Siempre he sido un lector caótico, que no ha dudado en leer tres o cuatro libros a la vez, que se han encontrado esperando su momento en el lugar de la casa en el que cada uno iba siendo leído: un libro en la mesita de noche, uno en el baño, uno el comedor, uno dando vueltas de un lado para otro. Es cierto que en muchas ocasiones, y cuando la lectura de alguno de ellos iba avanzada, se cruzaban en su camino un libro o unos libros nuevos tan atrayentes, que obligaban a postergar lo comenzado. Así me ha ocurrido ahora con El miedo a los bárbaros, de Todorov, que el pobre se ha visto devuelto a su lugar de la estantería porque su lugar ha sido ocupado. Lo curioso del caso es que esta vez no ha sido un libro el que me ha obligado a centrar en él toda mi atención, sino tres a la vez, algo que creo recordar no me ha pasado nunca.
El primero que se atravesó en el camino de Todorov fue Algo mal, de Tony Judt, que González Férriz ha descrito como “la más sólida, razonada y hasta emocionante defensa de la socialdemocracia que uno puede leer en nuestros días”. Se trata, estoy seguro, de un libro importantísimo, fundamental, de lectura obligatoria para todos los que seguimos pensando que la socialdemocracia y su apuesta por la provisión pública de servicios fundamentales es la única salida cívica, y civilizada, a la crisis global que padecemos. Porque se trata o de conservar las conquistas históricas de la socialdemocracia y el Estado del Bienestar o de volver a la barbarie.
El segundo es Por qué es divertido el sexo, de Jared Diamond, uno de esos libros que explican los entresijos de lo humano desde una perspectiva científica y de la evolución y cosas así. Hubo un tiempo, hará seis o siete años, en que me apasionaron estos libros sobre el surgimiento del hombre, y después de la lectura de éste creo que tendré que volver a ellos, porque me produce ese hormigueo que sentía de adolescente cuando leía algo que dejaba muchas preguntas planteadas y sin respuestas a la vista.
El tercero es Lo que me queda por vivir, de Elvira Lindo, una novela que me está gustando mucho. Puede que me guste más la forma, tan anglosajona, del libro que el propio fondo, aunque lo cierto es que resulta fácil implicarse sentimentalmente con los protagonistas. Y lo bueno que tiene, como los libros de otros escritores que me gustan tanto, es que va de menos a más, que poco a poco, página a página, capítulo a capítulo, te va atrapando en la historia, tan veraz y personal.
El último libro que pudo atravesarse en el camino de Todorov fue Conversación en La Catedral, de Vargas Llosa. Curiosamente no he leído nada del reciente Nobel –hubo un tiempo en que mis anteojeras ideológicas me lo convertían en alguien antipático, y sólo ahora comienzo a apreciar la grandeza y profundidad de su pensamiento y su libertad–, y charlando con Muñoz Molina me animé a hacerlo, por su convencimiento, que también era el mío, de que es uno de los grandes y de que el Nobel era más que merecido, después de varios años de Nobeles de puro compromiso políticamente correcto (eso no lo dijo Muñoz, Molina, lo digo yo). Pero desde las primeras líneas, el libro se me ha vuelto a atragantar, como en otras ocasiones. Así que esperaré a la próxima novela del Nobel para iniciarme en su literatura y esperemos que entonces me sonría la suerte.
A ver si entre tanto, Todorov vuelve a salir de la estantería y retomamos la conversación en donde la dejamos...
2 comentarios:
Jared Diamond es fantástico, si no los has leido te recomiendo sus libros Collapse (Colapso?) y sobre todo, imprescindible, Guns, Germs and Steel (pistolas, gérmenes y acero?). Por cierto gracias por las recomendaciones de John Gray, recién leí Misa negra y empecé con Perros de Paja :)
Un abrazo!
Querido Luisca, tengo esos dos libros en agenda, esperando el momento propicio para iniciar dos lecturas tan voluminosas.
Me alegro mucho de que te esté gustando Gray, es uno de los grandes filósofos del momento. En un línea más polémica te recomiendo que leas "La sociedad multiétnica" de Sartori, uno de los grandes politólogos de la izquierda que pone el dedo en la herida, señalando que el pluralismo democrático no es compatible con la moda multiculturalista. Es breve y, sobre todo el apéndice posterior, es magnífico, clarísimo y valiente.
Otro abrazo.
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