lunes, 31 de enero de 2011

PREGUNTAS





En el caso Marta del Castillo chocan inevitablemente nuestros sentimientos y algunos de nuestros ideales cívicos. El juicio de los criminales y de sus cómplices, que saben el lugar en el que hicieron desaparecer el cuerpo pero guardan silencio, acrecentando el sufrimiento, el dolor y la humillación de los padres y la familia de Marta, es una prueba de fuego para la justicia y llena de interrogantes nuestra conciencia civil. ¿Es lícito moralmente que los criminales y sus cómplices, todos los que saben qué pasó y callan, puedan salir de la cárcel dentro de unos años –tres, seis, diez, quince, no más de veinte años– y seguir viviendo tranquilamente mientras los padres de Marta y sus hermanos y sus amigos nunca sabrán que pasó realmente ni dónde está ni podrán acudir a rezarle o dejarle flores ni podrán superar el duelo por la muerte? ¿Hay justicia cuando la moral se separa de la ley? ¿Hay justicia cuando el dolor de las víctimas no se repara, y cuando ni siquiera frente a ese sufrimiento mantenido en el tiempo de forma gratuita por los criminales, declina el triste artículo constitucional que convierte a las penas de los criminales en actos de reinserción y no en elementos de satisfacción de los derechos violados de las víctimas? ¿No es una burla ética juzgar a los asesinos de Marta del Castillo antes de que confiesen toda la verdad para que los familiares de la asesinada puedan reconstruir su vida? ¿Es lícita moralmente una ley que permite a los criminales reconstruir su vida tras “pagar” su pena y que, sin embargo, hace imposible el cumplimiento de ese derecho para las víctimas? ¿Se puede ser honesto, humanamente honesto, si no se apoya cuando menos para casos tan crueles como éste la cadena perpetua o al menos una pena de prisión tan larga como el silencio de los que violaron y asesinaron y cargaron el cuerpo y lo hicieron desaparecer y limpiaron la sangre?

Es cierto que no caben excepciones en la ley, pero no menos cierto es que una ley que no legisle excepciones es una ley que peca de injusta. Eso está ocurriendo estos días, en los que el testimonio de los padres de Marta nos llega al fondo y nos araña la conciencia, a no ser que la tengamos dormida o insensibilizada, perdida entre convicciones que nos atrapan y que ni siquiera son capaces de estremecerse con el dolor de los que sufren infinitamente. No encuentro respuestas, o tal vez sólo encuentro una respuesta: no es justo que la pena impuesta a cualquiera de los condenados por este crimen comience a descontar sus días mientras no les sea devuelto a sus padres el cuerpo sin vida de Marta. Y si las leyes y las constituciones se apartan de la justicia, de la decencia y de la compasión, será tarea cívica y democrática cambiar las leyes y las constituciones y ajustarlas a los ideales de justicia, decencia y compasión. Lo contrario es hilvanar algo parecido a una tiranía, que para serlo no necesita de policías que torturan o leyes que acaban con derechos, sino nada más que complicidad con los criminales.

viernes, 28 de enero de 2011

EL AVISO ITALIANO





Dante, Francisco de Asís, Petrarca, Leonardo, Rafael, Albinoni, Miguel Ángel, Giordano Bruno, Galileo o Vivaldi, forman parte de un patrimonio moral que compartimos millones de seres humanos en todo el planeta; algunos de los mejores cuadros o esculturas o edificios de toda la historia, tiene la marca de origen de Italia, y en sus bellísimas ciudades hemos soñado muchas veces con establecer un retiro, con instalar una habitación con vistas hacia los horizontes más luminosos. Pero para apreciar el valor de Italia no es necesario remontarse a épocas tan lejanas ni a nombres tan consolidados en la cultura occidental.

El siglo y pico transcurrido desde su proceso de unificación ha sido fecundo en grandes nombres de la cultura en la que somos. Escritores, músicos, directores de cine, filósofos, políticos o religiosos italianos han conformado muchos de los referentes en los que reconocemos una parte sustancial de nuestra ciudadanía europea y sustentan valores irrenunciables de la democracia. Personas como Giovanni Papini, Lampedusa, Alessandro Baricco, Italo Calvino, Pasolini, Curzio Malaparte, Mazzini, Norberto Bobbio, Visconti, Verdi, Benedetto Croce, Garibaldi, Gramsci, Juan XXIII, Vittorio de Sica, Fellini, Alberto Moravia o Claudio Magris, con sus dudas y sus contradicciones y sus caídas, nos han hecho mejores ayudándonos a pensar, abriendo ventanas del mundo, aireando espacios recónditos del pensamiento europeo. Repasando los nombres y sus obras, es imposible no reconocer que una de las partes mejores de nuestro mundo habla, escribe, piensa, compone o filma en italiano. Por eso nos causa sorpresa y espanto lo que ocurre en la Italia de hoy, ese país casposo, cutre, sucio, envilecido, de Berlusconi. ¿Cómo es posible que la Italia de Umberto Eco y Carlo María Martini consienta ser gobernada por un personaje como Berlusconi sin que se remuevan sus entrañas morales? ¿Cómo explicar que el país de Primo Levi y Dino Buzzati y Rossellini siga apoyando tras el caso Ruby R. al dueño de Tele 5? Algo, sin duda, ha enfermado gravemente en la conciencia italiana: esa enfermedad es un aviso para el resto de sociedades europeas.

