Artículo imprescindible el de Irene Lozano hoy en El País. Titulado Los políticos sobrantes, ofrece una interesante reflexión sobre la situación de la democracia española y apunta una necesaria rebelión de la masa civil que exija la devolución de poder que los partidos mantienen secuestrado desde la Transición. Aunque recomiendo su lectura íntegra (sobre todo para esos que la periodista denomina “los más honrados de entre nuestros representantes”: ¿qué esperan para encabezar la rebelión cívica contra las cúpulas de los partidos?), porque creo que invita a tomarse en serio el papel que tenemos que jugar en las elecciones que están por venir, dejo aquí los párrafos que a mí me han resultado más interesantes.
«Cuando Zapatero explica las restricciones presupuestarias afirmando: "sé lo que tengo que hacer. Y lo voy a hacer", sus palabras resuenan como las del diligente mayordomo que se dispone a abrillantar la plata. Pero como nunca lo vimos con traje de librea, tenemos derecho a pensar que manda y a exigirle en consecuencia.»
«La sociedad civil española, debilitada por 40 años de dictadura, no se ha fortalecido en democracia, entre otras cosas porque la estructura de partidos la ha suplantado. Esos clubes antidemocráticos y frecuentados más por arribistas serviles que por idealistas del bien común, han impuesto su visión partidista de la realidad. Convertidos en maquinarias de ganar elecciones y compitiendo por los mismos votantes -el exiguo cupo centrista que inclina la balanza-, se arrojan mutuamente a la cara escándalos de corrupción para deteriorar la imagen del otro. No perciben que, cuando las tramas putrefactas alcanzan cierta complejidad, los ciudadanos tienden a retener una sola idea: la política es el imperio del latrocinio y la impunidad. El corolario lógico de esta decepción consiste en abstenerse y contestar al encuestador del CIS que el tercer problema del país son los políticos.»
«Ahora, formulemos un par de preguntas: si los políticos son culpables exclusivos de sus males, ¿por qué los ciudadanos recibimos el castigo de padecerlos? ¿Por qué culpa y pena no siguen caminos paralelos? La respuesta está en Valencia, donde cunde la interesada idea del aventajado alumno de Fabra, Francisco Camps, según la cual las urnas otorgan un impoluto certificado de penales a los más votados. Contra esta perversión disponemos de un arma defensiva: basta con no votarles. Así, culpa y pena volverán a caminar de la mano: serán los malos políticos quienes reciban su castigo, y no nosotros.»
«El ineludible vínculo entre representantes y representados compromete a los votantes. No solo debemos elegir con escrúpulo, también hemos de tener presente que la inhibición ante el deterioro galopante de la vida pública tiene consecuencias. Aquí todo el mundo se ríe cuando alguien cita la célebre frase de Franco "haga usted como yo, no se meta en política", pero todos seguimos el consejo del dictador. Creo que las democracias más sanas son aquellas en las que los ciudadanos contemplan, no como un derecho, sino como un deber cívico, el dedicar algunos años de su vida a la política.»
«(...) el español es caso aparte. Su ira va en aumento mientras permanece sentado a través de los siglos. Si acaso, se levanta para llamar a una emisora y bramar contra los políticos, brindándonos la insólita imagen del demos contra la democracia. Porque no olvidemos que, en los regímenes parlamentarios, "política" y "democracia" son casi sinónimos: el deterioro de la primera equivale al de la segunda.»
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