domingo, 27 de febrero de 2011

CUESTIÓN FESTIVA




Michel Houellebecq es uno de los pensadores/escritores más desoladores de los últimos tiempos: no da ni un argumento que invite al optimismo: el ser humano sería a estas alturas de la historia un montón de escombros que respira, poco más. Pero ocurre que su visión trágica, pesimista, es lucidamente contagiosa: después de leer a Houellebecq (en Tony Judt late una idea similar) es imposible no reflexionar, por ejemplo, sobre el daño que el mayo del 68 hizo a los valores de la solidaridad o la justicia, encumbrando los valores del egoísmo y la autosatisfacción que abrieron desde dentro la izquierda las puertas de la revolución conservadora y neoliberal. Pero este es otro tema.

Ahora, en Intervenciones, publicado por Anagrama, encontramos una serie de reflexiones sobre la fiesta.

La fiesta es uno de los hechos antropológicos más fascinantes y atrayentes. Houellebecq reflexiona sobre la fiesta en las sociedades ensimismadas y egoístas de después de mayo del 68, porque todo lo que escribe el francés es un intento de comprender y una denuncia lo que ha sucedido entre nosotros después de que triunfasen esos valores de los niños de papá. Su diagnóstico sobre la fiesta es desolador: más aún en días luminosos como este en el que tantos se preparan para vivir el Carnaval, una fiesta que se ha vaciado tanto de contenido; más aún si comparamos nuestras fiestas tan relamidas y postizas, tan ridículas tantas veces, con las fiestas aún frescas y sinceras de sociedades que en nuestra soberbia consideramos «atrasadas». Puede que por esa desolación, el análisis de la fiesta que hace Houellebecq resulte certero. Incluso creíble.

«El objetivo de la fiesta es hacernos olvidar que somos seres solitarios, miserables y condenados a morir; en otras palabras, evitar que nos convirtamos en animales. Por eso el hombre primitivo tenía un sentido festivo muy desarrollado. Un buen sahumerio de plantas alucinógenas, tres tamboriles y ya está: cualquier tontería lo divierte. Por el contrario, el occidental medio sólo llega a un éxtasis insuficiente después de interminables fiestas tecno de las que sale sordo y drogado: no tiene sentido festivo alguno. Profundamente consciente de sí mismo, radicalmente ajeno a los demás, aterrorizado por la idea de la muerte, es completamente incapaz de cualquier exaltación. La pérdida de su condición animal lo entristece, le produce vergüenza y despecho; le gustaría ser un juerguista, o al menos hacerse pasar por tal. Menudo marrón
«En realidad basta pensar que uno va a divertirse para estar seguro de que va a joderse. Lo ideal, por lo tanto, sería renunciar a la fiesta. Lamentablemente, el juerguista es un personaje tan respetado que esta renuncia conlleva un fuerte deterioro de la imagen social
«Tener clara conciencia, de antemano, de que la fiesta será un fracaso. (...) la humilde y sonriente aceptación del desastre común permite el siguiente triunfo: transformar una fiesta malograda en un momento de agradable banalidad

«Una buena fiesta es una fiesta breve

«Finalmente, una perspectiva consoladora: con ayuda de la edad, esa obligación de la fiesta disminuye, la inclinación a la soledad aumenta; se impone la vida real

viernes, 25 de febrero de 2011

OTRA TRANSICIÓN





¿Cómo resumir, a treinta y tantos años vista, lo que fue y supuso la Transición política española? Ahora está de moda despreciar aquel periodo, considerando como tibios a quienes pactaron la llegada de la democracia después de más de cuarenta años de revoluciones, guerra civil y dictadura. Y sin embargo, su gesto generoso de tender puentes entre las «dos Españas», su capacidad de entendimiento superando viejos rencores y su realismo para hacer real lo que era posible, siguen siendo argumentos válidos a la hora de encontrar una salida a la actual situación del país. ¿Que la Constitución, piedra de vértice de la Transición, contiene grandes chapuzas y que es necesario abordar su reforma para estabilizar definitivamente elementos estructurales como la organización territorial del Estado? ¿Quién lo niega? Pero es ese espíritu de reforma que la propia Constitución contiene, ese afán de mejora, esa vocación de sumar voluntades y opiniones, lo que debe guiarnos si queremos frenar la desesperanza y la desgana que nos desangra.

