Acabo de llegar de Peal de Becerro, de cumplir con una de esas obligaciones que a uno le gustaría no tener que cumplir nunca. Obligación sobre todo de amigo, aunque en cierta medida también lo era profesional: acabo de llegar de abrazar a mi amigo Andrés Vico y de llorar con él. Conozco a Andrés desde hace más de diez años, cuando comencé a trabajar como Jefe del Negociado de Cultura y Fiestas en el Ayuntamiento de Úbeda; él era, y sigue siendo, Presidente de la Asociación Provincial de Feriantes. Durante este tiempo nos hemos visto muchas veces, hemos discutido unas cuantas –Andrés tiene un corpachón inmenso y un genio desmadrado que esconden, debajo de su coraza de hombre duro, un corazón tan grande como una noria–, pero siempre hemos sabido ser amigos. Hoy, al abrazarlo, sin poder aguantar las lágrimas, he sentido una infinita compasión, una ternura sin límites por ese hombre. Ayer por la mañana perdió, de golpe, a su hijo, a su nuera y al nieto que iba a nacerle dentro de una semana. Venían de la boda de unos amigos en Torredelcampo, y cuando a penas quedaban unos kilómetros para llegar a su casa, la mala suerte se les cruzó en forma de coche conducido por jóvenes que venían de fiesta, según comentaban. ¡Cuánto hubiese dado por no haber tenido que ver nunca así a Andrés Vico!
El caos, el azar, la sucesión fortuita de acontecimientos: ¿cómo pensar en un orden que rija el universo, cómo pensar en una forma trascendente de amor, cuando comprobamos que la línea que separa la vida de la muerte es tan delgada, tan frágil, tan volátil, tan caprichosa, tan injusta, tan arbitraria, tan incomprensible? ¿Cómo no pensar, en estos momentos, que somos resultado –nosotros, el universo entero– de una mera agregación desordenada de acontecimientos, no de una causalidad sino de la casualidad, de la pura y trágica casualidad? ¿Cómo invocar a un orden anterior a lo existente cuando todo lo existente es un desorden, un gran chapuz sin raíles ni sentido ni dirección? Lo ha dicho mi amigo Alberto escribiendo sobre este mismo accidente: la línea que nos separa de la nada es tan fugaz, tan inesperada como un frenazo en la carretera, nada más. Y al otro lado del frenazo sólo quedan esa tristeza infinita que yo acabo de ver en las personas deshechas por el dolor que abrazaban los cuerpos sin vida de sus hijos (y de su nieto) antes de que la muerte los desapareciera definitivamente por los caminos del tiempo que se marcha.
Creo que nunca he escrito en este Camino una entrada tan triste, tan desolada. Lo noto porque me tiemblan los dedos mientras escribo, pero es que ahora mismo no tengo otra manera de intentar deshacer el nudo que me aprieta la garganta que escribir esta rabia y esta desolación.
13 comentarios:
Has dado en la clave: el desorden de la "creación" es lo que mejor explica que no es necesario un ser superior para explicar el universo.
Se dice que si no hay Dios todo es resultado del azar, pero si hay Dios, todo sigue siendo resultado del azar.
Mejor pensar que no hay Dios, porque entonces tendríamos encima que considerar que es o un perfecto inútil y por eso sale algo como este mundo, o es un gran malvado y por esto tanto sufrimiento.
Es más fácil entender un mundo sin Dios que un mundo con Dios.
Lo siento por tu amigo, hoy debe ser el día más amargo y crudo de su vida.
Al anterior comentarista me gustaría decirle que está muy pasado ya ese alegato contra el Dios inútil que permite el sufrimiento. La teología ha evolucionado un poquito más deprisa que el catecismo. Si hay Dios, te aseguro que está más cerca de la compasión verdadera por el sufrimiento ajeno, que de la sala de máquinas en la que se decide quién gira a la derecha y quién a la izquierda. Si hay Dios, estará esperando el momento de poder susurrarle palabras de consuelo al oído de Andrés Vico.
Es una GRAN TRAGEDIA.Nadie que no lo haya pasado podría ponerse en el pellejo de esos familiares en estos momentos. Un fuerte abrazo.
¡Y siempre culpando a Dios de todo lo malo e imperfecto que sucede en el mundo!
