viernes, 27 de febrero de 2009

ANDALUCES DE AQUÍ



Todas las cosechas tienen su origen en la semilla pequeña y en la lluvia fina. La Plataforma por Andalucía Oriental es ahora mismo el grano que quiere germinar en tierra nueva: la fuerza de sus razones debiera ser motivo suficiente para que mañana florezca la posibilidad de ser andaluces de otra manera, que es la nuestra. Y es que esta Plataforma anhela conseguir la autonomía para la región conformada por las provincias de Granada, Jaén y Almería.

Ya en 1873 la abortada Constitución de la República Federal propugnaba la creación de dos estados andaluces dentro de la Nación Española: por un lado estaría la Andalucía Baja y por otro la Andalucía Alta, que se correspondía con los reinos históricos de Jaén y Granada. En tiempos de la II República surgió en Almería la posibilidad de integrarse en una región junto con Murcia y Alicante, y fue amplia la oposición de los políticos andaluces orientales –de todos los partidos– a sumarse al proyecto de las ocho provincias. Durante la propia Transición no faltaron defensores de la autonomía diferenciada del oriente andaluz, oliéndose ya tan pronto que los andaluces del este quedarían relegados a la condición de ciudadanos de segunda, como efectivamente ha ocurrido. En aquellos tiempos se diseñó en Granada la bandera de Andalucía Oriental, en Almería se rechazó el actual Estatuto de Autonomía y en Jaén el himno de Blas Infante fue ampliamente rebasado en popularidad por el “Andaluces de Jaén”.

Todo ello viene a demostrar que en estas tierras andaluzas siempre se ha considerado lo de ser y sentirse andaluces de manera distinta a los andaluces de allá. La impresión de la diferencia se acrecienta con la realidad de la discriminación que padece la Andalucía Oriental, y por la justamente denunciada colonización cultural del modelo sevillano, que la Junta de Andalucía ha impuesto vía Canal Sur. Al andalucismo autonómico le avergüenza el recio ser, el sobrio ser de las tierras altas de Andalucía y quieren que los hombres y las mujeres de Jaén, Granada y Almería tengamos que soportar el ser mirados por encima del hombro por quienes imponen el salero y la gracia como dogmas de la fe andaluza. Modismos y costumbres de nuestra tierra han desaparecidos absorbidas por lo “andaluzmente correcto”, y desde la impuesta condición de segundones hemos soportado silenciosamente el maltrato que los políticos han ejercido desde Sevilla contra nuestras provincias: desaparecen los trenes, se agrietan las carreteras, se eternizan las obras de restauración de monumentos nacionales, faltan hospitales y escuelas… y hemos callado. Hasta ahora.

Antonio Machado decía que un andalucista era un español de segunda y un andaluz de tercera, pero se le olvidó señalar que un andaluz oriental sería un ciudadano de cuarta. Por eso urge otra Andalucía, a nuestra imagen y semejanza, y conforme a nuestras necesidades. ¿Andalucía Oriental? Bienvenida sea esta Andalucía nuestra, hecha al modo de los andaluces de aquí.

(Publicado en Diario IDEAL el día 26 de febrero de 2009)

martes, 24 de febrero de 2009

MÍNIMAS POLÍTICAS (XIV)



XL. Pero llegará el día en que el lenguaje no será suficiente para sostener el pulso de la democracia. Entonces, o hay hechos, gestos, resultados, o ascenderán al poder los enemigos del lenguaje. La política actual degrada las inmensas virtudes del lenguaje: la jerga fantasiosa de los políticos ha creado una política que sólo sirve para inventar vocablos y definiciones. Y en la medida en que se desvirtúa la política se desvirtúa el lenguaje, que, al cabo, es el único mecanismo válido de relación social. Los políticos actuales, llevando la palabra a la tumba, están preparando los funerales de la democracia.

XLI. En política no existe lo “bueno” o lo “malo”. Todo será según el cristal ideológico desde el que se mire. También en la política local. A la pregunta sobre si es bueno o malo cambiar el mobiliario de una céntrica avenida donde viven las clases acomodadas de una ciudad, cabe responder si más o menos urgente que eso es arreglar las calles de las barriadas trabajadoras.