Estoy convencido de que en la Transición se hizo lo que se pudo hacer, posiblemente lo que se debió hacer. Para incluir a los más, era necesario mantener zonas difusas, espacios grises. Más de treinta años después, carece de sentido no iluminar los planos indefinidos y no abordar la resolución de lo pendiente. Acometer la transferencia de poder a favor de la ciudadanía es una de las tareas democráticas pendientes. Me explico.

En líneas generales, la Transición puede explicarse como un traspaso del poder político desde el ejército, la Iglesia y el partido único de la dictadura de Franco hacia los partidos democráticos. En un momento tan delicado como aquél, donde tantas tensiones amenazaban la restauración de las libertades públicas y los derechos fundamentales, reforzar y proteger los partidos que garantizaban el pluralismo político era una condición ineludible para consolidar la aventura democrática. Eso explica las subvenciones públicas a los partidos, una ley electoral que desperdicia miles de votos de partidos secundarios de ámbito nacional o las listas cerradas. Pero ha pasado mucho tiempo y aquellas medidas que adoptó una democracia recién nacida y en la incubadora ya no se pueden sostener razonablemente. Es necesario abordar una segunda y definitiva Transición: la necesaria para transferir a los ciudadanos españoles el poder político que retienen los partidos. Lo contrario —seguir consintiendo que los partidos retengan y manejen a su antojo esa autoridad, esa potestad de decisión real que pertenece a los ciudadanos— implica cercenar las bases de la democracia española. Lo vemos cada día: el descrédito de los políticos, el desprecio por la actividad pública o la posibilidad de que la abstención supere todos los cálculos posibles nos indica que los españoles están hartos de que sus votos no sirvan realmente para nada y hartos de tener que tragarse unas listas que otros cuecen y elaboran no en función de los intereses de la sociedad sino de sus propios y particulares aprovechamientos.

Lo pienso ahora que comienza a conocerse la composición de algunas listas electorales. No faltan los nombres de personas que difícilmente pueden ser votadas si no es desde el sectarismo más ciego. ¿Qué derecho tienen los partidos a decidir cuáles van a ser los concejales? Como ciudadanos hemos madurado mucho: nos han hecho madurar el escepticismo, el desencanto, la desilusión, los golpes terribles de la crisis. Y desde la mayoría de edad de la ciudadanía tenemos que exigir nuestro derecho a elegir, libremente y sin el corsé torpe y egoísta de los partidos, a los que queremos que nos representen y a quienes queremos pedirle cuentas de su gestión.

(IDEAL, 24 de febrero de 2011)

jueves, 24 de febrero de 2011

IGUALES EN EL MIEDO





Todos los enfermos de cáncer que conozco han tenido que esperar varias semanas, un par de meses incluso en algunos casos, antes de ser operados después de que se les detectase la enfermedad. Esperanza Aguirre ha encontrado, sin embargo, hueco en un quirófano el día después de anunciar que le habían encontrado un cáncer de pecho. Criticamos justificadamente las prebendas y privilegios de que la casta política se ha dotado con las leyes que ellos mismos votan, pero parece como que existe cierto pudor a criticar este abusivo uso de la sanidad pública. No es bueno confundir: el deseo de que la Presidenta de la Comunidad de Madrid supere su cáncer no puede obviar la crítica del hecho de que ella no ha tenido que pasar por las listas de espera que padecen muchos otros enfermos en la sanidad pública. Ella decía que el cáncer es curable si se coge a tiempo: habrá que ver cuántos no han podido curarse porque se alargó la lista en la que esperaban la intervención, sin estar adornados por ningún cargo político que les permitiera acceder por una vía de primera a la sala de quirófanos.

