Imaginen ustedes que en lugar de haber subvencionado el olivar, la Unión Europea hubiera destinado los impuestos de los alemanes a subvencionar las tiendas de marisco. ¿Cuál habría sido el resultado? Pues que a estas horas, todo el mundo tendría una tienda de ese tipo y andaríamos quejándonos de lo baratos que hay que vender los langostinos y las cigalas, que ni para vivir darían. Algo así ha ocurrido con el tema del olivar, sólo que en este asunto la ambición los grandes olivareros y la torpeza y ceguera de nuestros políticos han abocado al «sector del olivar» a una crisis monumental.
En su momento las subvenciones del olivar debieron perseguir dos grandes objetivos: mantener la tupida red de pequeños y medianos propietarios olivareros, que resultan determinantes para la riqueza de Jaén, y potenciar plataformas empresariales que, a través de una gestión moderna y eficaz, comercializaran el aceite de oliva y crearan un círculo virtuoso de riqueza en la provincia. Supongo que esto era lo que debían pensar los esforzados alemanes cuando veían que sus impuestos venían para Jaén. Pero como era de esperar, al pasar la barrera de los Pirineos la subvención se convirtió en una parodia de sí misma. Y ocurrió que la subvención no discriminó a favor de los pequeños sino que a todos se les dio por igual, lo que hizo que quienes pudieron hacerlo se dedicaran a acabar con otros cultivos o con amplias extensiones de monte para, teniendo más olivos y produciendo más aceite, allegar más subvención a sus cuentas bancarias. Eso, por un lado. Por otro, la subvención se destinó a fines distintos a la creación de una malla de comercialización, por ejemplo o a esos proyectos ligados a la innovación, la mejora y a la investigación que podrían haber ayudado a sacar a Jaén el vagón de cola del tren español.
El mal uso de las subvenciones –¿qué repercusión social o económica tenía que la duquesa de Alba o afamados toreros recibieran subvenciones millonarias?– ha llevado al olivar a la actual situación. Ahora hay tantos olivos, se produce tanto aceite, que necesariamente el precio tiene que ser ridículamente bajo. Es una ley básica del mercado: cuando se ofrece mucha cantidad, el precio baja. Y el aceite se pudre en los molinos porque sigue primando un egoísmo de cortas miras que impide la unión de cooperativas y la venta y distribución conjunta del producto, la búsqueda de mercados nuevos. Y esta situación a quien lleva a la ruina es, sobre todo, a los pequeños olivareros y, en menor medida, a los medianos. Si el aceite no es rentable, llegará el momento en que los pequeños y medianos propietarios abandonen sus fincas. Entonces, al haber producirse menos aceite, el precio volverá a subir y los grandes, los poderosos, los que han expandido sus extensiones de olivar con cargo a la subvención, verán como crece su riqueza.
Y así, las subvenciones que con tanto esfuerzo pagaron y pagan los obreros de Munich o de Frankfurt, se habrán traducido, por obra y gracia de los políticos españoles y por su incapacidad y cobardía en la gestión económica –¿por qué no limitaron las ayudas a los grandes olivareros?, ¿qué les debían?–, en la desaparición del olivar familiar, tan necesario para complementar los ingresos de miles de familias de Jaén, y en un incremento final de la renta de los que más tienen. Hemos sido tan listos que al final hemos transferido renta de los que menos tienen a los que más tienen. Los pequeños y los medianos propietarios de olivar, los que tienen doscientas, quinientas, dos mil olivas, se quejan del precio del aceite y dicen que el agua les llega al cuello. Pero los grandes se frotan las manos pensando en el negocio que harán cuando desaparezcan las subvenciones que los han enriquecido y que a la postre han supuesto la puntilla del olivar tradicional.
Pues eso, que somos unos listos.
(IDEAL, 25 de noviembre de 2010)
2 comentarios:
Hola Manuel,yo vivo en Jaén aunque no del sector olivarero ni nunca he tenido relación directa con el sector, pero has retratado la cruel realidad de la situación de Jaén.
A mi, me gustaría por un momento pensar que desde el primer dia que se aprueban las subvenciones al sector olivarero de Jaén,.....1º, los póliticos hubieran tenido una postura más didactica: QUÉ ES UNA SUBVENCIÓN? PARA QUÉ SIRVE Y A QUIEN VÁ DIRIGIDA??? ( LAS COSAS CLARITAS PARA TODOS, LOS LISTOS Y LOS LISTILLOS..)
2º, visión de futuro y sentido común ,para gestionar este periodo de subvenciones como un proyecto ambicioso para la provincia, que ademas se sabia que tenia fin...,
Sin duda hoy, tendríamos los deberes hechos. Con un sector puntero, con unos pequeños y medianos propietarios olivareros unidos y creando riqueza con un producto de cálidad y puesto en el mercado, dando nombre e imagen a nuestra provincia de Jaén.
QUÉ BONITO,NO?
SERÍA PERFECTO!
TODOS HUBIERAMOS SALIDO GANANDO,NO?
ESTARÍAMOS ORGULLOSOS DE NUESTRO POTENCIAL.
SERÍAMOS MÁS COMPETITIVOS, MENOS IGNORADOS.
No se puede ir por la vida de pobres" ambiciosos individualistas,qué tanto el pequeño como el grande se ha enriquecido en patrimonio y en nivel de vida de una prestación que tenía un fin común. Somos una comunidad, temnemos que trabajar para y con el grupo.
Y todo esto, sin entrar, en profundidad ,en la manipulación del resultado del producto con el que se pretende competir.
Ni siquiera, de las lamentables alteraciones ecológicas y medioambientales qué se han permitido el lujo de acometer sin ningún tipo de cargo de conciencia.
Y yo como ciudadana del Mundo, me pregunto:porqué pudiendo hacerlo bien ,lo hacemos mal?
La humanidad aprenderá algún dia de sus errores?
Seremos algún dia, bien llamados seres inteligentes?????
Ese es mi sueño...," otro camino".
Un saludo.
Buena visión del olivar.., un poco catastrófica..., ya lo comentaba nuestro amigo Antonio Cruz (q.e.p.d.) en los coloquios de los descansos en el Instituto que era un error el monocultivo del olivar.., y parece ser que tenía razón..
Un abrazo amigo Manolo y muy buenos comentarios realizas, felicidades...
José
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