... O puede que si quepa en política local lo “bueno” y lo “malo”, que donde haya que debatir sea en las prioridades y las urgencias.

XLII. Algún día alguien probará, casi científicamente, que para obtener resultados en la política actual no se puede ser “buena persona”. ¿Alguien se imagina a una “buena persona” negociando políticamente, mientras piensa que el adversario necesariamente tiene parte de razón? La política actual es la política de los sectarios, de los que se creen dueños de verdades absolutas y exclusivas y excluyentes, de los perversos, de los que no tienen empacho en mentir... ni en dejar tirado en el camino al que no pueda seguir el ritmo de la marcha.

viernes, 20 de febrero de 2009

RICOS Y POBRES



En 1315 el Concilio de Vienne catalogó a los usureros como herejes, lo que ofrecía pasaporte directo a la hoguera para aquellos que vivían a costa de la miseria de los otros. Hubo también un tiempo en que los bandoleros se dedicaban a robarle a los ricos –y a colgar a sus esbirros de la rama de un árbol– para darles de comer a los pobres. Eran los siglos en que el dinero viajaba en bolsas y sacos por los caminos del mundo, y no por las carreteras cibernéticas ocultas a los ojos de los mortales. Es de suponer que el cambio en el medio de transporte del dinero ha cambiado también la condición del bandolero, que ahora se dedican a asaltar a los pobres para que no decaiga la manduca de los ricos. ¡Felices tiempos aquellos en que los botines –nunca un apellido cuadró tan bien a una condición– y los escámez y los franciscosgonzález hubiesen sido untados de pez para facilitar la labor de los brotes de encina y de la antorcha! ¡Oh edades pasadas en que los pecheros y menesterosos se regocijaban viendo a un villano apellidado Sebastián balanceándose en el aire de la mañana y a la vera de un sendero!

Pero los tiempos, ay, han cambiado. A mejor, sin duda, aunque haya momentos como estos en los que –arrebatados de desencantos– añoremos aquel afán justiciero de nuestros antepasados. Ahora que el fantasma de la miseria ha ocupado en propiedad el sillón de millones de familias españolas que no tienen trabajo, urgen los bardos como Pérez Reverte que cantan lo merecidas que se tienen dos hostias los desalmados que empujan al caos y a la desesperación a tantas criaturas. Y aunque ya que no es posible aquella justicia primaria y horrorosa de las horcas y las hogueras, no sería bueno olvidar que estamos al borde del cataclismo y que la pobreza no es nunca buena consejera y es peor compañera de viaje. Y que si el 3 de septiembre de 1792 los pobres de París quisieron saciar su ira y su desesperación cortando la cabeza de la princesa de Lambelle, pinchándola en una pica y paseándola por las calles de la revolución, los ricos de ahora no están a salvo de que mañana una rabia les robe sus cabezas. Sobre todo si siguen practicando el despropósito y el cinismo como en este instante, cuando a manos llenas se regala dinero a los bancos y a las eléctricas mientras los trazos más negros emborronan los ojos de los españolitos, que están en el mundo –a duras penas–, que Dios no ha guardado de sus gobernantes y que tienen ya el corazón helado.

Los trabajadores ingleses protestan porque no quiere que se contrate a extranjeros, que cobran menos y soportan más tiranías. No los asustan los de fueran: les da miedo el paro, como a todos. Pero habrá un día en que los trabajadores descubran que quienes los empujan al pozo no son los desesperados que cruzan los mares para pelearse un pedazo de pan: ese día los poderosos del mundo deberían empezar a preocuparse por sus cuellos. En Davos ya han avisado: muy pronto la carne de rico puede empezar a venderse muy barata.