Berlusconi es uno de los políticos más detestables de los últimos años. Su chulería prostibularia y machista, su arrogancia de sicario mafioso, la prepotencia que le otorgan sus televisiones y sus esbirros del periodismo, lo califican por sí solo. En Berlusconi el personaje retrata a la persona y ésta es lo que aquél enseña. No hay más dentro, nada mejor esconde el Primer Ministro italiano: es como sale al escenario o como se pasea por las villas donde se acuesta con adolescentes vestidas de enfermeras, en una imagen que parece salida de las películas de Pasolini. No dejaría de ser un personaje ridículo si no fuese por su poder: controlando tantos medios de comunicación y contando con el beneplácito vaticano –aunque ahora levante tímidamente la voz contra el desenfreno bacanal y caliguliano de Berlusconi, la Curia es cómplice de sus victorias electorales– y del resto de gobernantes europeos, ha logrado moldear las conciencias italianas hasta anularlas con programas que se parecen tanto a esos con los que su cadena infecta las televisiones en España. Ese es el dramático aviso que llega de la Italia de Berlusconi: la democracia, la libertad, los derechos fundamentales, son bienes frágiles, quebradizos y pueden romperse o pervertirse y resultar irreconocibles si caen en manos de alguien como Berlusconi. El populismo se ha agazapado en el costado de Europa y amenaza esa conciencia de la libertad que tanto le debe a Italia, donde Berlusconi se prepara para oficiar de pontífice máximo en los funerales de la decencia cívica y de la democracia política.

(IDEAL, 27 de enero de 2011)

martes, 25 de enero de 2011

CASTILLOS EN EL AIRE Y PESADILLAS





Me tropiezo en Schopenhauer (Aforismos sobre el arte de vivir) con multitud de reflexiones que parecen pensadas para la urgencia del momento actual. Me quedo sin embargo con ésta que retrata el estado colectivo de España en los últimos diez años, en los que hemos pasado de la fantasía de considerarnos una potencia mundial comparable a Alemania a torturarnos diariamente con la lectura del catálogo de las miserias que no acechan nuestro futuro y el de nuestros hijos:

«En todo lo que toca a nuestro bienestar y a nuestra desgracia deberíamos mantener a raya a la fantasía: me refiero, ante todo, a no hacer castillos en el aire; porque éstos son demasiado onerosos, ya que al poco tiempo, sollozantes, nos vemos obligados a demolerlos. Pero menos aún deberíamos agobiar nuestro corazón pintándonos desgracias meramente posibles. Es cierto que si éstas no tuvieran ningún asidero, o si fueran totalmente traídas por los pelos, sabríamos inmediatamente que todo no había sido más que un engaño, y nos alegraríamos mucho más de la realidad, que saldría ganando de la comparación, y a lo sumo habríamos extraído de dicha alucinación una advertencia sobre desgracias que, aunque posibles, son muy lejanas. Sucede, sin embargo, que a nuestra fantasía no le resulta fácil manejar estas cosas: lo único que construye de manera despreocupada son sus castillos en el aire. En cambio, el material de sus pesadillas son desgracias que, aunque lejanas, suponen para nosotros cierta amenaza real: son ellas las que la fantasía agranda, colocando la posibilidad de su ocurrencia mucho más cerca de nosotros de lo que en realidad está, y dibujándonosla con colores más terribles. De un sueño así no es tan fácil desprenderse al despertar como de los alegres: pues a éstos los contradice pronto la realidad, dejando a lo sumo una débil esperanza en el pecho de posibilidad. Pero no bien damos cabida a fantasías sombrías (blue devils), cuando éstas nos traen imágenes que no se van fácilmente: pues la posibilidad del asunto ha quedado, en términos generales, demostrada, y no siempre estamos en condiciones de evaluar el índice de su gravedad; es fácil, pues, que se convierta en probabilidad, y de ahí al miedo no hay sino un paso

sábado, 22 de enero de 2011

PERDONAD LA TIMIDEZ

Estas cosas me dan un poco de vergüenza, así que no os lo voy a contar yo, os dejo que sea mi amigo Eugenio Santa Bárbara el que os lo cuente. Para enteraros de lo que quiero y no quiero contaros, pinchad aquí. Y en cualquier caso, perdonad la timidez: aunque no os lo creáis, tengo las mejillas coloradas mientras escribo.