Mucho se está hablando en estos días de la importancia que tiene y de lo positivo que es que los personajes famosos afectados de cáncer cuenten su historia y su experiencia. Lástima que esa lucha contra el sufrimiento y la muerte que emprenden los que famosos, se haya visto empañada en este caso por este abuso del privilegio. Frente al cáncer los españoles también tenemos que ser iguales ante la ley y en las listas de espera, frente al cáncer también. Porque tanto le asusta un tumor en el pecho a Esperanza Aguirre como a la madre que espera abrazada a sus hijos la llamada de teléfono que la cite para extirparle el cáncer: ambas piensan en pérdidas, en dolores, pero sólo una ha demostrado tener capacidad para ser operada al día siguiente. Y si al menos se hubiera saltado las listas de espera con disimulo...

Lo menos que podemos exigirles a los beneficiados de la casta política es que no se burlen del terror de los que sienten el aliento de la muerte en lo hondo de su cuerpo. Porque unos miedos no valen más que otros ni valen más las vidas de los políticos que las de los ciudadanos.

miércoles, 23 de febrero de 2011

HISTORIAS PARECIDAS





Cómo se parecen los discursos de todos los dictadores de todas las épocas. Parece que hubiese un manual que desconocemos y en el que ellos aprenden ese lenguaje rabioso, esos llamamientos al asesinato de la población indefensa, esa manera siempre igual de llenar las calles con matones que llaman a las puertas de las casas para aterrorizar a los niños, violar a las mujeres y asesinar a los hombres.

Pero cómo se parece también la actitud del «mundo civilizado», como se repiten las cobardías y los silencios y las complicidades, como se contagian a través de la historia los mismos temores para afrontar la realidad antes de que la realidad se enfrente a nosotros.

Cómo se parecen aquellas fotos de Chamberlain con Hitler o de Eisenhower con Franco a las fotos que circulan por Internet y en las que Gadafi habla amigablemente con Sarkozy, Aznar o Zapatero.

Y cómo sorprende este cinismo nuestro, capaz de relativizarlo todo menos la vida de los tiranos, como si el padre Mariana o el tribunal de Núremberg no hubieran existido nunca o como si sus argumentos éticos no siguieran siendo válidos para los tiranos de hoy.

viernes, 18 de febrero de 2011

CONTAR LA MUERTE





Para los niños la muerte es, simplemente, una ausencia: alguien que estaba desde siempre, deja de estar un día y ellos preguntan por esa persona como se pregunta por el osito de peluche que se ha perdido, con la certeza de que tarde o temprano los dos —el osito y la persona— volverán a ocupar el lugar que les corresponde, en el que siempre han estado y que nunca deberían abandonar, al menos sin dejar dicho dónde van a estar. La muerte deja un hueco que los niños se habían acostumbrado a ver lleno de presencia, un hueco del que emanaban gestos, una voz, caricias, un caramelo escondido en un bolsillo y entregado como un tesoro de incalculable valor, un consejo, una onza de chocolate envuelta en papel de plata. Pero los niños, claro, no saben qué es la muerte aunque la muerte ensaya en la inocencia de los niños su terrible poder para borrar seguridades: ante los ojos de los niños lo que estaba pleno aparece vacío, simplemente, inopinadamente, sin que aquella persona querida que llenaba el rincón de referencia se haya cambiado a otro sillón, se haya mudado de cama o haya emigrado del comedor a la cocina. Ha dejado de estar, sin más, sin dar cuentas ni decir «adiós» o «ahora vuelvo» y deja sin estrenar una pamela nueva.