(Publicado en Diario IDEAL el 19 de febrero de 2009)

miércoles, 18 de febrero de 2009

A PROPÓSITO DE MARTA



No sé si era Antonio Machado o Juan de Mairena el que decía que lo mejor de este país –España quiero decir– es su gente, o sea, los españoles de a pie. Hoy lo han vuelto a demostrar los padres de Marta del Castillo, la adolescente asesinada en Sevilla por un amigo y arrojada al Guadalquivir por una banda de desalmados. Mientras decenas de hombres siguen buscando el cuerpo de su hija desde Sevilla a Sanlúcar, los padres de Marta han convocado una rueda de prensa y han pedido la convocatoria de un referéndum sobre la cadena perpetua. Seguramente nadie hará caso a esta sensata petición (porque los políticos siguen pensando que la democracia es lo que coincide con sus ideas) pero ellos hoy han desahogado su dolor dando a voz a lo que muchos españoles pensamos. Porque no puede ser que alguien asesine, que alguien viole reiteradamente, que alguien abuse de menores, y en diez o doce años esté en la calle. Eso, se mire como se mire, es una burla de las víctimas y no creo que ninguna sociedad éticamente sana pueda seguir consintiendo la paranoica situación que en España genera esa aberración moral que es el artículo 25.2 de la Constitución. Hoy, sensatamente, se ha pedido cadena perpetua: como nadie hará caso a esta petición, llegará el día en que las víctimas indignadas exigirán la reparación a través de esa hecatombe moral que es la pena de muerte. Y los responsables de ese desvarío serán los políticos que se niegan a escuchar la voz de la calle.

No se trata de espíritu de revancha sino de afán de justicia, de anhelo de reparación del bien machacado. No se trata de negar el derecho de que el que cometió un error pueda volver al seno de la sociedad una vez que haya sido ayudado y haya pagado. Se trata, sencillamente, de reconocer que existe el mal y de que hay personas que son malas. Yo creo que alguien que asesina a golpes a una chica, la envuelve en una manta y la arroja al río y guarda silencio ante el sufrimiento de sus padres y de sus amigos es alguien malo. Ahí no se ha cometido un error: ahí se ha actuado a sabiendas del daño que se causa, regocijándose en el sufrimiento. ¿La pena que se imponga en ese caso debe orientarse hacia la reinserción? Si alguien quiere reírse de la muerte de Marta y orinarse en la herida de sus padres y de sus hermanas, sí, debe pensarse en una pena que reinserte al asesino. Si lo que se quiere es hacer justicia, habrá que pensar en otra cosa.

Lo mejor de España, la voz más sensata de España, ha estado esta mañana en una plaza de Sevilla. Pero la España oficial sigue considerando que la Constitución es un tótem intocable, una vaca sagrada que no contiene errores y que es el colmo de la perfección. Si este enroque ciego y cómplice se lleva por delante la dignidad de decenas de víctimas, ¿qué le importa eso a la España oficial y diputada y ministerial? Urge el referéndum que piden los padres de Marta del Castillo. Urge más y antes una Plataforma 25.2, que pida la reforma urgente de ese artículo de la Constitución. Porque si no se respeta a las víctimas no hay democracia real ni respeto a los derechos humanos.

Marta está muerta y perdida en el río, o en el mar. Lo peor que sus asesinos pasearán dentro de pocos años por la orilla del Betis. Ella muerta, ellos vivos y sin remordimientos. Yo, como ciudadano de este país –de España digo– soy consciente de que habrá muchos días en los que mueran muchas Martas y muchas Sandras y muchas…, pero me niego a que mi nombre sus asesinos estén en la calle. Yo no quiero que en mi nombre jueguen con el dolor de las víctimas, que es sagrado, y no me reconozco en una Constitución que ampara a los malvados y los dignifica, vilipendiando el dolor de los heridos. En mi nombre esa infamia no. Ya no, porque soy padre y sé lo que un hijo duele.

martes, 17 de febrero de 2009

MÍNIMAS POLÍTICAS (XII)



XXXVII. Unas ministras se fueron a una revista a ejercer de modelos y luego, feministas ellas, pusieron el grito en el cielo porque las modelos se van a las pistas de tenis a ejercer de “recogepelotas”. ¿Alguien entiende a esta izquierda que se llama progresista?

XXXVIII. ¿No queda más esperanza que la de esperar que esta izquierda postmoderna pueda funcionar? Malos tiempos corren para una democracia carcomida por el absoluto hastío de los que se saben solos frente a sus hipotecas, sus empleos precarios y su cotidiana angustia.

