España no viaja en coches oficiales. Ni lee las páginas naranjas del periódico para saber de sus acciones, no tiene una cuenta corriente saneada y no es un diputado que vota leyes estúpidas y no jalea –España no– catastrazos en los ayuntamientos. España no camina por moquetas, no vive en la Gran Vía, no se sienta en un consejo de administración. España no come mousse de arroz con terciopelo de alga nori.
España se levanta al amanecer y está muchas horas al volante de un camión. O en los tajos del olivar o sirviendo cafés y cañas. España tiene las manos frías de los fruteros y ese temor de los pescadores cuando se echan a la mar: España tiende redes y acaricia uvas y araña escarchas mientras barre calles. España tiene cara de oficina gris y cobra salarios de risa y paga hipotecas de susto. España es una dependienta en Zara o de una tienda de pueblo, cobra ochocientos euros y trabaja diez horas diarias seis días a la semana y a veces la obligan a trabajar los domingos y los festivos. España es un maestro cansado de perder el tiempo en las aulas, ese establo de vagos. Y España es un joven que estudia y una mujer maltratada y una víctima de El Rafita o de Iñaki de Juana. Y a veces España tiene cara de médico con gafas o de enfermera que emigra a Inglaterra a trabajar. España se llama Elena y es matrona y ella sola atiende a decenas de embarazadas, que llevan en sus vientres henchidos las españas de la rabia y de la idea, ese mañana. España tiene manos con callos y una frente sudada, tiene gastadas las suelas de los zapatos de caminar de la casa al trabajo, del trabajo al paro, del paro al desánimo, del desánimo a los hueros discursos de la España que no es España. España es una viuda que cobra lo justo para no morir de asco o un jubilado que trabajó toda la vida y se partió la espalda por sus hijos y que ahora tampoco llega a fin de mes. España es un hombre que se esfuerza, una mujer que se esfuerza, España es un niño que anhela y sueña, que anhelar y soñar son esfuerzos del alma, limpia alma de esa España que nacerá en febrero y que se llama Manuel y será mi hijo.
Y España madruga y vuelve cansada y tarde a casa y come garbanzos con tocino, y moja sopas de pan en el café caliente que ya no apaga el cansancio. España quiere abofetear la cara de los que se llaman España y agitan su bandera, de los que aborrecen a España y se avergüenzan de ella y viven a su costa, el rostro duro de los que no pagan sueldos dignos a España, de los que venden pisos sobre el mapa de España como si no fuese de todos esa tierra que un día hará musgo con los huesos de España, pobre España.
Y España es un lunes por la mañana que tiene deudas, y que un día tuvo sueños y hasta esperanzas o una camisa blanca agitada sobre las terrazas de la historia por el viento de la libertad.
Y yo, qué quieren, me siento español de esa España de la calle, que nunca grita viva España pero que es la España viva y civil, pese a todo alegre, mi única España.
(Publicado en Diario IDEAL el 29 de enero de 2009)
España se levanta al amanecer y está muchas horas al volante de un camión. O en los tajos del olivar o sirviendo cafés y cañas. España tiene las manos frías de los fruteros y ese temor de los pescadores cuando se echan a la mar: España tiende redes y acaricia uvas y araña escarchas mientras barre calles. España tiene cara de oficina gris y cobra salarios de risa y paga hipotecas de susto. España es una dependienta en Zara o de una tienda de pueblo, cobra ochocientos euros y trabaja diez horas diarias seis días a la semana y a veces la obligan a trabajar los domingos y los festivos. España es un maestro cansado de perder el tiempo en las aulas, ese establo de vagos. Y España es un joven que estudia y una mujer maltratada y una víctima de El Rafita o de Iñaki de Juana. Y a veces España tiene cara de médico con gafas o de enfermera que emigra a Inglaterra a trabajar. España se llama Elena y es matrona y ella sola atiende a decenas de embarazadas, que llevan en sus vientres henchidos las españas de la rabia y de la idea, ese mañana. España tiene manos con callos y una frente sudada, tiene gastadas las suelas de los zapatos de caminar de la casa al trabajo, del trabajo al paro, del paro al desánimo, del desánimo a los hueros discursos de la España que no es España. España es una viuda que cobra lo justo para no morir de asco o un jubilado que trabajó toda la vida y se partió la espalda por sus hijos y que ahora tampoco llega a fin de mes. España es un hombre que se esfuerza, una mujer que se esfuerza, España es un niño que anhela y sueña, que anhelar y soñar son esfuerzos del alma, limpia alma de esa España que nacerá en febrero y que se llama Manuel y será mi hijo.
Y España madruga y vuelve cansada y tarde a casa y come garbanzos con tocino, y moja sopas de pan en el café caliente que ya no apaga el cansancio. España quiere abofetear la cara de los que se llaman España y agitan su bandera, de los que aborrecen a España y se avergüenzan de ella y viven a su costa, el rostro duro de los que no pagan sueldos dignos a España, de los que venden pisos sobre el mapa de España como si no fuese de todos esa tierra que un día hará musgo con los huesos de España, pobre España.
Y España es un lunes por la mañana que tiene deudas, y que un día tuvo sueños y hasta esperanzas o una camisa blanca agitada sobre las terrazas de la historia por el viento de la libertad.
Y yo, qué quieren, me siento español de esa España de la calle, que nunca grita viva España pero que es la España viva y civil, pese a todo alegre, mi única España.
(Publicado en Diario IDEAL el 29 de enero de 2009)