«¿Dónde está güelita Queta?» fue la pregunta que debieron hacerle a Nahir Gutiérrez los dos hijos que tiene publicados cuando dejaron de ver a su bisabuela, que vivió 105 años y que «era dura como el caramelo volcado en el mármol, pero tenía su misma condición dulce y encantadora». Las preguntas de los niños tienen una terquedad como de ciudad sitiada que resiste a abrir sus puertas al invasor: si «güelita Queta» no viene a ver a sus bisnietos y el cielo está demasiado lejos y nadie sabe cuál es su estrella, si su banco del parque también la echa de menos y su cómoda sigue escondiendo bombones y pañuelos bordados, si es imposible buscar un restaurante para comer sin averiguar si tiene escaleras que «güelita Queta» no puede subir o bajar, si nadie va de viaje sin traerle un regalo, pero sobre todo, si «güelita» inventó los caramelos y cantaba nanas en el balcón de la cuna y limpiaba las suelas de los zapatos y... entonces, si todo eso, «güelita» debe estar en algún sitio, porque alguien tan importante no puede perderse sin más, como si fuera una bocanada de humo. La lógica de los niños es implacable: quien ya no está es que está en otro lugar, porque nadie puede estar en ningún sitio. Para los niños la vida es mudanza, no desaparición. Luego «güelita Queta» debe haberse mudado a una claridad, debe haberse quedado un fogonazo de la vida de quienes la quisieron: en el chocolate de la cena y en las notas del cole, premiadas como siempre han tenido premio las notas cuando se le enseñan a los abuelos; o en los regalos de la Navidad o en la fiesta del colegio... o más adentro y más arraigada aún, «güelita» está en cada palabra que habla de ella.

Contarle la muerte, explicarle la ausencia definitiva a los niños, es el reto que Nahir Gutiérrez asume en un libro breve, de pocas y hermosísimas palabras, en el que Álex Omist ha puesto las ilustraciones, parcas, sobrias, reducidas a dos o tres colores pero tan intensas como las frases de Nahir. Este libro titulado ¿Dónde está güelita Queta? ha sido galardonado con el XXX Premio Destino Infantil Apel·les Mestres, el más prestigioso dentro del ámbito de los álbumes ilustrados. Pero, ¿realmente es un libro para niños o sólo para niños? Cuando llegó a mis manos lo miré con esa complacencia o tedio con que los mayores miramos los libros para niños. Pero tuve que levantarme y cerrar la puerta del despacho para leerlo: porque me había llenado de recuerdos y me había emocionado. También los adultos seguimos necesitando que alguien como Nahir nos explique la muerte y llene nuestras ausencias.

(IDEAL, 17 de febrero de 2011)

miércoles, 16 de febrero de 2011

ADVERTENCIA: CONTRA LOS PODEROSOS Y LOS PUROS





Ahora que en el mundo árabe parece que cuaja un anhelo de libertad y de democracia, de justicia, que más pronto que tarde los redentores de pueblos reconducirán en su propio beneficio, recuerdo las demoledoras palabras que Guillermo de Baskerville dirige a su discípulo Adso de Melk cuando este plantea la posibilidad de un mundo mejor. Adso, que bien pudiera ser metáfora de todos los jóvenes árabes que hoy pelean el futuro en las plazas, escucha lo siguiente:

«Y si lo que estás buscando es una esperanza de justicia, te diré que algún día, para hacer las paces, los perros grandes, el papa y el emperador, pasarán por encima del cuerpo de los perros más pequeños que han estado peleándose en su nombre
También es cierto que ese círculo vicioso de la historia podría redimirse, tal vez, si se tuvieran presentes otras palabras del protagonista de El nombre de la rosa:

«Huye, Adso, de los profetas y de los que están dispuestos a morir por la verdad, porque suelen provocar también la muerte de muchos otros, a menudo antes que la propia, y a veces en lugar de la propia
«Los profetas y los que están dispuestos a morir por la verdad»: los dueños de la verdad, los puros, los que no dudan. Los mismos que hoy hacen cálculos en sus despachos distribuidos por todo el mundo, en sus mezquitas, de la ganancia que obtendrán con el sacrificio de los jóvenes árabes, los dueños de la pureza, los que no tienen mancha. En La pureza peligrosa Bernard-Henry Lèvy señala que son ellos los que han sembrado de cadáveres las cunetas de la historia y de gritos de dolor sus calabozos: la desconfianza hacia todo poder es la forma más cabal de construir una incierta libertad, porque la búsqueda de la pureza se ha hecho siempre por los caminos del horror. Si en los jóvenes árabes cuajara esa desconfianza hacia clérigos barbudos y trajeados políticos, podrían tal vez, huyendo de la esperanza de justicia y de las promesas de los dueños de la verdad, construir una justicia y una verdad.