XXXIX. Cuando no se tienen ideas, o cuando falta coraje político para cumplir los compromisos que se adquirieron con la gente, se recurre al rebuscado lenguaje moderno para que lo arregle todo. Y así, los pisos de treinta metros cuadrados se llaman, más o menos, “soluciones habitacionales que arreglan los problemas de todo el mundo mundial”. Y el jefe de prensa de algún Ministerio que se inventara esto seguro que todavía cobra de nuestros impuestos.

lunes, 16 de febrero de 2009

DE TOGAS CAÍDAS



Judicial viene de justicia y difícilmente se puede considerar que imparta justicia el poder denominado como tal: a lo sumo –y cuando pueden y sus medios precarios lo permiten– aplican las leyes que dictan los partidos políticos vía Congreso de los Diputados. La libertad de que gozan los que envenenaron a cientos de personas con el aceite de colza, las vacaciones irlandesas de Iñaki de Juana Chaos o la negación de que los trabajadores de Andújar infectados por el uranio padecen una enfermedad laboral (pese a que el cáncer los mata como a chinches) son meras notas ilustrativas de qué se entiende por eso de justicia en España. Como difícilmente puede considerarse que esas tropelías sean resultado de la justicia, es arriesgado calificar como “judicial” a uno de los poderes del Estado. Y si no hay poder judicial –porque no hay justicia que aplicar–, los jueces tienen perfecto derecho a acudir a la huelga que convocan sus más levantiscos representantes: no son encarnaciones de ningún poder, son meros funcionarios que bastante tienen con lograr que en sus juzgados se enciendan las bombillas.

En todas las encuestas los jueces salen mal parados porque los españoles están un poco hartos de los desatinos sentenciados en los tribunales. Pero yo no creo que tanta tropelía como cometen los hombres de la toga sea responsabilidad sólo suya. ¿Cabe imputarle a un juez que los terroristas vayan a la cárcel a echar una temporada de vacaciones, cava y langostinos para celebraciones incluidos? No, y tampoco es responsabilidad de un juez que los pederastas o los violadores o los asesinos de mujeres se vayan casi de rositas y vuelvan a delinquir. Por eso yo sí entiendo el mosqueo de los jueces, que viene a ser –poquito arriba poquito abajo– el mosqueo de cualquier español medio decente.

Y es que tal vez el juez Tirado de marras es un chulo y un holgazán, pero lo que no es de recibo es que el ministro tal o el presidente cual digan que la culpa de que el asesino de Mari Luz estuviera en la calle era del juez o de la secretaria del juzgado. Primero porque son los políticos los que tienen que poner medios para que los tribunales españoles no sean un calco de los de Burkina Faso. Y segundo porque son los políticos los que se resisten a cambiar el artículo 25.2 de la Constitución y las leyes que se burlan de las víctimas. No dejemos que nos engañen más: los responsables de que los tribunales no impartan justicia es de los políticos que redactan y votan las leyes donde la justicia es burlada. Santiago del Valle es un criminal que abusa de niñas: si estaba en la calle es porque hay una ley que lo permite, como es la ley que votan los diputados la que pone en la calle al asesino de Sandra Palo o los héroes de ETA. Lo demás viene dado por añadidura y estoy harto de una casta política que nunca es responsable de nada y que siempre tiene a mano un mono al que darle leña. ¿Quién piensa que no es legítima la huelga de togas caídas?

(Publicado en Diario IDEAL el día 12 de febrero de 2009)

miércoles, 11 de febrero de 2009

CARTA A MANUEL





Cuando naciste la tarde del jueves pude comprender como un solo gesto basta para acabar con todos los sufrimientos. Durante muchas horas tu madre estuvo luchando contra el dolor gigante y contra el desánimo, porque te resistías a abandonar ese paraíso que durante nueve meses ha sido tu casa –¿te ha contado alguien como anda el mundo y por eso no querías venir?–, durante mucho tiempo el tiempo parecía eterno, y de pronto apareciste tú en un vendaval de sangre y mucosidades, con tus cuatro kilos y medio de carne que se humedecerá de mar y que amará y con tus ojos grises abiertos como queriendo indagar qué es esto que nosotros hemos querido regalarte. Comprendí entonces lo que es ser hijo –no te pienses que a estas alturas tengo muy claro lo que es ser padre–, pero sobre todo comprendí lo que es la emoción de la vida, que no es otra cosa que una felicidad radiante conseguida tras muchos dolores y no pocos gritos. Al verte he entendido definitivamente que el mayor regalo es vivir y que vivir es eso que tú y tu madre hicisteis ayer, luchar contra todo lo que se opone a la vida, tan hermosa.