viernes, 21 de enero de 2011

DOS DEDOS DE FRENTE





La protección de los que no pueden valerse por sí mismos es una conquista histórica irrenunciable. La compasión por los niños o por los ancianos, supone un salto cualitativo en la historia de la humanidad e implica una «mejora moral» de lo humano: frente a las sociedades que se deshacían de los que eran inútiles socialmente, porque su cuidado mermaba las posibilidades de supervivencia del colectivo, ahora entendemos que somos mejores y más decentes si hacemos un esfuerzo especial para garantizar que disfruten de un plus de protección quienes más a la intemperie están. Los servicios públicos de geriatría o de pediatría son, desde esta concepción política de la compasión, servicios prioritarios: una sociedad es buena desde el punto de vista moral si cuida de sus ancianos y protege a sus niños, cuando no los deja en manos de personas insensibles e incapaces de garantizar esa protección.

Pero están los que consideran una carga insostenible la protección pública de los indefensos. Sabemos el desprecio de la derecha conservadora por todo aquello que suene a provisión pública de bienestar, que es compasión para con el que sufre. Pero más que con las voraces políticas de la derecha, lo público se resiente, no lo duden, cuando se pone en manos de incompetentes que con su gestión empujan a los ciudadanos hacia posiciones de desprecio hacia lo que es de todos. Algo de eso está pasando con el Servicio de Pediatría del Centro de Salud “Virgen del Gavellar” de Úbeda. No crean que el problema son los profesionales médicos que atienden a los niños ubetenses. No es eso: los pediatras y el personal de “Niño Sano” son, por lo general, extraordinarios. El problema es el aparato político que gestiona el centro. Cuando la incompetencia y la ineptitud se instalan en el corazón de los servicios públicos, cuando mandan los inútiles, es imposible contener la oleada de indignación ciudadana y nos empujan a pensar que tal vez lleven razón los que piden la privatización de lo público, los que postulan un «sálvese quién pueda» traducido en que cada uno se contrate su seguro médico.

El pasado lunes era difícil mantener las convicciones cívicas en el Centro de Salud ubetense. Pacientes, médicos y administrativos se vieron atrapados en la madeja de torpezas que se forma cuando toma decisiones un director nombrado por la Consejería de Salud no en función de su capacidad sino de su lealtad con unas siglas. ¿Cómo medir el daño que causa en la sanidad pública esta incompetencia enquistada en los puestos directivos? Por lo general, la organización del Servicio de Pediatría de Úbeda es nefasta y para empeorar la situación se rumorea que a partir de ahora sólo quedarán cuatro pediatras, que tocarán a más de 1.500 niños cada uno. Y seguirá sin cubrirse algo tan realmente necesario como un pediatra en el servicio de Urgencias: según parece, el sábado por la tarde había más de veinte niños esperando en Urgencias pero no había pediatra para atenderlos. Ya les digo que el lunes se tambaleaban las convicciones de muchos padres: dos pediatras tuvieron que hacerse cargo de «sus» niños y de todos aquellos a los que inexplicablemente se les había dado cita para unos pediatras que no pasaban consulta. Caos agravado por la incomprensible decisión de que esa misma mañana (no por la tarde, no un sábado, no un domingo) se cambiaran los ordenadores y por el hecho de que unas obras que, sensatamente, tendrían que hacerse cuando no se pasa consulta se estaban realizando con el centro colapsado durante varias horas por el caos informático. Hasta sentarse en los bancos de la zona de Pediatría era difícil porque los bancos estaban comidos por el polvo de la obra. Indignado, con Manuel enfermo, pensaba que la revolución que tenemos que acometer es la de poner lo público en manos de quienes tienen dos dedos de frente.

(IDEAL, 20 de enero de 2011)

jueves, 20 de enero de 2011

SOBRE BABEL





El rasgo definitorio de los políticos españoles es la inoportunidad. A mí me parece bien que se potencie la riqueza lingüística de España: ¿cómo no podía parecérmelo si alguno de mis poetas españoles favoritos escriben en una lengua distinta del español? Pero, sinceramente, ¿es este el momento de gastarse varias decenas de millones de pesetas para hacer que en el Senado se hablen todas las lenguas españolas? En los pasillos, todos hablan la misma lengua y se entienden perfectamente pero cuando se sientan en los escaños, cada uno habla un idioma distinto y son necesarios traductores y sistemas técnicos que les permitan entenderse. Cuando se está recortando en cosas realmente fundamentales, como educación, esta nueva iniciativa es, cuando menos, eso, inoportuna. Y si encima la calle, tan cabreada que cualquier chispa puede levantar llamaradas, es atizada por los voceros del rencor, pues tanto peor todo. Ya digo que a mí me parece imprescindible que todos amemos las lenguas de España para sentirnos verdaderos españoles, pero que también me parece que no era este el momento de gastarse tanto dinero no en potenciar el conocimiento de la literatura en catalán o en gallego entre los castellanos o los andaluces sino en que cuatro señoritingos se den el gusto de emborronarlo todo. Y no vale el argumento de que esto es algo recogido en la Constitución: también está en la Constitución el derecho a la enseñanza, y no ha temblado el pulso en reducir su presupuesto para 2011 en 1.800 millones de euros en toda España.