martes, 15 de febrero de 2011

TEORÍA DE LA LUZ





La naturaleza de la luz ha sido tema recurrente para filósofos y físicos de todos los tiempos, que han querido llegar hasta el meollo de esa bellísima radiación determinando un contenido exacto que la atrape y la defina. Conscientes de que el ojo humano la distorsiona a la par que la apresa, los hombres sabios de todos los tiempos han teorizado sobre qué sea la luz. Y sin embargo, ninguno de esos hombres del pensamiento o de la ciencia ha podido determinar una manera tan perfecta, tan inteligible y tan próxima a todos los mortales de comprender qué sea la luz y cuál sea su naturaleza como la de los pintores. Porque si para un físico determinar la corporeidad y los elementos y estructuras de la luz es un reto, para un pintor es una absoluta necesidad moral: la pintura existe para poder aprehender, para poder detener, para poder inmortalizar la luz, de tal manera que sólo hay pintura si hay diálogo con la luz.

Después de la teoría de la relatividad parece científicamente posible viajar en el tiempo: bastaría con poder inventar una máquina que se moviese a una velocidad superior a la de la luz. Y sin embargo, los pintores han conseguido hacernos viajar por esa magnitud a fuerza de lograr lo contrario, conquistando la detención de la luz, paralizándola en la magia trascendental de la que habla Cees Nooteboom. Al detener la luz, la pintura detiene el tiempo o más exactamente nos entrega algo que ha sido puesto fuera del tiempo —«el tiempo queda anulado mientras contemplamos el cuadro», señala Nooteboom—, fuera de la fugacidad, entregado a la eternidad. No cabe en el cuadro la ordenación secuencial de los sucesos porque el tiempo no tiene cabida al ser todo lo pintado imperio de una inaudita luz atemporal.

Hasta el fin de semana próximo se expone en el Hospital de Santiago de Úbeda la obra pictórica de Antonio Utrera Quesada, un sabioteño con cara grande de hombre bueno y con vocación universal. En su obra, la luz ha sido cercada, acosada amorosamente hasta quedar reducida a su forma más pura, hasta conseguir desnudarla de todo aditamento y toda superfluidad. Pasada por el prisma blanco del lienzo, la luz entrega su meollo íntimo descompuesto en pluralidad de colores robustos, donde la pincelada larga, amplia y rotunda constituye un espacio mágico. Pienso en «El Merendero II», un cuadro que nos permite adentrarnos en el señorío de la luz y que nos embarga con la epifanía de un mundo que no se espera. ¿Qué es la luz y qué el tiempo? Esos colores que sin vacilación se adentran en el primitivo recinto del lienzo, transfigurándolo en un mosaico que teoriza todos los matices y quiebros de la luz.

Utrera Quesada eleva la luz a la categoría de absoluta protagonista de su obra. Si en muchos pintores la luz es un medio —el medio para resaltar imágenes, situaciones o figuras— en los cuadros de Antonio Utrera la luz es un fin en sí misma, tal vez el único fin de la obra de arte, como si no tuviese el pintor más afán ni más interés que el de pintar la luz, de tal modo que hasta la sombra de las vistas de Illescas o de Castellar o de unas casas arribadas en un lago, son sombras cuajadas por la pincelada en una especie de ardentía oceánica, umbrosa y a la par luminiscente, como si el cerdamen hubiera entendido y apresado el prístino anhelo del óleo que quiere eternizarse en el tiempo sin tiempo de la luz sin velocidades. Utrera Quesada pinta la luz con un magisterio que embelesa al que contempla sus cuadros. Asomados a ellos entendemos el símbolo y la realidad de la pintura, su unidad material y su elevación espiritual capaz de apresar, de agarrar con puño de fuego, el estallido fundador de los segundos. Porque en la pintura de Utrera la luz no es un elemento ajeno a los volúmenes y los espacios, ya que son los propios árboles o el agua o las personas las que desprenden una luminosidad que es creencia y afirmación de un acto de fe artística: la luz de Utrera Quesada es un dios que no puede negarse. Ante sus cuadros, no se puede ser creyente de la sombra ni ateo de la luz.