Te tenía entre mis brazos mientras curaban a tu madre, y pensaba en mis padres y en la emoción que sentirían al poder besarte, en mis hermanos, en todas aquellas personas a las que quiero y que sé que por quererme a mí te querrán y te cuidarán a ti, pensaba en todas aquellas personas a las que quiero y que ya no están y que se llamaron Manuel, Juana, Juan, Antonio, Manolo... porque sé que desde el incierto lugar en el que ahora habiten estarán mirando embelesados tus mofletes de color de granada y tus muslos arrugados. Y pensaba –¡cuánto corre el pensamiento en un instante de felicidad!– en todo aquello que soy, en las muchas herencias que me siento en la sangre, en las contradicciones y los lugares en los que viví y en los que me habría gustado vivir, en todos los versos que he leído y en las canciones que me gustan y en la música que tú has escuchado cuando eras eso mismo que eres ahora –promesa, futuro, plan intacto de vida por hacer– pero no tenías rostro ni llanto ni ojos con los que devorar al mundo y encantarnos a nosotros.

Algún día tú sentirás estas mismas cosas que yo sentí al verte llegar al mundo y comprenderás entonces como el amor por la persona que se quiere y con la que se trazan los planes de los hijos es capaz de desbordase en gestos diminutos –una caricia que toca el sudor, un beso sobre las lágrimas–. Para eso, hijo, todavía te quedan muchas puertas que abrir, muchos caminos que recorrer. Perderás la memoria del momento terrible que viviste al recorrer el sendero doloroso que unía el vientre de tu madre y la vida acá en este lado, pero yo no quiero esconderte que no todo te resultará tan plácido como hasta ahora, pero yo quiero que sepas que en tu vida se cruzarán personas maravillosas o que al menos para mí son maravillosas –tus abuelos, tus tíos, mi familia incontable, mis amigos que ayer se emocionaron al verte: de todos formas ya, tan pequeño, parte de sus vidas– y otras que no lo serán tanto, porque no creo que sea justo que te oculte que los malos no sólo están en las películas. Y quiero que sepas desde siempre, y que nadie te engañe en esto, que junto a momentos en los que te parecerá que el corazón puede estallarte de alegrías y esperanzas, habrá otros en los que creerás que estás hecho de cristal y te sentirás quebradizo y frágil como una melodía de Mahler. Pero también me gustaría que cuando vieras tornase oscuros los cielos de tu vida, tuvieras a mano esta carta que escribo cuando están calientes todas las emociones de tu nacimiento, para que puedas comprender entonces que se vive porque la vida duele y que el dolor es muchas veces promesa de algo tan hermoso como tú, y que no cabe cerrar los ojos ante el gris de horizonte ni soplarle a las nubes para esperar que salga el sol, sino que hay que levantarse y andar, andar siempre, buscar siempre sonrisas. En este momento me gustaría ser un poeta que escribiera una canción para ti y te dijera que “la vida ya te empuja como un aullido interminable” y que estás obligado a ser feliz, a hacer la felicidad para ti y para los otros hombres porque “tu destino está en los demás/ tu futuro es tu propia vida/ tu dignidad es la de todos”. Perdona, hijo mío, que haya tomado prestadas estas palabras hermosísimas de un poema que José Agustín Goytisolo escribió cuando nació su hija Julia, pero todo lo que yo quería decirte está dicho ya por el poeta.

