miércoles, 24 de noviembre de 2010

IMPOSTURA




Tiene la cara descompuesta. El médico. Entra a su despacho y mira el título colgado en la pared, en una precaria alcayata. Se arrepiente de haberlo comprado en una tómbola. Sabe, sólo sabe, administrar aspirinas. Pero en el pasillo tiene un papeletón. El enfermo trae algo parecido a un infarto. Boquea, echa espuma por la boca, le falta el aire. Él le ha dado una aspirina, pero la enfermera le dice que hay que operar. A corazón abierto. A él, en realidad, lo que le gustaría sería salir a la puerta, tomar aire fresco y decirle a los de la funeraria que pasen, que el fiambre está listo para ser recogido, que no se ha podido hacer nada para salvarlo, que el resfriado se ha complicado y que estas cosas pasan. Pero tiene miedo de salir siquiera al pasillo: los hijos del enfermo espera una respuesta, una decisión. Quieren que viva, cómo sea. ¿Están dispuestos a que opere sin anestesia? Uy, eso debe doler mucho, piensa mientras se distrae por un momento escuchando los gorriones que chillan detrás de la cortina de niebla. Pero los familiares quieren que viva. Cómo sea.

Él no sabe que hacer. Está perdido. Odia al enfermo: ¿por qué ha tenido que venir al hospital precisamente cuándo él estaba de guardia?

Arrecian los golpes en la puerta.

Los gritos suben de tono.

Los familiares exigen una operación. Ya. Ahora.

El enfermo se muere. Alguien dice, en el pasillo, que se está poniendo azul.

Descuelga el teléfono y llama a un colega. Atropelladamente le confiesa la mentira, reconoce su incapacidad. Le ruega que venga pronto, porque la aspirina no ha hecho efecto. Se desploma cuando el colega le dice que él también compró el título en una rifa, en una tómbola desbaratada. Cuando le confiesa que todos los médicos del hospital tienen títulos falsos.

Salta por la ventana. Justo a tiempo: ya están ardiendo los rincones del despacho. Los familiares, revolucionados, rabiosos, van a por todas: a por él, a por el director del hospital, a por las enfermeras. ¿Cómo juzgar su ira, cómo arremeter contra su violencia?

Pisa el acelerador del coche. Tiene que huir. Por el espejo retrovisor ve que el hospital es ya una llaga de fuego. Alguien ha levantado sobre las llamas al enfermo muerto, como una bandera.

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