(IDEAL, 10 de febrero de 2011)

viernes, 4 de febrero de 2011

APUNTES ÁRABES





Todas las palabras escritas sobre el terremoto que sacude al mundo árabe son un atrevimiento: lo que allí sucede es como el viento de la tormenta, y puede revolverse, amainar de golpe o desbocarse en forma de huracán. Lo cierto, a fecha de hoy, es que un fantasma sin nombre ni articulación recorre los países árabes: desde Túnez hasta Yemen o Jordania, pasando por el polvorín que es Egipto mientras escribo, nos llega un inequívoco mensaje de tragedia y esperanza, una impresión inarticulada de riesgo y libertad. Es imposible no mirar con simpatía a las multitudes apostadas en las calles del mundo árabe. Hay allí jóvenes, parados, obreros hambrientos, burgueses cansados de tiranías, estudiantes sin futuro, mujeres con pantalones vaqueros y los labios pintados que iluminan con sus rostros radiantes la posibilidad de que verdaderamente algo esté cambiando y de que nazcan sociedades liberadas de dictadores, pero también de los barbudos islámicos, que son mucho más temibles que los corruptos opresores de ahora. Porque esas masas que han tomado la historia de la mano y quieren conducirla por caminos nuevos, esas masas donde se congregan gentes de todas las clases y todas las ideas e incluso de varias religiones, son las depositarias en este momento de crisis global de la promesa que dice que los pueblos son artífices de su futuro.

Pero hay que apuntar algunas reflexiones sobre las dudas que plantean las rebeliones árabes.

Primera. Duda e incertidumbre principal: la del islamismo. El regreso a Túnez del líder integrista en el exilio es celebrado por millares de personas –las mismas que dos días antes jaleaban la libertad y la democracia– al grito de «Dios es grande». Y los Hermanos Musulmanes –germen de todo movimiento islamista– parecen fundamentales en la revuelta contra Mubarak, aunque ellos, inteligentemente, permanecen en la sombra, agazapados, mezclados con la multitud laica y civil. ¿Las dictaduras postcoloniales, sus hueros discursos modernizadores y las abismales diferencias de clase que dejan como herencia darán paso a teocracias inspiradas por el horror coránico? El ayatolá Jatami anuncia para todo Oriente «democracias» basadas en la religión según el modelo iraní, como si la democracia fuese compatible con la sujeción servil a lo divino y no fuese una independencia de lo civil frente a lo militar y lo religioso. Al ver y leer estas cosas, ¿quién no siente un escalofrío?

Segunda. ¿Qué papel van a jugar los ejércitos árabes? Mal que le pese a la progresía admiradora de Erdogan, fue el ejército turco quien garantizó la construcción de una sociedad laica, civil y democrática en Turquía, y el acoso al papel de las fuerzas armadas turcas como garantes de la revolución kemalista ha permitido, por ejemplo, la prohibición de la venta de alcohol por prejuicios islámicos. Y en Portugal el Consejo de la Revolución, controlado por los militares golpistas, garantizó la obra de consolidación de la democracia y modernización del país. ¿Pueden los ejércitos árabes desempeñar papeles similares a los de sus compañeros turcos o portugueses, liderando las transiciones democráticas que acaben con las largas tiranías pero que también frenen el peligro islamista y garanticen el pluralismo político, las libertades públicas y los derechos fundamentales por los que hoy rugen las masas en las grandes plazas de Oriente?