En un par de años te llevaré vestido de morado por los caminos del Viernes Santo que mi familia ha andado desde hace muchas generaciones, pero un día del que ni tú ni yo nos acordaremos querrás andar todos tus andares sin darme la mano. Sólo te pido que entonces, cuando ya seas realmente tú –con tus memorias y tus futuros y con errores y aciertos que serán tuyos– si desfalleces, si te sientes caer, si piensas que no eres capaz de diseñar una alegría para tu vida, o si crees que fue injusto el hecho de que tu madre y yo te trajéramos a este mundo donde tanta mala bestia existe, te acerques a esta carta que hoy tremola de emociones tan intensas que mis palabras torpes sólo pueden balbucirlas, y entiendas que aunque me equivoque y te falle a veces, a lo largo de mi vida sólo habré querido amarte y darte lo mejor. Pero sobre todo me gustaría que comprendieses el día en que leas esta carta que vivir es la aventura más hermosa que nunca podrás disfrutar y que desde el 5 de febrero estás obligado a vivir. Tu vida es el regalo que te hacemos tu madre y yo y a mí me gustaría poder morirme un jueves lejano sabiendo que tú regalaste tu vida para hacer un mundo mejor: entiende que para eso basta ese gesto pequeño tuyo de mirar el mundo con tus ojos grises, como queriendo comértelo, generoso.

Hijo mío, soy feliz. Hoy te lo debo a ti. Ya sabes que te debo una: nos vemos en el camino de la vida y allí intentaré pagarte con lo mejor que tenga o con los más claro que sea.

(Publicado en Diario IDEAL el 8 de febrero de 2009)

martes, 10 de febrero de 2009

EL CAMINO DEL CAOS



Coinciden filósofos, economistas y sociólogos: un fantasma agita Europa, el de la desazón producida por la crisis. Las huelgas, las manifestaciones y las rebeliones se multiplican por el mapa europeo como setas envenenadas y en las sociedades europeas comienzan a aflorar una desilusión, un desencanto, un desprecio –merecido desprecio– de la clase política. Por ahora, y pese a padecer la crisis con más virulencia que cualquier otro país occidental, los españoles siguen –seguimos– adormilados, dejando claro que somos el tejido social menos musculoso, más esclerotizado y con menos sangre civil y ética de Europa. Pero Gil Calvo avisa que no tardarán en tocarnos los huracanes de la protesta porque el “espejismo mediático” desplegado por Zapatero no “podrá seguir encandilando a la audiencia por mucho tiempo”, y porque pronto la crisis tocará a las clases medias, motores de todas las revoluciones desde que el mundo es mundo.

Los banqueros y los políticos se han reunido en Davos para anunciar que están expeditos los caminos de la catástrofe social. Pero los de Davos están a lo suyo, como siempre, y sólo les espanta el horizonte que vislumbran porque una legión de rebeldes puede incendiar sus sillones. Se merecen lo que anuncian: en todos los países crece la desconfianza hacia sus castas políticas, incapaces de frenar la sangría del paro y el deterioro de las condiciones de vida de las clases populares y medias. El ejemplo de la casta política española es paradigmático: los parados caen como guindas y los políticos están jugando a los espías; unos centímetros de nieve colapsan la capital de la nación, y las administraciones de las que chupan cientos de políticos se dedican a echarse la culpa las unas a las otras y a eximirse de toda responsabilidad; las pequeñas empresas echan el cierre porque carecen de liquidez para continuar trabajando, y el gobierno le regala el dinero a los banqueros, que no cesan en su orgía de beneficios; las familias se ahogan en el desempleo y la asfixia salarial, y las compañías eléctricas –bendecidas por el Ministro de Industria– les roban a golpe de recibo.

Otros países pueden trabar un espíritu de superación, un afán patriótico de compromiso para salir de este agujero, una especie de solidaridad común y compartida, pero aquí sólo nos ofrecen el optimismo ciego y sin argumentos de un presidente que le sopla a las nubes y le danza al dios del sol para ver si escampa pronto. Y todavía hay quienes nos miran sorprendidos porque nos aferramos a un programa sencillo y poderoso que habla de “el esfuerzo y la honradez, el valor y el juego limpio, la tolerancia y la curiosidad, la lealtad y el patriotismo”. El hombre que enunció ese programa es el único que, por ahora, ha tenido el valor de llamar sinvergüenzas a los millonarios que han puesto al mundo en el borde del caos, y tal vez esa voluntad de la esperanza no cambie la realidad, pero nos permite estar de pie –que no es poco– mientras un buenismo de tarados amordaza a España.