Pero de la inoportunidad de la iniciativa a la oleada de bestiales críticas que algunos han levantado hay un salto abismal. A mi me gusta esa España que tiene una lengua propia y común para entenderse en todo el territorio, pero que habla además muchas otras lenguas y estoy harto de los nacionalistas de los dos lados que utilizan como arma arrojadiza y como trinchera algo tan precioso como es la lengua. Al pensar en esta riqueza que ahora se desprecia, me acuerdo de unos hermosísimos versos de Salvador Espriú, escritos en La pell de brau, La piel de toro: «Diversos són els homes i diverses les parles, / i han convingut molts noms a un sol amor.» ¡Qué gran proyecto patriótico!: «Diversos son los hombres y diversas las lenguas / y han convenido muchos nombres en un solo amor.» A parte de herir los sentimientos de las familias en paro o de los pensionistas a los que se les han congelado sus pagas o de los funcionarios a los que se les ha rebajado el sueldo, la inoportuna iniciativa del Senado puede convertir en odioso algo de lo que nos deberíamos sentir orgullosos y puede impedir que converjan en un solo amor –la idea de España, la intensísima Sepharad de Espriú– los nombres, los hombres y las hablas. «Que Sepharad visqui eternament en l’ordre i en la pau, en el treball, / en la dificil i merescuda llibertat.» Creo que no he encontrado nunca un programa patriótico español más civico, más liberal, más democrático, más hermoso, más digno que éste y con el que me identifique más plenamente.

(En cualquier caso hay algo que me desazona más que la inoportuna conversión del Senado en una Babel. Lo que preocupa es que si ayer no hubiera funcionado ni los traductores ni los pinganillos y los senadores no se hubieran entendido, habría pasado lo mismo que ha pasado con traductores y pinganillos, o sea: nada. No ha pasado nada. El verdadero problema no es qué lenguas se hablan en el Senado o que lenguas hablan los senadores sino para qué sirven el Senado y los senadores. That is the cuestion.)

lunes, 17 de enero de 2011

KAFKA EN PEDIATRÍA





No conozco al Director del Distrito Sanitario Jaén-Nordeste y desconozco si este tipo es también el director del Centro Médico “Virgen del Gavellar” de Úbeda. No conozco el modo por el que uno llega a ser director de estas cosas, pero tampoco me extrañaría que la afinidad política con los que imparablemente gobiernan la Junta de Andalucía desde hace treinta años tuviera algo que ver. Lo que sí sé es que hoy he comprobado que ese director o esos directores son, al menos en lo que a la organización del servicio de Pediatría de Úbeda respecta, dos perfectos INCOMPETENTES o uno por partida doble, que todo pudiera ser.

Pido cita vía Salud Responde para Manuel, que desde el jueves está con una gripe de aupa. Me la dan para hoy a las 9:19 y cuando llego al ambulatorio, a las 9 de la mañana, me encuentro con que su pediatra no está y con que hay montado un galimatías de padre y muy señor mío en el mostrador para conseguir cita. Decenas de personas agolpadas, muchas de ellas con niños enfermos, pidiendo un médico, una cita para un análisis, lo que correspondiese para cada caso. Pero ocurre que nada podía agilizarse, porque supongo que el director del centro ha estado tan atareado que no ha podido disponer el cambio de ordenadores durante el fin de semana, de manera que hoy a las 8 el servicio estuviese listo, sino que el traslado de oficinas se ha culminado cuando el ambulatorio ha abierto hoy. De ahí al caos hay sólo un paso: ordenadores desconectados, niños con cita para el pediatra pero sin pediatra que los atienda en plena irrupción, según parece, de un potente virus de gripe, que hubiera exigido un refuerzo de los servicios de pediatría y no la respuesta nefasta con la que hoy nos hemos topado. Y todo esto se suma a la inexistencia de un pediatra de urgencias: el jueves por la tarde, diez o doce niños esperaban consulta en Urgencias, dónde sólo había un médico, que no era pediatra. El sábado, comentaban los padres, el número de niños era mayor aún. Y tampoco había pediatra. Y hoy todos teníamos la impresión de que se han reducido en dos las consultas de pediatras en el centro de salud de Úbeda. A Manuel lo han podido atender finalmente, después de mucho esperar con el crío realmente enfermo por la fiebre, después de haber decidido gastarnos los dineros para que lo viese esta tarde un médico por lo privado, después de haber pedido una hoja de reclamación que no se nos podía dar por no sabemos qué problema informático… Cuando uno tiene un hijo enfermo y el sistema (ojo: digo el sistema, no los profesionales médicos, porque conozco algunos que están hasta el gorro de este sistema de direcciones trufado de enchufismos políticos) lo trata así, cuesta mucho, pero mucho, mantener la fe en lo público y cuesta mucho no pedir que dejen de retenernos tanto y nos dejen respirar económicamente para pagarnos seguros médicos privados. Si no son capaces de organizar eficazmente el servicio de atención a nuestros hijos, deberían darnos la oportunidad económica de buscarnos las habichuelas.

