domingo, 30 de noviembre de 2008

MÍNIMAS UBEDÍES (I)



I. Úbeda, ciudad bajo mínimos y casi sin pulso, no da para máximas. Por eso en este Camino solo hemos podido encontrar un puñado de mínimas. Será que se nos ha contagiado el carácter del ambiente.

II. Exposición fotográfica del Concurso Nacional de Fotografía: uno de los grandes eventos culturales del año. Ejemplar trabajo el de estos hombres de la A.F.U. que son capaces de traer en un puñado de fotos todo el dolor y toda la belleza del mundo.

III. Los cajeros llenos de emigrantes por las noches. El pabellón lleno de emigrante que se refugian del frío. El albergue lleno de emigrantes que vienen con esperanzas para recoger desilusiones: no hay trabajo para todos. ¿Quién paga todo esto? En primer lugar se paga con el sufrimiento y la miseria de estas personas. En segundo lugar se intenta mitigar ese drama con los impuestos de los ciudadanos. Pero, ¿por qué en lugar de aplicar un catastrazo sin piedad el Ayuntamiento no ha subido el 1000% la contribución de los olivareros que tienen más de dos o tres mil olivas? Al final el olivar, en Jaén, consiste en eso: de los impuestos de los trabajadores alemanes se obtienen subvenciones millonarias; con los impuestos de los ciudadanos españoles se pagan los gastos que origina el personal que viene a recoger la aceituna.

viernes, 28 de noviembre de 2008

HATAJO DE SINVERGÜENZAS



Lo prometo, prometo que voy a intentar contenerme. Sé que después de haber leído lo leído en los periódicos de esta mañana va a resultar difícil, pero aún así les prometo que por lo menos lo voy a intentar y no voy a llamar hijo de puta a ningún político de la Junta de Andalucía. Estoy cabreado, indignado, triste, me siento estafado, engañado, y aún así voy a intentar contenerme. Lo prometo.

De hecho, para descargar un poco esta rabia antes de ir al grano quisiera comentar una cosa un tanto cómica. Ayer el Presidente del Gobierno anunció, dentro de su enésimo plan contra la crisis, que va a destinar ocho mil millones de euros para que los ayuntamientos españoles puedan realizar obras que amortigüen el impacto de la crisis. Cuando ayer me enteré de esto hice unos pequeños cálculos, que les cuento: dividiendo la cantidad prometida por el Gobierno entre los cuarenta y cuatro millones de españoles que echamos a perder este país, sale que cada ciudadano toca a 181,8 euros. Luego si el Gobierno va a darle a cada Ayuntamiento una cantidad según su población, al Ayuntamiento de Úbeda (con 34.500 habitantes), tendría que enviarle casi seis millones trescientos mil euros. Este cálculo es sencillo (por lo tanto no estará al alcance de mentes tan privilegiadas como las de nuestros políticos) y si hubiese voluntad de hacer eso, la semana que viene se estaría haciendo transferencias masivas a los ayuntamientos. Pero: primero) el gobierno no ha explicado como va a repartir el dinero, lo que significa que no tiene voluntad de repartirlo; segundo) el gobierno no ha explicado cuando va a transferir el dinero a los ayuntamientos, lo que significa que no tiene voluntad de transferirlo; y tercero) el gobierno no ha dejado claro que las comunidades autónomas no tendrán que ver nada con este dinero, lo que significa que al final tantos millones acabarán en las arcas de las comunidades a mayor honra y gloria de sus reyezuelos.

Ea, y ya que hemos hablado de lo gracioso, vayamos a lo trágico, que también tiene su aquél chistoso.

Según parece muchos municipios de la provincia de Jaén viven una situación dramática por la llegada masiva de inmigrantes. En Úbeda se está ya al límite: hay quinientas personas que dependen solo y exclusivamente de la caridad. El Albergue Municipal está desbordado, el Pabellón Municipal está desbordado, Cruz Roja está desbordada, Cáritas está desbordada, faltan colchones, mantas, estufas, comida… Hay gente durmiendo en la calle o en los cajeros, con un frío que pela, y Cáritas anuncia que carece ya de capacidad para ofrecer comidas más allá del fin de semana. Carmen Requena, la Concejal de Servicios Sociales del Ayuntamiento de Úbeda, está dando ejemplo de honestidad, entrega y consecuencia con sus principios, es una mujer casi ejemplar pero está absolutamente desbordada.