(Publicado en Diario IDEAL el 5 de febrero de 2009)

MÍNIMAS POLÍTICAS (XII)



XXXIV. En el fondo el discurso absolutamente centrado en la seguridad contra el terrorismo es un discurso a la medida de los nuevos emperadores: cuanto más haya que invertir en seguridad menos quedará para invertir en seguridad... social. Gran paradoja del mundo actual: asegurar el derecho a la vida de los occidentales es la mejor coartada para dejar todos sus otros derechos a la intemperie.

XXXV. La lucha histórica entre conservadores y socialdemócratas ya se ha resuelto, gane quien gane las elecciones: todos los políticos se han vestido de policía. Al final, el terrorismo islámico ha sido el mejor aliado de las políticas de la derecha. La crisis económica es tan sólo la carcajada de los que vienen liquidando derechos de los trabajadores desde hace treinta años.

XXXVI. Es difícil encontrar una voz que se alce pidiendo remedios para la explotación de la mujer en el mundo del trabajo: despidos por embarazos, trabajos sin contratos, humillaciones por sueldos de risa. La norma sigue siendo no molestar a los empresarios. Pero, como de alguna manera hay que parecer “progresista”, se armará (con perdón) la de Dios es Cristo si unas modelos se dedican a recoger pelotas en un torneo de tenis. Se ve que hay que tragar con que despidan a una chica por pedir el mismo sueldo que cobran sus compañeros o por quedarse embarazada, pero no se puede consentir que otras chicas recojan pelotitas amarillas a cambio de un sueldo que seguramente es más decente que el del noventa por ciento de las mujeres de su edad. Cosas del feminismo de tres al cuarto.

viernes, 6 de febrero de 2009

UN HOMBRE FELIZ





Pasados pocos minutos de las tres de la tarde de ayer, comenzó a andar este Camino la persona a la que –nadie lo dude– más se va a querer por aquí. Se llama Manuel, pesó 4 kilos y 580 gramos y se parece un montón a su madre. Supongo que a partir de ahora costará más atender que el Camino esté en buen estado como hasta ahora –paciencia, pues, a los asiduos lectores del mismo–, por lo que pudiera ser que durante una temporada se pareciese a las calles de Úbeda, pero en realidad me da igual. Hoy debo ser uno de los hombres más felices del mundo, y las catorce peores horas de mi vida, que fueron las que mi mujer estuvo sufriendo para poder traer Manuel, han quedado compensadas. Con creces. Es una sensación extraña la que se tiene cuando coges a tu primer hijo por primera vez en brazos. Es como si estuvieras acunando una parte de ti mismo, o tal vez todas las herencias que te han hecho. No sé, mejor dejo esto antes de ponerme a escribir tonterías.

Así que pues eso, que ayer fui padre y que soy un hombre feliz. Un hombre feliz que quiere darle desde aquí las gracias públicamente a todos los que han mandado mensajes de felicitación o nos han visitado en el hospital o han llamado por teléfono. Os queremos mucho María Luisa, Manuel y yo, y se os quiere mucho en este Camino.

martes, 3 de febrero de 2009

MÍNIMAS POLÍTICAS (XI)



XXXI. El terrorismo y la seguridad centran todo el debate político. Porque así les conviene a los políticos. Si la gente se convence de que es posible que les peguen un tiro no se acordarán de su salario, su hipoteca y su contrato. Los políticos saben que es más fácil cazar terroristas que hacer leyes de contenido social, es más fácil abrir academias de policía que dotar becas y ayudas a los parados, más fácil desactivar un coche bomba una vez al año que mil contratos basura o mil despidos cada día.

XXXII. Si el tema único del debate político es la seguridad es más fácil no fallarle a la gente, porque para que haya más seguridad no es necesario fallarle ni al dólar ni al euro, ni a los bancos ni a los empresarios.

XXXIII. El actual debate sobre la seguridad pervierte todo el discurso filosófico sostenido desde la Ilustración: se avanzaba hacia un mundo más abierto, más sin fronteras... y ahora retrocedemos. Occidente se repliega sobre sí mismo, dispuesto a convertirse en un búnker a salvo de las hordas hambrientas que por todas partes lo miran. Esas masas que hoy, antes de montarse en una patera, afilan sus cucharas pero que mañana afilaran los machetes.

o

domingo, 1 de febrero de 2009

¿QUÉ APUESTAN A QUE SÍ?