Luego uno se encuentra con la Doctora Morcillo, que ha atendido a Manuel con una amabilidad y una profesionalidad exquisitas, y recupera su fe en ese sistema maltratado por los vividores que pululan alrededor del poder. Y al salir del ambulatorio tenía muy claro que hoy tengo un motivo más para, cuando toque, votar por el cambio político en Andalucía. No porque crea que los que vengan lo vayan a hacer mejor, que no lo pienso ni por asomo, sino porque creo que estos se merecen un castigo en toda regla. Un palo monumental en las espaldas, a ver si al menos con los palos electorales Kafka abandona el servicio de pediatría de Úbeda.

viernes, 14 de enero de 2011

COSECHAS DE ODIO





Predicar y sembrar odios se está convirtiendo en una práctica habitual: lo hacen políticos de todos los colores y periodistas de todos los medios, obispos católicos y pastores protestantes. Se lanzan soflamas contra el que no es como nosotros y piensa, ama, reza o habla diferente. La soberbia, la arrogancia, el convencimiento de que sólo nuestras verdades y nuestras opciones son buenas y por eso pueden ser impuestas a los demás –al fin y al cabo se las impondríamos por su propio bien–, atraviesan todos los debates de las sociedades occidentales. Cuando los dirigentes del PSOE dicen que sería un drama para Castilla-La Mancha que el Partido Popular ganase allí las elecciones autonómicas, lo que manifiestan es ese desprecio ya no sólo por el adversario, sino por la propia opinión de miles y miles de ciudadanos. Vivimos lanceados por el arrebato casi místico de los nuevos iluminados.

El atentado contra los demócratas en Arizona el pasado fin de semana, ejemplifica hasta donde conducen esas diatribas del odio, esa negación del adversario. Ahora, los republicanos se aprestan a salvar la responsabilidad de Sarah Palin en la matanza: alegan que el criminal era un loco, pero obvian que el arsenal del que se nutrieron sus fobias se construía en cada mitin, en cada folleto, en cada soflama del Tea Party. Desde que Obama ganó las elecciones en noviembre de 2008 los más radicales de entre los radicales, no han cejado en su empeño de acusarlo de todos los males, distribuyendo de paso las correspondientes dosis de veneno contra emigrantes, homosexuales, negros, musulmanes, pobres, parados, defensores del aborto o de la eutanasia, de la legalización de las drogas, demócratas... El mensaje –repetido una y otra vez y no sólo en Estados Unidos– de que todos esos colectivos encarnan una forma precisa del mal, transforma a quienes lo asumen: ¿cómo pensar que un homosexual es alguien intrínsecamente malvado y no actuar contra él o contra quienes defienden sus derechos? Entre el discurso de Palin y los halcones y el dedo del pistolero, hay una distancia muy pequeña, una raya casi imperceptible que en cualquier momento se puede atravesar: las palabras no resuenan en el vacío, las palabras tienen consecuencias, multiplican sus efectos en devastadores planes de exterminio. Es imposible recordar ninguna matanza de las muchas que han asolado a la humanidad, que no haya estado precedida por un sermón del odio. En julio de 1209, cuando los cruzados sedientos de sangre le preguntan al abad de Citeaux, cómo debían actuar con respecto a los habitantes asediados de Béziers, reducto de los albigenses, el clérigo les espeta un terrible «¡Matadlos a todos, Dios reconocerá a los suyos!». Más de treinta mil personas –niños incluidos– pagaron con su sangre el odio al hereje, al heterodoxo, al diferente. Y sin embargo, es a los herejes, a los heterodoxos, a los diferentes de todos los tiempos a los que debemos la libertad de que gozamos.

Sobran odios, pero también sobra palabrería y echamos en falta los silencios necesarios para que las cosas maduren con sobriedad y lentitud. Sobran diferencias y faltan puntos de encuentro, tan necesarios para que las democracias sobrevivan. Ahora que los muertos de Arizona ponen de manifiesto los riesgos que conllevan ciertas actitudes, ahora que esas víctimas nos enseñan que no hay palabras inocentes ni actitudes neutras, deberíamos exigirnos ese ejercicio de responsabilidad colectiva, es esfuerzo por comprender a los otros, por respetar activamente sus razones y sus derechos y defenderlos frente a las amenazas. Y deberíamos exigir también que los políticos se piensen lo que van a decir y las consecuencias de sus palabras, porque no pueden luego escamotear su responsabilidad: la cosecha de sangre del odio recae sobre el que lo sembró y lo abonó y lo regó con sus palabras.