Es necesario que toda la gente que lee esto en cualquier lugar de España o de Europa o de Hispanoamérica sepa esta realidad trágica: cientos de personas no tienen nada y aquí ya no hay manera de atenderlos. Ni la Concejal de Servicios Sociales ni las organizaciones humanitarias y católicas –sí, organizaciones católicas, esas mismas que tanto desprecia la escoria progre– disponen ya de medios para hacer frente al drama humano de estos cientos de personas desesperadas: la comida de que dispone Cáritas llega para el fin de semana, en que se prevé más frío y nieve.

Y en medio de este caos y de esta tragedia, los políticos y las políticas de la Junta hacen su aparición en escena.

Ellos y ellas, claro, no podían dejar de salir en esta foto. Y han salido. ¿Creen ustedes que la Junta de Andalucía está enviando a los ayuntamientos de la provincia de Jaén mantas, ropa de abrigo, comida, tiendas de campaña, colchones, calzado…? ¿Creen ustedes que la Junta de Andalucía ha celebrado un consejo de gobierno urgente y extraordinario para dotar una cantidad económica con que ayudar a los ayuntamientos y a las organizaciones humanitarias, para correr con los gastos que ayuntamientos y Cáritas y Cruz Roja soportan para atender con un mínimo de dignidad a los inmigrantes? ¿Piensan que han llamado a los alcaldes diciéndoles que gasten lo necesario que la Junta se hace cargo de las facturas? ¿Creen que la Junta ha habilitado su lujosísimo Palacio de San Telmo, en el que no paran de echarse millones, para que duerman los inmigrantes? No, nada de eso: la Junta de Andalucía, la misma que gasta miles de euros en coches de lujo para sus consejeros, ha hecho un llamamiento. Sí, un llamamiento solidario, tan progre: le pide a los ayuntamientos de Jaén que hagan un esfuerzo, por humanidad, para que nadie duerma en la calle. ¡Qué buenos son los políticos de la Junta! ¡Y qué solidarios! Y encima tienen la desfachatez de decir que están desbordados: ¿cómo puede desbordarse el que no está implicado?

O sea, que además de ser la administración más ineficaz, ineficiente, catastrófica, chapucera, inoperante y varciabarjas de Europa, ahora ha demostrado ser la que menos vergüenza tiene: ni conocen ni conocerán lo que es la decencia. Si yo fuese Alcalde en un Ayuntamiento de Jaén lo que haría sería coordinar con Cáritas, con las cofradías y con Cruz Roja un operativo de autobuses que llevase a todas estas criaturas al Palacio de San Telmo, para el que no faltan millones y calefacciones: a ver si así los progres, solidarios e izquierdosos dirigentes de la Junta se enteran de qué va el sufrimiento de las personas. ¡Qué pena! Si Pablo Iglesias levantara la cabeza y viera los ojos tristes de los inmigrantes y sus desesperanzas (¡cuánto dice en ese sentido la foto de Alberto que acompaña esta entrada!) y oyera a los dirigentes de la Junta de Andalucía se volvía a morir, o mejor a remorir: de asco y de vergüenza.

¿Ven? Me he podido contener y como estoy muy feliz de mi autocontención quiero terminar dedicándole a la Junta de Andalucía la frase de un filósofo de las verdades que se llamaba Fernando Fernán Gómez: “¡A la mierda, váyanse a la mierda!”

CONDICIÓN DE CREYENTE



Y bien, ¿cabe la opción de ser creyente sin que los progres te tachen de beato y los integristas de ateo? ¿Se puede reivindicar la decencia del que busca a Dios entre la niebla, o hay que renegar de nuestros sentimientos más hondos para no quedar descabalgados de un tiempo al que le estorba lo divino? ¿Nos insultarán si nos enrocamos en esta posición de creyentes que se pierden y se caen, que se levantan y se orientan en la noche oscura siguiendo el rastro de un Dios que habita en lo pequeño y que se nos rompe entre las manos cuando asistimos a la inmensidad del dolor?