El mundo árabe hierve ahora mismo de esperanzas, pero también de riesgos y de incertidumbres. Algo tendrán que comenzar a decir y hacer los gobernantes de Occidente: tendremos que comenzar a hacer mudanza en la comodidad que nos daban los tiranos árabes para hacer posibles las transiciones democráticas salvando los escollos que plantea el iracundo integrismo islámico.

(IDEAL, 3 de febrero de 2011)

jueves, 3 de febrero de 2011

ESPAÑA Y LOS ESPAÑOLES





Si uno no lee el titular, no sabe de qué país se está hablando cuando se dice que miles de personas viven (sobreviven, sería más exacto) con 2 euros al día. Parece ser que ese país es Egipto, pero podrían referirse a tantas y tantas y tantas familias españolas que carecen de cualquier tipo de ingreso o que deben conformarse con la caridad pública para ir maltirando.

Si uno no lee el titular, no sabe de que país se está hablando cuando se dice que el desempleo afecta a más del 40% de la población joven. Parece ser que ese país es Egipto, pero perfectamente podría ser España.

Si uno no lee el titular, no sabe de que país se está hablando cuando se dice que se trata de uno de los países de la UE con mayor riesgo de pobreza relativa para los pensionistas. Podría ser Bulgaria o Rumanía, pero se trata de España, donde el 77% de los pensionistas no llega ni a ser mileurista y donde la pensión media es de 785 euros al mes, un 63% de la prestación media de la UE-15, donde la pensión media supera largamente los 1.200 euros mensuales.

Hoy llega Angela Merkel para examinar a ZP, que aunque es el peor alumno que ha habido desde hace décadas en Europa, se ha tirado toda la noche sin dormir y a base de café y parece que conseguirá un aprobado raspado raspado. Aprobando ZP, habrá aprobado España, pero los españoles hemos entrado definitivamente en la era del post-bienestar. Aunque claro, yendo bien España, pues que se jodan los españoles, ¿no?

En vísperas del examen, los medios del régimen (todos son medios del régimen: los unos porque son serviles con el PSOE, los demás porque son serviles de las ideas revolucionarias de la derecha que postulan estos atentados contra nuestros derechos) se alborozan porque Merkel viene y España tiene los deberes hechos. Dicen que este es el buen camino, pero se olvidan de señalar cuanto dolor personal va a costar este camino. No hace falta ser sociólogo ni gurú de futuros dramáticos para saber que, por ejemplo, la reforma de las pensiones generará más miseria entre los futuros jubilados. Es una simple cuestión de hilvanar datos y números.

La pensión media en la España de hoy es de 785 euros mensuales. La Universidad de Murcia calcula que con la aplicación de la reforma de las pensiones, la pensión media del futuro será un 15% menor que la actual. O sea, que la pensión media de los jubilados a los 67 años equivaldrá, de entrada, a 667,25 euros anuales. Pero eso, por desgracia, tampoco será verdad, porque a esas pensiones se llegará con carreras laborales jalonadas de salarios irrisorios o largos periodos de paro y cada vez más desnudas de derechos. La pensión media de dentro de 15 ó 20 años sería la equivalente a 667,25 euros anuales si se mantuviesen todas las demás condiciones que hoy se dan: pero ya se encargan los voceros de la revolución neoliberal y conservadora de advertir que los salarios españoles son muy elevados, y si siguiendo sus dictados nos adentramos en la reducción salarial para todos que ya inauguramos los funcionarios con general regocijo, la pensión media se reducirá más aún.

Vamos hacia ese futuro: la medalla de alumno esforzado que hoy pone Merkel a España tiene una traducción concreta. Y se traduce en estrecheces, miserias, ajustes y dolor para los españoles. Los únicos beneficiados de esta visita de la dama de hierro alemana serán los miles y miles de universitarios españoles que tuvieron la previsión a aprender alemán y que gracias a ello podrán huir de este país, trabajando y creando riqueza en uno que paga sueldos dignos y en el que todavía los trabajadores no son carne de saldo puesta sobre el asador de los bancos. Bienaventurados los que tienen oportunidad de largarse de aquí...