sábado, 26 de marzo de 2011

¿Y LOS JÓVENES?





Los distintos regímenes políticos han ideado, a través de los tiempos, las más diversas fórmulas para adocenar y adormilar el inquieto espíritu propio de la juventud. En estos tiempos nuestros, las democracias del bienestar piensan que sus jóvenes carecen de cualquier pulsión de rebeldía, acomodados entre algodones más o menos estables o adormecidos por sustitutos de una búsqueda de la verdadera felicidad, que siempre es conflictiva. Por su parte, las tiranías árabes habían soñado con sedar el ánimo de sus jóvenes bien con las amalgamas totalitarias del Islam bien con el odio a los occidentales, a los que se culpaba de todos los males de aquellas sociedades para resaltar la bondad e inocencia de los dictadores y reyezuelos. Y sin embargo, algo comienza a romperse dentro del espíritu de la juventud postmoderna. La necesidad de no quedar desenganchados de la «resurrección» de la historia o, sencillamente, el hartazgo ante unos sistemas que obvian las verdaderas necesidades humanas para satisfacer la codicia y las ansias de las multinacionales y los grupos de presión más poderosos, han empujado a miles de jóvenes en todo el mundo árabe a unirse a través de las quebradizas redes sociales de Internet para dar a luz una plataforma difusa, pero airada y convencida de la necesidad de que algo, lo qué sea, cambie, y por ello tan poderosa que está poniendo en jaque a los dictadores, desde la costa de Marruecos hasta el Golfo Pérsico.

Ese estado de (des)ánimo, ese cansancio trastocado en rebelión constante y persistente en sus fines, comienza a no ser privativa del espacio árabe. Hace unas semanas, los jóvenes belgas tomaban las calles del país para protestar contra la división del mismo y contra una clase política que, incapaz de pensar más allá de sus propios intereses, lleva varios meses sin dotar de un gobierno al país. Y en Portugal, miles de jóvenes (secundados por parados, amas de casa o, simplemente, ciudadanos hartos) llenaron a comienzos de marzo las calles de Lisboa: protestaban contra la precariedad —«Con precariedad no hay libertad», coreaban: magnífico resumen de hacia dónde nos conducen las medidas destinadas a calmar la voracidad de los poderosos—, contra las medidas de ajuste que recaen en exclusiva, en toda Europa, sobre los parados, los trabajadores, las clases medias, las familias, los estudiantes, pero nunca ni sobre empresarios ni sobre banqueros. Convocadas las dos protestas a través de Twitter y de Facebook, los jóvenes han sabido estar a la altura de las circunstancias, poniendo voz a ese malestar íntimo, profundo, que se abate sobre las sociedades europeas y que hace tambalearse nuestros principios: la gestión de la crisis, la sistemática vulneración de derechos adquiridos a lo largo de décadas de lucha cívica, abre las puertas de un populismo de nuevo cuño del que Berlusconni o Marine Le Pen son sólo heraldos o pregoneros.

Pero... ¿y en España? ¿Acaso aquí, donde la conciencia política y cívica sigue secuestrada por los partidos, donde el sistema del bienestar ha sido más tardío y menos amplio que en la Europa del norte, acaso aquí sí han triunfado sin paliativos las medidas de adormecimiento de la juventud? Las tasas de paro juvenil de España están más cerca de las de Túnez o Egipto que de las de Alemania o Dinamarca, la precariedad laboral española o los bajos sueldos o la ausencia real de derechos de los trabajadores debiera empujarnos a alguna forma de rebelión, el nefasto sistema educativo y la falta de expectativas para los jóvenes debiera provocar en ellos un hartazgo, una rabia, alguna manifestación, y sin embargo, aquí no pasa nada, aquí sólo se protesta cuando se prohíbe el botellón. ¿Qué pasa con nuestros jóvenes? ¿Qué hemos hecho con nuestros jóvenes?

(IDEAL, 24 de marzo de 2011)

2 comentarios:

Miguel Pasquau dijo...

Es testimonial el libreto "¡Indignaos!", de Hessel, prologado en su edición española por Sampedro. Va dirigido a los jóvenes, y persigue arengarlos para que no se conformen, para que sean capaces de indignarse.

Tres obstáculos hay para que los jóvenes se movilicen y se impliquen en causas generales: el miedo a perder, el desconocimiento de la realidad, y el descrédito de la ética civil y política.

Una vez me contestaste algo así como que la indignación es una condición necesaria para mejorar las cosas. Tengo que darte la razón, a condición de que se trate de una indignación ética, es decir, la negativa a asumir las realidades injustas incluso cuando estamos en el lado de los favorecidos. No la indignación por los chismes,por los detalles, por el regate corto de un lance político.

Progre dijo...

Esa pregunta se la has de hacer a los que han educado a sus hijos como amigos en lugar de padres.
Si algún joven se manifiesta será contra sus padres porque le hayan bajado la paga semanal un 5%.