Ser creyente –creyente cristiano– se está poniendo difícil en España. Por un lado la ola de integrismo católico llena de rastrojos el terreno fértil que araron el Vaticano II y el cardenal Tarancón: ¿cómo reclamarse creyente mientras los obispos claman contra los derechos de los homosexuales o contra el derecho a morir cómo mejor les parezca a aquellos que sufren y que no piensan que su vida pertenezca a ningún dios? Pero también es difícil hacerlo frente a la inquisición progre que cifra todo su haber ideológico en la burla de lo cristiano y que desprecia la herencia humanística del cristianismo, la valentía social de las congregaciones religiosas, la potencialidad liberadora del Evangelio o la realidad cultural de los belenes navideños y las procesiones de Semana Santa. Aquellos empujan la condición de cristiano a la trinchera del oscurantismo, estos convierten el ejercicio de la religiosidad íntima en un acto de rebeldía frente a la estupidez reinante: la tercera vía de la religiosidad será mantener encendida la lámpara del compromiso tolerante dentro de las catacumbas en que algunos quieren encerrarnos.

Los creyentes tenemos que reivindicar la madurez de nuestra fe y nuestra capacidad para trajinar el timón de nuestras dudas, la hondura religiosa que late dentro de todos los silencios con que Dios responde a los desgarros de nuestro corazón. Y se trata, claro está, de poder decir muy claramente que la religiosidad no implica ser un talibán de nada, porque se puede creer –o querer creer, o buscar la creencia, que hay una religiosidad preciosa en algunos ateos y agnósticos– desde el respeto a la libertad de los que no creen, desde la conciencia lúcida de que cada ser humano es dueño de sus agonías y de sus temblores, y que la fe es sólo una salida para esos callejones sin salida que tiene la vida, pero que es una salida por la que se opta libremente, que no se puede imponer si no quiere perder toda su frescura de amanecer cuajado de escarchas. Y habrá que decirles a los nuevos torquemadas que sí, que Iglesia son Escribá de Balaguer, Kiko Argüello o Pío XII y los obispos del franquismo, pero también San Juan de la Cruz, Ignacio Ellacuría o Kike Figaredo.

Los progres no quieren que haya cruces en esa escuela pública que ellos mismos se han encargado de destruir. Me parece bien: con la condición de que tampoco haya velos que cubren de tinieblas la sonrisa de las niñas musulmanas.

(Publicado en Diario IDEAL el día 27 de noviembre de 2008)

jueves, 27 de noviembre de 2008

DOS IZQUIERDAS



Cada día va costando más trabajo ser “de izquierdas”, visto el panorama. Pero hay ocasiones en que uno comprueba que aún son posibles la decencia, la inteligencia y la honestidad en el campo de la izquierda. El pasado lunes Almudena Grandes –uno de los paradigmas de la izquierda progre– publicaba en El País un artículo… un artículo…., bueno, un artículo. Leídas las cosas que decía, Antonio Muñoz Molina le contestó el martes con una carta sencillamente magnífica. Es imposible decir mejor las cosas con menos palabras. Y leída la respuesta, pues Almudena Grandes le respondió airada a Muñoz Molina, también mediante carta, ayer mismo, tachándolo de construir “un discurso demagógico”.

Supongo que estas peleas de escritores serán más o menos normales, sobre todo cuando un escritor como Muñoz Molina no se resigna a someterse a los dictados de lo políticamente correcto. Ahora, ya lo sabemos, se estila vender que todos los asesinados por los fascistas eran buenos y que todos los asesinados por los rojos eran malos bichos. Almudena Grandes frivoliza con las mujeres –muchas de ellas monjas– que fueron violadas por sus ideas católicas en la retaguardia republicana: lo progre es estar al lado de las mujeres que padecen el terrorismo machista mientras se hacen chistes sobre los sufrimientos de las monjas durante la Guerra Civil, porque al fin y al cabo esas mujeres beatas lo que proponían eran el sometimiento y no sé cuántas cosas más, lo que, ipso facto, daba derecho de pernada a los matones rojos. Y cuando Muñoz Molina le recuerda el horror vivido por miles de españoles y el baldón que los asesinatos en masa de los primeros meses de la guerra supuso para la República –suponiendo que tras el 18 de julio quedase algo de la República liberal, democrática y burguesa del 14 de abril–, pues la suma sacerdotisa de los progres lo tacha de demagogo. España es así, y es triste, pero a mí me consuela pensar que todavía hay alguien como Antonio Muñoz Molina con el que se puede compartir una españolidad serena y liberal y una convicción de que el ser humano es capaz de la inteligencia, la mesura y la piedad.