Olvidáis, respetados comentaristas y respetado Manolo, que existe la LIBERTAD, preciado don con que DIOS, o QUIEN vosotros queráis llamar, ha dotado a los seres creados inteligentes, al resto de seres no, sólo les ha dado unas leyes por las que se rigen, y que precisamente según se use esa LIBERTAD así suceden una serie de segundas consecuencias que benefician o perjudican a los demás vivientes. Tal es de precioso ese don de la LIBERTAD otorgado al ser humano, que con el uso de ella hasta puede revelarse contra QUIEN se la ha otorgado.
Si los que han provocado tan lamentable y cruel accidente hubieran hecho buen uso de su libertad, pienso que nada fatal hubiera ocurrido.
Y como yo creo que SÍ hay DIOS, ya veréis como "quien da la llaga da también la medicina".
De hecho ya la está ofreciendo a través de los que rodean a esa familia que ha perdido a sus seres queridos y que son: sus amigos, sus paisanos y todos los que los quieren y se ofrecen a ayudarlos y consolarlos.
¡DIOS sigue actuando a través de...!
Mi condolencia al Sr.Vico y mi pobre disponibilidad para lo que necesite, aunque no lo conozco.
A Fermando Gámez: pero amigo, cuidado con tus argumentos, porque el primer comentarista no echaba las culpas de nada a Dios, ya que no cree que haya Dios...
El azar existe, Dios existe, la libertad es una aspiración, y Dios es tan omnipotente, y tan impotente, como lo es la compasión y la caridad, es decir, el amor.
Me encantaría tener esa fe a prueba de fallos de quienes creen sin interrogantes ni preguntas y ante dos ataúdes que guardan tres cuerpos muertos, uno de ellos sin nacer aún, que Dios es amor y compasión y que se conduele con los resultados de su propia Creación (la muerte, la injusta muerte, el sufrimiento, forman parte de la Creación entendida como lo existente, ¿o no?).
Me encantaría tener esa convicción de quienes creen que no existe Dios ni nada que se le parezca y que todo lo existente es resultado de la casualidad y del azar, que todo comienza por una conjunción de casualidades y que se termina cuando a uno lo meten en el agujero, y que la vida es así y punto y que el sufrimiento y el dolor y la muerte son los peajes que hay que pagar por los momentos de dicha.
Me encantaría tener esa fe convencida, sin grietas ni contradicciones, de que todo lo bueno de la Creación es obra de Dios y todo lo malo resultado del mal uso que el hombre hace la libertad que Dios le ha concedido, y me encantaría que esta visión me explicase el sufrimiento de los niños o las disfunciones de una Creación realizada desde la absoluta bondad.
A veces incluso me encantaría tener una fe tan sólida, tan sin preguntas, tan ortodoxa, que me permitiera leer con anteojos y ver lo que quiero ver, leer lo que se quiere leer, y no lo que se escribe.
Me encantaría poseer esa felicidad, esa beatitud, de quienes se echaron a la espalda una idea, una creencia, y cargan con ella pase lo que pase, caiga quien caiga, sin pararse en el camino, dejar la carga por un momento y pensar cuánto pesa, siquiera eso.
Pero tengo que contentarme con esta fe atormentada, que duda y cree, que no encuentra frase más hermosa para un creyente que aquella de “¡Señor, creo, ayuda mi incredulidad!”, una fe que se cae cuando contempla el dolor y la injusticia y que lucha para levantarse, que se hace de preguntas y de heterodoxias, que se niega a transitar por caminos que otros han abierto y que quiere buscar, madura, el suyo propio, que se niega a aceptar respuestas hechas y que busca las suyas aún a riesgo de quemarse, de abrasarse. Si a los monolíticos, a los ortodoxos, a los dogmáticos, a los que tienen la respuesta antes de que se haga la pregunta, a los que creen o no creen sin más, porque sí, si a todos estos esta fe les molesta, mejor harían en pasar de las entradas donde se hable de estas cosas. No están hechas para molestar a los hipersensibles, sino para acompañar a tantos como estoy convencidos comparten conmigo esa misma fe de los que buscan a Dios entre la niebla.
Saludos.
