Me tropiezo en Schopenhauer (Aforismos sobre el arte de vivir) con multitud de reflexiones que parecen pensadas para la urgencia del momento actual. Me quedo sin embargo con ésta que retrata el estado colectivo de España en los últimos diez años, en los que hemos pasado de la fantasía de considerarnos una potencia mundial comparable a Alemania a torturarnos diariamente con la lectura del catálogo de las miserias que no acechan nuestro futuro y el de nuestros hijos:
«En todo lo que toca a nuestro bienestar y a nuestra desgracia deberíamos mantener a raya a la fantasía: me refiero, ante todo, a no hacer castillos en el aire; porque éstos son demasiado onerosos, ya que al poco tiempo, sollozantes, nos vemos obligados a demolerlos. Pero menos aún deberíamos agobiar nuestro corazón pintándonos desgracias meramente posibles. Es cierto que si éstas no tuvieran ningún asidero, o si fueran totalmente traídas por los pelos, sabríamos inmediatamente que todo no había sido más que un engaño, y nos alegraríamos mucho más de la realidad, que saldría ganando de la comparación, y a lo sumo habríamos extraído de dicha alucinación una advertencia sobre desgracias que, aunque posibles, son muy lejanas. Sucede, sin embargo, que a nuestra fantasía no le resulta fácil manejar estas cosas: lo único que construye de manera despreocupada son sus castillos en el aire. En cambio, el material de sus pesadillas son desgracias que, aunque lejanas, suponen para nosotros cierta amenaza real: son ellas las que la fantasía agranda, colocando la posibilidad de su ocurrencia mucho más cerca de nosotros de lo que en realidad está, y dibujándonosla con colores más terribles. De un sueño así no es tan fácil desprenderse al despertar como de los alegres: pues a éstos los contradice pronto la realidad, dejando a lo sumo una débil esperanza en el pecho de posibilidad. Pero no bien damos cabida a fantasías sombrías (blue devils), cuando éstas nos traen imágenes que no se van fácilmente: pues la posibilidad del asunto ha quedado, en términos generales, demostrada, y no siempre estamos en condiciones de evaluar el índice de su gravedad; es fácil, pues, que se convierta en probabilidad, y de ahí al miedo no hay sino un paso.»
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