(IDEAL, 13 de enero de 2011)

jueves, 13 de enero de 2011

¿A QUIÉN LE IMPORTA EL PURGATORIO?





En el mismo lugar de la web de El País se sitúa un vídeo que cuenta la terrible historia de Rodrigo, un bebé que ya ha padecido varias operaciones y para vivir necesita un trasplante de varios órganos, y la noticia de que Benedicto XVI, después de haber formado una comisión para tan vital tema, ha determinado que el Purgatorio es un estado del espíritu y no un lugar físico, un fuego interno y no externo, o algo así. Es sorprendente (a mí, en realidad, me resulta escandaloso) la facilidad con que mezclamos lo realmente importante y la mera tontería, aquello en lo que se cifra el dolor y el sufrimiento o la alegría de las personas, y la elucubración de unos comisionados (posiblemente muertos de aburrimiento, seguro que sin conciencia real de los problemas de la calle) que no va a producir ninguna, pero que ninguna, mejora en el mundo ni va a aliviar dolores o sufrimientos ni va a acrecentar alegrías. ¿Hasta qué punto el dedicar tanto espacio a tonterías como la del Purgatorio resta protagonismo a cosas realmente importantes como el pulso con la muerte que mantiene Rodrigo? Hoy mismo se lo preguntaba Muñoz Molina en su blog, a propósito de la importancia dada por los periódicos al cierre de El Bulli, el restaurante donde Adriá sirve comidas supermegamodernas, y el tratamiento de refilón que se daba al importantísimo recorte que van a sufrir en España las políticas de educación. ¿No será que ha dejado de ser noticia lo importante porque sólo importa lo curioso, lo anecdótico?

Vuelvo al Purgatorio; miro la página del periódico y pienso que no es de extrañar que las iglesias estén cada vez más vacías: habiendo tantos infiernos en la tierra ¿a quién puede importarle lo que sea el Purgatorio? Definitivamente, las preocupaciones del Vaticano parecen no ser de este mundo.

miércoles, 12 de enero de 2011

SOBRE UN ARTÍCULO DE GLUCKSMANN





Ayer, El País traía un magnífico artículo de André Glucksmann, un filósofo francés que me gusta mucho. De todo, lo más destacable me pareció este párrafo, al que me tiré dándole vueltas toda la tarde entre otras mil ocupaciones y preocupaciones:

«La tolerancia laica, gloriosa invención de Europa, permite la vida en común en la diversidad de deseos y colores. Si otros países prefieren la restricción y la uniformidad, peor para ellos, pero no deben ser nuestra inspiración.

Una excepción planetaria: en el viejo continente, todas las religiones son minoritarias en la práctica, y van a seguir siéndolo. Juan Pablo II observó, lúcido y desolado, que "los europeos viven como si Dios no existiera". Su sucesor lo confirma y culpa al "relativismo" que domina la ciudad y el campo. Aunque se la considera una nueva barbarie, la tolerancia impera. Acepta todas las religiones e "irreligiones", sin dar preferencia a ninguna. Aunque desagrade a los defensores de una fe pura y dura, los europeos, en una inmensa mayoría, repudian la guerra de religiones y los proselitismos agresivos
Que las sociedades se organicen como si Dios no es la lacra o la maldición que aventura El Vaticano: es una conquista histórica, irrenunciable, de esas que hay que defender con uñas y dientes. Las democracias contemporáneas se han construido independizando, con mucho trabajo, la política y la sociedad de la religión, y partiendo del hecho de que los principios y los dogmas religiosos no pueden servir para organizar la convivencia de personas de muchas ideas y creencias o de ninguna. La pluralidad consustancial a la democracia implica una negación del dogma y de la fe religiosos como instrumento de organización social y por eso, a un parlamento a la hora de votar una ley le interesa bien poco si Dios existe o si es una invención del ser humano, y es bueno que sea así, es bueno que no haya verdades absolutas y que todo sean verdades relativas que pueden discutirse y cambiarse. El gran mérito de Europa, y lo que ha permitido que nuestras sociedades sean más tolerantes, es precisamente el haber expulsado a Dios del debate político, de la constituciones y de las relaciones sociales. Para que la libertad y la tolerancia religiosas puedan ser posibles, Dios debe ser un asunto del corazón de cada hombre, porque cuando un dios, cualquier dios, se sitúa en el corazón de la sociedad y saltan por los aires la libertad y la tolerancia religiosas, todos los otros derechos fundamentales deben poner sus barbas en remojo.