Me encantan los beatos. Yo soy un racionalista que no cree en Dios porque me parece que un mundo con Dios es más inexplicable racionalmente que un mundo sin Dios, porque al fin y al cabo un mundo sin Dios es un mundo caótico y sin sentido pero un mundo con Dios sigue siendo igual de caótico y con tan poco sentido (a no ser que ustedes le encuentren sentido al sufrimiento, por ejemplo, de los padres que pierden a sus hijos) pero encima hay que justificar a Dios. Las dos opciones causan desazón y consternación, porque hay sufrimiento tanto si existe Dios como si no, pero como la primera opción (un mundo sin Dios) es más inteligible y más sensata (todo es una mierda porque sí, y no tengo que justificar a Dios pese a la evidencia de que su creación sería una mierda) me quedo con esa opción. Así que yo no le hecho la culpa de nada a Dios, Sr. Gámez, al contrario es usted el que como bien señala Manuel se dedica a exculpar al Dios en el que cree imputando todas las culpas a los hombres gracias a un manido concepto de libertad. Me resultaría interesante que explicase usted qué culpa o qué responsabilidad tiene la libertad del hombre del cáncer, la leucemia infantil, los terremotos, los maremotos o las sequías, y no me diga que el hombre es libre de investigar para poner fin a esas enfermedades o para construir edificios que no resistan los movimientos sísmicos, porque ese argumento es falso, ya que eso sirve para echarle al hombre la culpa y porque en realidad el hombre podría, según usted, hacer eso ahora, pero las enfermedades y los desastres naturales también han existido mientras el hombre no tenía más remedio contra ellos que inventarse un Dios que consolara en otra vida todas las jodidas de esta vida.
Y en cuanto al Sr. Esponera, que parece más sensato que el anterior, me temo que los avances teológicos no significan nada, porque el objeto de la teología no es aprensible y no deja de ser una mera filosofía especulativa. Usted mismo difiere el amor de Dios a un querer amar ("estará esperando el momento de poder"), pero es imposible justificar la falta de amor de una "creación" sin entrañas. Si hay Dios difícilmente puede explicarse su condición de todobondadoso: podía haber creado un mundo sin sufrimiento, sin dolor, sin enfermedades, sin catástrofes naturales, podía haber creado una muerte ordenada y razonable, y no lo hizo. La teodicea lleva siglos queriendo explicar esa contradicción, pero las respuestas no dejan de ser especulaciones, especulaciones, especulaciones.
Entiendo su deseo de consolarse en sus creencias religiosas. Pero no entiendo su afán de juzgar a quienes no tenemos esas ideas y quienes hemos asumido el racionalismo ateo después de mucho pensar. Puestos a elegir entre creyentes, me quedo con Manuel, después de haber leído todos los artículos dedicados a RELIGIÓN que hay en este blog, porque Manuel tiene la valentía de formularse preguntas sin red y eso dice mucho a favor de una persona, y marca la diferencia entre ser, como él mismo dice, un creyente maduro y un beato que repite lo que dicen los curas, amén.
Me interesa este debate. Ahora sí está bien planteado. Yo soy de los que piensan que la fe es un fenómeno humano complejo, que tiene un contenido bioquímico, ontogénico y filogénico. "Tener fe en Dios" puede significar cosas absolutamente dispares, incluso incompatibles: bastaría con preguntar a unos y otros qué es Dios. La fe, al menos la mía, pero creo que la de todos, está cuajada de increencia: no se entiende la fe sin la increencia, salvo el caso de los crédulos: pero esa es otra historia. Comparto absolutamente la fe movediza, voluntarista, contradictoria, de Manuel.
Y entiendo el racionalismo (ahora bien explicado) de Anónimo. En el fondo entre una actitud y otra sólo hay un "click" mental de diferencia: querer seguir creyendo, o querer dejar de creer (para quien un día creyó).
Lo que sí quiero decir, desde luego, es que para mí el sufrimiento injusto y absurdo no es en absoluto un alegato contra Dios, por que nunca he creído en un Dios omnipotente, tipo Yaveh. Me cuesta imaginar un Dios separado del mundo y de la historia. El Dios del universo me queda lejos. El Dios al que no quiero dejar arrumbado en el desván es el Dios que puede explicar el perdón, la generosidad, la compasión. Y ese Dios es tan débil como nuestra propia naturaleza. No me imagino a un Dios dirigiendo un videojuego en el que los muñecos somos nosotros. Si existe, no tengo noticias de él. Me interesa el Dios (quizás creador, quizás creado) que dijo a la humanidad que no mirase tanto arriba, que estaba entre nosotros. Y he de reconocer que he conocido a personas a quienes doy crédito, que han vivido como si Dios existiera.
