viernes, 5 de noviembre de 2010

LO IMPORTANTE Y LA OCURRENCIA



Un joven estudiante decide someterse a una operación de nariz y del quirófano sale en coma irreversible. Entra lleno de vida y de ilusiones y sale convertido en un vegetal. Sus padres inician uno de esos interminables e injustos pleitos contra la clínica y las aseguradoras y, como era de prever con la ley española en la mano, acaban perdiendo el juicio por el que reclamaban una indemnización para poder cuidar a su hijo y son condenados a pagar las costas del proceso, que como ascienden a 400.000 euros, los deja con el piso embargado y en la calle.

Los padres y su hijo se plantan, hace quinientos días, en la puerta del Ministerio de Justicia. Viven, con su hijo en coma, dentro de una precaria tienda de campaña. Ya es milagro que las autoridades de Madrid, tan piadosas, no les hayan obligado a levantar su campamento de la decencia. Sobre la puerta de su hogar (esto es un hogar, porque se funda en el amor sin límites, pese al frío, pese a la lluvia, pese a la indignidad de los médicos y de los jueces) un simple cartel reclamando justicia. Ilusos: no saben que en España no existe, que es un espejismo, una mezcla de sátira y de burla, una parodia en la que los de abajo siempre pierden. Han sufrido en sus carnes eso que se administra en los juzgados y todavía confían en que se haga justicia, en que se indemnice a su hijo, en que se les devuelva el piso que les han robado los carroñeros que se alimentan del sufrimiento de los otros. Esa confianza sólo puede nacer del amor por su hijo.

El heroísmo de los padres. La agonía lentísima del hijo. Es eso lo importante, lo más importante que ayer traían las páginas del periódico. Frente a ese dolor, frente a ese amor, todo lo otro resultaba accesorio.

Luego, para que veamos como la casta política no se preocupa por lo importante sino por las tonterías y las pamplinas, nos encontramos con la enésima ocurrencia del gobierno Zapatero. A los hijos se les pondrán los apellidos de los padres según el orden alfabético de los mismos, salvo que los padres (el padre y la madre, se entiende) pacten lo contrario. Las mujeres españolas no pierden su apellido al casarse. Los hijos españoles llevan los apellidos de su padre y de su madre. ¿A qué viene ahora esta ocurrencia destinada a sembrar un caos de nombres y apellidos y a acabar con una larga tradición española? ¿También esto les parece machismo impenitente? ¿Qué opinan pues de la costumbre mayoritaria en Europa de que la mujer pierda su apellido al casarse y de que los hijos sólo lleven el del padre? Se me ocurren mil preguntas con respecto a la maniobra de distracción de ZP y sus secuaces, y no entiendo, si de verdad creen en la igualdad entre hombres y mujeres (que no creen) porque se no se ocupan de los sustancial: de las mujeres despedidas cuando se quedan embarazadas, de las mujeres que no pueden ejercer su derecho a darle de mamar a sus hijos, las mujeres que cobran menos que sus compañeros, las mujeres acosadas en los centros de trabajo... Nueva igualdad de la pandereta. Pero no quiero seguir por aquí, porque esto no es importante, porque esto no deja de ser otra burla más. Lo peor es que al paso que lleva este gobierno va a conseguir que desalojarlo con las urnas sea una cuestión de salud pública, y que tengamos que acudir a votar con las pinzas puestas.

Qué pena de país, de verdad, qué pena de país.

4 comentarios:

Francisco Javier Torres López dijo...

Otra vez tenemos que darte la razón. Una vez mas pones el dedo en la llaga.
Hoy, viernes, para terminar la semana, yo quisiera haber leido otro artículo como "apunte otoñal" o "lo que vale en la vida" y otros parecidos, que nos hacen sentir un poco mejores, mas personas y mas humanos.
Pero este, que pone claramente en entredicho la acción de la justicia, con toda razon sin duda, y otras intenciones políticas de dudosa decencia, lo que te producen es verdadera repugnancia ante nuestra realidad social.
Pues si, usemos pinzas, a ver si se acaban en los supermercados.

Anónimo dijo...