La gran amenaza que implica el Islam es, precisamente, que se resiste a encerrar a Alá en las mezquitas o en las tradiciones revestidas de folklore, que se resiste a derribar los templos que ocultan el ágora y que siguen pensando que lo que Alá dice sirve para organizar el Estado, la sociedad y la vida comunitaria. (También hay sectores católicos que piensan así y que postulan sus principios religiosos como modelos para organizar al conjunto de la sociedad, comparta o no esas ideas.) No es posible creer en la democracia y defender nuestra verdad particular como única e indiscutible, porque no puede haber libertad y convivencia pacífica sino se sospecha que los demás pueden tener razón o incluso que puede que Dios no exista y que puede ser mejor un mundo sin dioses. En gran medida, la historia de la democracia es la historia de una tensión entre la libertad individual y la religión, y por eso, cuando Dios desborda los cálidos límites del corazón humano y se lanza sobre urnas, parlamentos o escuelas, urnas, parlamentos y escuelas acaban convertidos en una farsa, y la vivificadora experiencia religiosa de cada uno se transforma en una forma de radical opresión.

Son buenos artículos como éste de Glucksmann, que nos alertan que no hay religiones buenas o malas para la democracia, porque la democracia no entiende de religiones. Y porque con este tipo de artículos entendemos, ahora que la amenazan por todos sus costados, que para defender nuestras libertades de los monstruos que las acechan, nada mejor que mantener viva la razón y sus razones.

lunes, 10 de enero de 2011

GRACIAS





Cada noche de la Navidad, incluso cuando ha estado malo, Manuel ha cogido una de las figuras del Nacimiento que tenía en su cuarto (preferentemente el Rey Baltasar) y le contaba lo que quería que los Reyes Magos le trajesen: "Baltasar, un camión. Baltasar, un pupitre. Baltasar, un peluche de Dora". Y así una y otra vez. El día 6, ya por la noche, después de recoger todos sus regalos y de jugar con ellos hasta bien tarde, mientras le cambiaba el pañal para acostarlo, giró la cabecilla y se quedó mirando al Nacimiento, y sin que nadie le dijese nada, comenzó a decir "Baltasar, gracias. Pastorcillo, gracias. Virgen María, gracias".

viernes, 7 de enero de 2011

LA REYA MAGA





Después de guardar cola pacientemente durante largo rato por fin llegó con sus hijos al estrado en el que los Reyes Magos los reciben, los cogen en brazos, les preguntan por lo que han pedido en sus cartas y si han sido buenos. Pese a que las criaturas tienen ya cinco años, él conserva la bobalicona pasión de padre primerizo, y esta cosa de los Reyes Magos sigue siendo una de las que más le gustan del año. Por eso, cuando sus gemelos se sentaron en las rodillas de Melchor a punto estuvo de que la gota de baba llegase al suelo y el dedo se le quedó engarrotado sobre el botoncito de la máquina de fotos, como cada año. Pero ese éxtasis paterno le duró hasta que... hasta que sus hijos se pusieron a berrear sentados sobre el barbudo rey. Tembleque le entró de pensar que sus hijos se habían puesto, súbitamente, enfermos en vísperas de tan gran día, y en cuestión de segundos se quedó apabullado por esa posibilidad, incapaz de reaccionar pese a que las abuelas que esperaban en la cola le gritaban que quitase a esos chiquillos de encima del rey, que sus nietos también tenían que verlo y que estaba atrancando la cola... Sólo pudo recuperar cierta normalidad de ánimo cuando le llegó a los oídos la voz clara y poderosa de sus hijos que entre berridos sin consuelo exclamaban que el rey era... ¡una mujer!

¡Cómo maldijo, primero a voz en grito y delante de todo el que quiso oírlo y luego en silencio pero no menos calmado, al concejal de festejos que no había evitado «semejante tropelía»! ¡Cuánto le costó restaurar en sus hijos la confianza en la existencia de los Reyes Magos! Tila, diazepam y ansiolíticos fueron necesarios esa tarde para calmarlo y aún así, no pudo pegar ojo en toda la noche, tramando una venganza contra quienes confundiendo igualdad y fatuidad habían estado a un tris de acabar con la ilusión de sus hijos. «¿Qué problema hay en que los Reyes Magos sean sólo hombres? ¿Es que se piensan que los niños son tontos y no se van a dar cuenta si les habla una mujer?», se preguntaba una y otra vez, removiéndose en la cama hasta que su mujer le dio un codazo y le dijo que se durmiese de una vez y que no le diese más vueltas a la cabeza... ¡Qué no le diese más vueltas a la cabeza, decía! Claro que tenía que remover la sesera, porque el escarmiento tenía que ser ejemplar...

