Qué difícil resulta encontrar argumentos para no tener miedo del futuro inmediato. Miro a mi hijo, a mi mujer, las pocas cosas que tengo y que tanto me ha costado conseguir, y me produce vértigo pensar que todo eso puede estar puesto en almoneda por la crisis económica. Entran ganas de ir al banco y retirar el poco dinero que se tiene, por lo que pueda pasar, y de llenar la despensa, como hizo mucha gente la tarde del golpe de Estado de Tejero, por puro pánico ante lo que el futuro podía ser. Y me da miedo pensar en tantas familias, en tantos críos –sobre todo en tantos niños– que ya lo están pasando mal y para las que parece hay pocas esperanzas, y en el desastre humano y personal que supondría que ese número de personas que sufren se acrecentase cada vez más.
No tranquiliza que el gran negador de la crisis, que el optimista antropológico, acuda al Congreso de los Diputados a decir que las cosas son tan frágiles que pueden ir a peor. Si el mismísimo ZP reconoce esto, ¿es que hay algo que no sabemos, hay algo terrible que se nos oculta? ¿Estamos ya contagiados por el cáncer que corroe Grecia, Irlanda, que pronto atacará a Portugal? No sé, pero comienzo a tener miedo, comienzo a ser presa de esta sensación generalizada de que nos vamos a la mierda, de que esto, este chiringuito, este país, se hunden. Que se hunda un país no es nada, no significa nada: lo que se hunden son las familias, las ilusiones de las parejas jóvenes, las risas de los niños, el futuro de nuestros hijos. ¿Es eso lo que se hunde?, ¿es eso lo que nos ocultan?
Yo no sé quién abrió la panza de los cisnes, pero parece que los augures –da terror asomarse a las páginas que el “Financial Times” le dedica a España– aventuran, para los primeros meses de 2011, el colapso de la economía y de las financias de España. Así dicho, así escrito, parece algo lejano y que no nos afecta, pero traducido al lenguaje que todos hablamos, eso significa nuestro empobrecimiento, nuestra ruina, el tener que comenzar a renunciar a muchas cosas, el tener que comenzar a escalar una tremenda cuesta de sufrimientos personales.
Comienzo a tener miedo. Comienzo a sentirme como los pasajeros de tercera del Titanic, esos para los que no hubo botes salvavidas, esos que vieron como se ahogaban sus hijos mientras las marquesas y los banqueros y los navieros se montaban en los botes salvavidas, insensibles a la agonía de los niños pobres, de los obreros de Londres que emigraban a Nueva York y encontraron la muerte en el centro del Atlántico. Me temo que nadie ha pensado en los botes salvavidas y que estamos solos enmedio del mar helado. Todos somos hoy como aquellos pasajeros abandonados a su desgracia.
Ojalá esto sea sólo una pesadilla de noche de domingo, de noche de otoño. Ojalá que 2011 demuestre que los augures se equivocaron y que todavía podemos seguir tirando, que no es poco.
5 comentarios:
No te falta razón amigo.
Intento ser optimista. Sin embargo comparto tu inquietud.
Todo esto ha resultado un disparate y no solo me refiero a la forma de afrontar esta situación, sino también, a las etapas precedentes.
No se ha sabido nadar y guardar la ropa y luego, pasa lo que pasa.
Leo en un periódico de tirada nacional que Irlanda ya ha solicitado la ayuda de sus socios europeos, que ZP se reunirá con las 25 empresas más importantes de este país y muchas cosas más.
Nuestros "cerebros" se fugan; los que se quedan, borran de un plumazo titulaciones de sus currículums simplemente para trabajar por 400 o 500 euros mientras gente, algunos sin preparación, se erigen en salvadores de una situación que gente como ellos han provocado y gente como ellos han permitido.
Ciertamente, la situación, cuanto menos, acongoja.
Te diré más, miedo me da lo que aún nos queda por ver, no ya a comienzos de año, sino cuando pasen las elecciones municipales, e incluso las nacionales.
Un saludo.
un buen lugar este
Javi, me parece que nos abocamos a una situación en la que resistir ya será un heroísmo. Y en la que no podremos eludir más la responsabilidad de plantarnos frente a una casta política ineficaz, corrupta e inútil.
Ojalá que los pesimistas nos equivoquemos, porque ya hemos visto a donde hemos llegado con el Gran Optimista...
Saludos.
Yo no he sido nunca pesimista, pero veo la cosa muy fea. Tampoco tengo miedo. Ya no tengo miedo a casi nada, pero estoy preocupado, (sobre todo por el futuro de mis hijos), y muy cabreado, enormemente cabreado.
La banca, los constructores y los políticos han hundido el país y las consecuencias sólo las pagamos los parias. Eso, más que dar miedo, cabrea y mucho.
Grecia, Portugal, Irlanda y España han sido siempre el culo de la Unión Europea. Ya han caído dos y Portugal tiene todas las papeletas. ¿Por qué habríamos de salvarnos nosotros? Eso lo ve un ciego...
Eugenio, me parece que la única lucidez posible, hoy por hoy, está en el pesimismo. Llevas razón en una cosa, más que miedo lo que tengo es preocupación, una gran preocupación. Sobre todo por el futuro de mi hijo. Pero discrepo contigo cuando dices que esta situación la han provocado políticos, banqueros y constructores: la han provocado ello pero la hemos consentido todos nosotros, que aplaudiamos el desfile de vacas gordas. Es cierto que la responsabilidad de esos tres grupos es gigantesca, pero todos tenemos nuestra parte de culpa por habernos acomodado a este sistema económico español que premia la vaganza. Hoy leía, no sé dónde, que una de las recetas que parece le exigen inmediatamente a ZP es la reforma del sistema educativo español: aquí seguimos contentísimos con él, pero fuera quieren que implantemos un sistema que premie el esfuerzo y la excelencia, porque saben que sólo así España podrá ser un país serio. Nos están calando en toda Europa y todos comienzan a ver que un país no puede aspirar a mantener su nivel de riqueza si se conforma con ser un país de becarios y camareros/albañiles al servicio del resto de Europa, que es por lo que se había optado aquí. O cambiamos el chip o nos hundimos. Lo que pasa es que en España nos creemos los más listos del mundo en todo: todo lo nuestro es lo mejor, nosotros somos los mejores a la bin, a la ban, a la binbombán, y así nos va.
Saludos.
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