"Querer seguir creyendo". Me parece, Miguel, que ahí has dado en la clave. La interpelación que el mal o el dolor hacen a nuestra fe es tan grande, tan terrible, que salvo que seamos crédulos dogmáticos, la duda tiene que corroernos. Y a partir de aquí la fe se convierte en eso, en un acto de voluntad, no en un creer, sino en un querer creer, tal y como señalaba Unamuno. O se decide seguir creyendo, en la batalla en lucha, o se opta, como legítima y honestamente hace Anónimo, por rendirse ante las "evidencias" del sufrimiento y se abandona la fe. Todo lo demás, como diría otra vez Unamuno, o es hijo de la ignorancia o es hijo del fingimiento.
A mí este debate también me parece interesante en grado sumo, porque hace que los creyentes nos independicemos de la condición de rebaño pastoreado y nos otorga una madurez para nuestra fe. Lo triste es que estos debates no se planteen, por ejemplo, en el seno de nuestras cofradías, como un elemento más de la formación de los cofrades: soy de los que piensan que se forman mejores creyentes formando en la duda, porque la fe que se obtiene de ese proceso es más sólida, quizá más terrible, pero sin duda más sincera. Cosa distinta puede ser cierto miedo a que enseñar en la duda suponga una independencia de criterio que no guste a todos los creyentes.
Y sí, a mí me parece que ese Dios compasión, ese Dios que se estremece en las entrañas del dolor, impotente para acabar con él, ese Dios que muere y resucita, es el único Dios posible para los cristianos, porque al fin y al cabo el Evangelio es la apuesta más honesta y firme que nunca se ha hecho por la compasión, forma suprema del amor, por cuanto se duele en el dolor de los demás y se alegra en sus alegrías.
Saludos.
Lleva razón Miguel en que ahora el debate está puesto en sus justos términos, porque la fe es una cuestión de voluntad, salvo para los beatos, que es otra cosa. Miguel y Manuel quieren creer y eso me parece un gesto heróico, sinceramente, yo simplemente dejé de querer creer porque las contradicciones entre la fe y la realidad del mundo se me hacía insoportable y me parece más comprensible este mundo sin Dios que un mundo con Dios en el que no se puede cesar en la búsqueda de justificaciones, argumentos o razones para intentar comprender a Dios. Y estoy con Manuel en que es una pena que estos debates entre creyentes, y digo creyentes y no beatos, y también con no creyentes pero interesados por estas cuestiones, no sean estimuladas dentro de la propias instituciones eclesiásticas. Yo tengo claro que no se hacen porque los pastores no quieren perder el control del rebaño, y porque ellos no quieren creyentes como Manuel o Miguel sino como el Sr. Gámez.
Lo que he escrito, creo que ha sido con total corrección, sin ofensa para nadie y como expresión de algo que siento,vivo,creo y he conseguido asumir después de bastantes años de vida, trabajos y luchas por darle a mi vida sentido y una razón poderosa y convincente para vivirla.Nadie, ni mis padres ya difuntos hace tiempo, me han impuesto nada; cuanto menos lo que dicen los curas. El mensaje que me ha interesado y me sigue interesando más que ninguno es el de JESÚS, que leo, releo y medito diariamente.
Mi primera expresión entre exclamaciones es totalmente impersonal y no dirigida para recriminar a nadie de los que están haciendo sus comentarios; es fruto de haber leído y escuchado muchas veces que DIOS es culpable de todo lo "malo" que hay en el mundo. Vale, quien así lo crea, no tengo nada que objetar, aunque sí el derecho a expresar lo contario y explicarlo; pero que no se me descalifique, ni se tilde de beato ( creo que con sentido peyorativo y no con el que en realidad tiene: beato= feliz).
Por lo demás estoy de acuerdo en algunas cosas que se expresan y en otras no. Pienso, para concluir, que este tema como otros muchos que el amigo Manolo introduce, requieren de una serena charla y no de un comentario tras otro en un blog, sin saber qué persona tienes delante. Me gusta ver a quien le hablo.
Un saludo para todos.
Supongo que el tono empleado por el anónimo no es el más correcto, pero nunca he borrado ningún mensaje del blog (ni siquiera esos en los que directamente se me insultaba), y creo que estos mensajes, más allá de algunos deslices, han aportado una visiones interesantes. Así que haya paz y que no se salga de madre, y yo, Fernando, opino que estos foros son una buena herramienta para debatir con serenidad cosas como éstas. No siempre se dispone de tiempo para charlar de estos asuntos largamente, cara a cara, y, además, estos son debates que le interesan a muy poca gente. Fíjate, creo que ni a una gran parte de los católicos les interesan estos temas.
Un abrazo.
Sr. Gámez, no era mi intención molestarlo en este debate sumamente interesante. Si así ha sido, le pido disculpas.
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