Lo reconozco: yo no llegué a pensar nunca que la clase política española practicaría el despropósito y el cinismo con la comodidad y el regusto con que lo está practicando en estos tiempos difíciles. Difíciles, claro, para los que siempre suelen ser difíciles los tiempos de crisis. A mí, por ejemplo, la noche del lunes me daba vergüenza oírle decir al Presidente del Gobierno que “no es el momento de grandes beneficios ni de salarios excesivos”, como si los salarios hubieran sido alguna vez excesivos en este país. Claro, que ese Presidente acorralado por ciudadanos como nosotros, por la calle a la que milagrosamente le dan la voz en una operación cosmética para hacernos creer que ZP es como el Obama español, no ha dicho ni mu cuando después de su patinazo televisivo los periódicos salieron comunicando los multimillonarios beneficios del Banco Santander, uno de los que están recibiendo a diestro y siniestro gratuito nuestro dinero de contribuyentes, ese que el Presidente negó que se les estuviese regalando. En fin, que la cosa, como pueden suponer, no es para tirar campanas al vuelo, pero tampoco para seguir consintiendo que nos tomen por lo que seguramente somos y hemos demostrado elección tras elección: una panda de gilipollas.

Ahora, vuelve a florecer el tema de las tarifas eléctricas. Ya avisamos algunos, cuando nos birlaron la tarifa nocturna, que ese ministro en el que se condensan todas las estupideces y todas las tropelías de la historia de España y que se llama Miguel Sebastián –que el Diablo confunda, pero que lo confunda pronto, ya, y lejos de nosotros–, se estaba convirtiendo en el sujeto más peligroso para nuestras economías de cuantos andan sueltos por el mundo, y eso que en el mundo andan sueltos ahora mismo un número incontable de caraduras y tarados al servicio de los poderosos. Nuestra siniestra predicción se ha cumplido: comienzan a llegar a los hogares españoles recibos de la luz que aterran. Esto de la luz sería la tropelía legal más grande de las cometidas en el siglo XX en nuestro país si no andarán sueltos los asesinos que envenenaron a cientos de personas con el aceite de colza, pero aún así el hecho de que un gobierno –y más un gobierno supuestamente de izquierdas: el pobre Pablo Iglesias debe estar dándose de coscones con las paredes de su tumba– ampare y cobije a los que están perpetrando este robo masivo es de nota. ¿Se pensaban ustedes que el gobierno estaba al lado de los currantes en esto de la crisis? ¿Creían que su misión era apoyar a los que lo pasan mal, a los que difícilmente llegan a fin de mes? Pues si les ha llegado la factura de la luz mírenla y convénzase, y si aún no les ha llegado esperen para ver quiénes son –¿podía ser de otra manera?– los que verdaderamente preocupan a Sebastián y su cuadrilla de impresentables.

Ramón Beltrán, con la agudeza que le caracteriza, ha destapado parte del trasfondo político que ese esconde detrás de este atraco masivo, detrás de este robarle a los pobres para repartirle mucho a los ricos. Yo, con lo cabreado que estoy, no llego a tanto aunque sé que Ramón está cargado de razones y que aquí hay que acoquinar con el pago del tributo al nacioalismo catalán: a mí lo que me parece es que este país –y para mí quién es este país está aclarado en el artículo Esta España: ver más abajo– tiene que plantearse muy seriamente una sentada colectiva, un plante, una huelga de votos caídos. En junio tendremos una oportunidad de oro para decirle a toda –a casi toda, creo que hay una mínima esperanza: ya se hablará de esto– la casta política española que lo mejor que pueden hacer es recoger sus bártulos e irse. O cuando menos callarse. Un tal Vallejo –creo que es consejero de no sé qué en la Junta que padecemos los andaluces– ha dicho que el gobierno andaluz no va a consentir el atropello de Sevillana. ¿Qué se juegan ustedes a que sí lo consiente? ¿Cuánto apuestan a que al final el resultado será Eléctricas 10 y Españoles 0 por mucho que diga el tal Vallejo?