El mismo 6 de enero, después de comer, se encerró en su despacho a escribir cartas exigiendo su derecho a ser Fallera Mayor de Valencia, Alcaldesa de Zamarramala, Reina del Carnaval de Cádiz, Abadesa de las Huelgas Reales de Burgos, y en su pueblo, Presidenta de la Asociación de Amas de Casa, Secretaria de la Asociación de Mujeres Empresarias, Tesorera de la Comisión Local de Mujeres Emprendedoras y Progresistas, Virgen María en la fiesta de Navidad del colegio de sus hijos y, por supuesto, mantilla en las procesiones del Jueves y del Viernes santos. Cuando volvió al comedor con el cargamento de cartas y notas a los medios de comunicación y le dijo a su mujer lo que iba a hacer, la pobre lo miraba con los ojos como platos, sabiendo que con lo terco que era su marido, no pararía hasta verse ataviado con el espolín y la manteleta y el moño lleno de agujas de plata presidiendo una «mascletá»... «¡Pero cómo vas a salir de mantilla en la procesión —le gritaba patidifusa— si no eres ni hermana, digo... hermano, de ninguna cofradía!». Pero nada, no hubo manera de convencerlo y al final, riéndose al imaginárselo con la peineta y los tacones de aguja delante del trono de la Dolorosa, le preguntó si por lo menos se afeitaría la barba. «Ni pensarlo, un hombre mantilla sale con su barba y con sus patas de pelos como Dios manda, vamos, como cualquier Reya Maga...»

(IDEAL, 6 de enero de 2011)

martes, 4 de enero de 2011

¿QUIÉN VIGILA AL VIGILANTE?




Comienza el año con la prohibición de fumar en bares, discotecas, restaurantes, hospitales, parques... El buen Estado que recorta salarios, pensiones y prestaciones a parados, el mismo que a costa nuestra enriquece a las empresas de la electricidad y del gas en cuyos consejos de administración se sientan los políticos jubilados, ese buen Estado se preocupa por nuestra salud y quiere acabar con nuestros vicios. Yo no soy fumador, y no deja de molestarme la prepotencia con que los fumadores se endiñan los cigarrillos sin ni siquiera preguntar si molestan, pero creo que la ley, además de torpe es excesiva y, para abundar en las sinrazones, deja mil preguntas sobre la mesa.

Todos los que tenemos hijos encontraremos razonablemente sensato que se prohíba fumar en los parques infantiles: es bastante desagradable que tu hijo esté jugando en las chinas o la tierra y tengas que estar quitándole una colilla de las manos cada dos segundos. El problema es que la ley contra el tabaquismo, al extender la prohibición a casi cualquier sitio y lugar, levanta un estado de sospecha en el que cualquier ciudadano tiene que ejercer de policía si se quiere que la ley se aplique: el dueño de un bar tiene que controlar que nadie fume dentro de su local para evitar sanciones, cualquier no fumador puede denunciar al que fume en un lugar prohibido (lo que no sabemos es sobre quién recae en estas denuncias entre particulares la carga de la prueba: este tipo de leyes invasivas siempre acaban lesionando derechos). Ahora bien, lo que yo me pregunto es qué medios van a disponer las administraciones para evitar que se fume en los espacios que dependen de ellas: ¿qué medios, por ejemplo, va a poner el Ayuntamiento de Úbeda para evitar que se fume en el Parque Norte o en el casi abandonado Parque Vandelvira? ¿Tendremos que ser los ciudadanos los que vigilemos el cumplimiento de la ley en esos lugares donde nuestros hijos juegan? Si yo denuncio un bar porque deja fumar en su interior, el propietario es sancionado, supongo, por no mostrarse diligente en la observancia de lo mandado... pero si yo denuncio al Ayuntamiento porque se fuma en sus parques, ¿quién sanciona al Ayuntamiento si él pasa a ser juez y parte de la denuncia? Mucho me temo que esta es una ley trampa que al final acabará dejando que se siga fumando donde precisamente no debería hacerse, porque deja sin vigilancia al vigilante. ¿Estamos a las puertas de otro de esas chapuzas monumentales a las que nos ha acostumbrado el gobierno Zapatero?

lunes, 3 de enero de 2011

ENERO




Supongo que a todos nos pasa: hay meses que nos gustan y meses que no, hay meses en los que encontramos sustancia y otros que son insulsos e irrelevantes para nosotros. A mí, siempre me ha gustado enero, porque todo parece posible, porque conjugan mañanas íntimas de niebla como la de hoy con días clarísimos y luminosos, porque mezcla sol y nieve, porque invita a pasear bien abrigados pensando en nuestras cosas y porque ayuda a recogerse en el brasero a leer o escuchar música, porque todos volvemos de alguna manera a ser como niños. Quizá lo mejor de este primer mes del año es que sabe juntar sabiamente la pereza y la vitalidad, que nos ayuda a encontrarnos y nos empuja a descubrir todo lo novedoso que el universo regala cada día. Y también, que nos invita a pensar que es posible ser mejores.

Que en este o en cualquier otro camino, podamos encontrarnos tantos amigos con las pilas cargadas por la energía que enero derrocha.