un revulsivo moral que le diga que es posible superar el drama en el que día tras día viven millones de compatriotas, cuando lo que se necesita es un calambre cívico y político que estimule las ganas y las conciencias, cuando España necesita alguien capaz de unir todo lo desunido y alguien capaz de ilusionar todo lo desilusionado, cuando se necesita alguien capaz de ponernos en pie y decir que podemos, lo que nos ofrecen son dos momias travestidas de candidatos que en realidad parecen los gerentes casposos de un negocio de pompas fúnebres a punto de cerrar por falta de clientes, que es el colmo de la desgracia. Grises, oscuros, con cierto toque de perversión y de estupidez, Rajoy y Rubalcaba, las dos R con las que noviembre condenará nuestro futuro, lo único en lo que se diferencian es en el tipo de ataúdes que nos venden; Rajoy, chico de familia bien, formal, el típico bobo que quiere ser gracioso y que aburre hasta a las flores de plástico de los cementerios, registrador de la propiedad para más INRI, ha puesto en el escaparate sus ataúdes clásicos y elegantes, negros y con ribetes dorados y con un crucifijo gigantesco sobre la tapa; mientras Rubalcaba, el vendedor locuaz que se envenena si se muerde la lengua y que si escupe parte una baldosa, quiere mandarnos a la vida eterna de la miseria neoliberal, que es la vida que sigue al Estado del Bienestar, embalsamados dentro de ataúdes de colores, como si fuera así posible disfrazar el drama en el que nos han metido.
Tendremos que aprender a vivir en unas condiciones que cada día, cada año, se irán pareciendo más a las de las novelas de Dickens y Zola. Y, además, tendremos que aprender a vivir aburridos porque, como sentenció Lampedusa, también hay que saber aburrirse.
(IDEAL, 11 de agosto de 2011)
1 comentario:
Hola Manolo, cuánta razón llevas. Aprovecho la ocasión para ponerme en contacto contigo, a través de este comentario, y plantearte la siguiente cuestión:desde el IES Los Cerros hemos intentado realizar encuentros con autores que pertenecen al circuito del "Centro Andaluz de las Letras", pero siempre han dicho que eso es mejor realizarlo a través de los ayuntamientos. He pensado que podría ser interesante como actividad dentro del Club de Lectura "Antonio Machado", que se ha puesto en marcha gracias a la colaboración de Muñoz Molina,contactar con el CAL y realizar alguna actividad, en la provincia ya lo hacen en Andújar, Guarromán y otros pueblos, por qué no en Úbeda. No sé si está en tu mano o en la de personas que tú conozcas, pero se puede intentar. Hasta otra ocasión y gracias por el interés. M.J. Leiva.
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