No entiendo, Manolo, por qué un artículo incluido en un proyecto de ley muy necesario (el Registro Civil tiene muchas disfunciones porque la ley que lo regula es demasiado antigua), es una maniobra de distracción. El Gobierno propone muchas leyes en una legislatura, es su obligación. Y lo hace con sus propios criterios: las Cortes, después, harán su trabajo. Si es una maniobra de distracción será porque todo el mundo se ponga a discutir sobre eso, pero no porque el Gobierno lo incluya en un proyecto de ley. Y si la gente habla mucho del tema, será porque no es tan intrascente. Lo que no tiene sentido es oponerse a la iniciativa "porque no es un tema importante". Vamos a ver, o se está de acuerdo, o no se está, y eso se puede decir en cinco minutos, no hace falta más. Cada año se tramitan muchísimas leyes sobre temas en absoluto urgentes o decisivos. Que el Ministerio de Justicia presente un proyecto de ley sobre el Registro Civil no es distraer la atención, es cumplir su obligación. Que su contenido guste o no, es otra cosa: se aplaude, o se critica.

Yo sí estoy de acuerdo con la iniciativa: no con el orden alfabético (que de entrada ya supone preferencia para unos apellidos frente a otros), pero sí con que no sea automáticamente el del varón. Por ejemplo, el sorteo. Eso no crea desbarajuste de apellidos, Manolo, porque todos los hermanos llevarán los mismos apellidos. Simplemente, permitirá que se conserven los apellidos más apreciados, y se acabará con la idea, todavía latente, de que sólo el varón transmite el linaje. Yo, que tengo dos hijas y un hijo, me alegro de la iniciativa. Sinceramente, no sé qué tiene de malo.

Miguel.

La primera parte del artículo me ha encantado.

Manuel Madrid Delgado dijo...

Javi, es un placer verte por aquí. Lo importante es la vida y cómo la vida se traduce en dolor o amor. Ojalá sólo tuviéramos que escribir sobre lo segundo.
Miguel, el problema es cuando una medida de este tipo se disfraza como un nuevo avance hacia la igualdad de hombres y mujeres. Sinceramente eso me parece una burla y por eso me irritan estas medidas: lo importante no puede ser si un apellido va delante de otro o si se sortean o qué, mientras las mujeres son despedidas al quedarse embarazadas y cosas así. Antes hay que solucionar eso, con la ley y la justicia en la mano. Mi mujer se tiró todo el sábado trabajando en la tienda en la que ahora está contratada, en horario de mañana y tarde y a penas pudo ver a nuestro hijo. Sin cobrar horas extras, claro. ¿Te crees que le importa mucho que apellido lleva primero? ¿Cuánto le puede importar lo de los apellidos a las cajeras de los grandes almacenes que tienen que abrir los festivos, dejando a sus hijos, para mayor honra y gloria de las cuentas corrientes de sus empresas? Y a las dependientas -digo dependientas porque el comercio es una actividad económica con preponderancia femenina- del comercio ubetense que abren los sábados por la tarde para mayor honra y gloria de ALCISER, ¿qué les importa el orden de los apellidos? ¿No se avanzaría más firmemente en la igualdad prohibiendo taxativamente que se acabara con la semana laboral inglesa, construyendo leyes que permitieran que las mujeres que trabajan disfrutaran de sus hijos los sábados por la tarde, los domingos y los festivos? Avanzar en la igualdad, en la protección de los derechos de las mujeres, en la protección de las familias (qué pena que la Iglesia piense que un matrimonio homosexual ataca a la familia y que calle ante todas estas situaciones que realmente sí atacan a la familia), es acabar con estas cosas, es sacar a la mujer y a sus derechos y a la familia y a sus derechos de la implacable lógica de lo empresarial, lo puramente económico, el balance más egoísta de ganacias y beneficios. Y mientras todo esto esté por hacer, comprende que para muchos de los que de una manera u otra lo padecemos, salir ahora con lo de los apellidos en nombre de la igualdad no deja de ser una burla, o algo así.
Por lo demás, te honra, siendo juez, que te guste la primera parte del artículo. Lástima que en España, y ligándolo con el tema del Tea Party, la justicia y los juzgados no estén destinados a aliviar el sufrimiento de los más débiles.
Saludos.

Anónimo dijo...

De acuerdo en que lo que sobra es la retórica, como ocurre con otras iniciativas del Gobierno, a las que les ponen demasiadas mayúsculas (por ejemplo, la alianza de civilizaciones estaría bien si no llevara mayúsculas, es decir, si no tuviera tanta retórica). Efectivamente, la política de igualdad tiene que tener contenidos reales, y no sólo contenidos simbólicos como éste de los apellidos. Desde ese punto de vista, me parece muy bien tu crítica.

Dejando al margen la retórica, yo veo la propuesta como algo de lo que se viene hablando desde hace tiempo en el contexto de la reforma del Registro Civil, como algo "lógico", en línea con la supresión de la preferencia del varón en los títulos nobiliarios, y cosas parecidas: es decir, algo no muy importante, pero correcto.

Miguel.