A mí lo que me parece es que la izquierda progre no le ha perdonado nunca a Muñoz Molina ni le perdonará su origen humilde (los progres suelen venir de familias bien, ya lo sabemos), su pasión por la dignidad del ser humano –de todos los seres humanos, también de los fachas que asesinaron los rojos– y su incómodo recordatorio de que un día, en este país, existieron hombres de izquierda que amaron a España, que defendieron una educación pública de calidad y que tuvieron valores y fueron inteligentes. Eso, ahora, no se lleva. Posiblemente Muñoz Molina tampoco se lleva. Por eso me gusta cada día más, sobre todo cuando pone de los nervios a la inquisición progre.

miércoles, 26 de noviembre de 2008

10 EN MATONISMO



Ya saben que los españoles vivimos encantados de habernos conocido y que, ¡a la bim a la ban a la bimbombán!, somos los mejores del mundo entero en todo, lo que nos invita a regalar lecciones magistrales sobre cualquier asunto que se cruce por nuestro camino. ¿Hay elecciones primarias en los partidos de los Estados Unidos?, pues nuestros políticos no opinan para no interferir en el proceso; ¿los bancos del mundo entero nos llevan a la catástrofe?, pues nuestro gobierno pone como ejemplo a los bancos españoles, especialistas en exprimir a los pobres ciudadanos. Y así con todo: y es que España debería tener un puesto preferente en todos los foros internacionales, para que no se adopten decisiones sin saber qué opinamos por aquí del asunto y qué ejemplo podemos dar para que todos lo sigan.

La valía de la sociedad española está más que demostrada. De hecho nuestra valía es tan grande que una madre que le pega una bofetada a su hija es condenada a 9 meses de cárcel, que son los mismos que de Juana Chaos pasó en prisión por cada una de las personas que asesinó. Y es que los españoles valemos tanto y somos tan molones que hemos convertido el disparate y el matonismo en los rasgos que mejor nos definen.

Porque somos una sociedad disparatada en la que ser matón es lo que se lleva, se potencia, se respeta y se tolera desde un sistema educativo en el que no se puede castigar a los niños que ya apuntan maneras, no sea que se traumaticen. A los que sí se puede traumatizar, faltaría más, es a los niños que acuden a la escuela a aprender matemáticas o historia, que también hay que tener unos padres imbéciles para que te manden a eso a la escuela, cuando allí puedes aprender –con la complicidad de las autoridades y de las asociaciones de padres– a hacer del gamberrismo tu forma de vida, traumatizando impunemente a los niños pacíficos y cobardones que no responden a hostia limpia cuando les roban la torta del desayuno, les pisan las gafas o les rompen los cuadernos. Y esto –que lo sepan esos padres que ahora se muestran sorprendidos porque “no hay autoridad” en el instituto en que un grupo de matones siembran el terror– no es culpa de ningún director ni de ningún profesor: es culpa de una casta política ciega ante la situación de la educación y, sobre todo, de unos padres que son los que más eficazmente se han negado a que sea el profesorado el que ejerza la autoridad legítima en los centros educativos, y los que más han contribuido a que los profesores no le regañen ni castiguen a sus pobreticas criaturas, que ya sabemos lo bueno que es el angalico de cada uno y lo prestas que andan las denuncias si el maestro le dice que tiene que esforzarse más o le planta un cero como una sandía. Porque no olvidemos que con las descabelladas normas educativas de España la autoridad de los directores ha desaparecido –como si fuese la autoridad de una bestia parda y no de un funcionario que representa a un poder democráticamente constituido– y se ha suplantado por consejos y consejillos escolares para los que lo primero es que a los alumnos no se les exija, no se les obligue a esforzase, se les regalen los aprobados y, por supuesto, no se les castigue bajo ningún concepto. De todos esos polvos vienen estos lodos, que no se habrían producido si los padres hubieran salido en defensa del profesorado cuando era atacado, vilipendiado y ofendido.

Javier Marías lo avisaba en El País Semanal hace algunos domingos: el gran drama de este país es que ha considerado que las normas de urbanidad, el respeto a los demás y la autoridad –aún la autoridad democrática– son cosas de fascistas. Cosas de pijos, de gentes del pepé. Se comienza por consentir que se pueda estar con la gorra dentro del aula y se acaba de matón en la puerta de una discoteca, pisoteando el pecho de un muchacho, de “un niño pijo y rico”, ha dicho la madre del criminal, tal vez para justificar la hazaña de su hijo. Y es que se trata de eso, chavales: de que a un niño pijo –y aquí ya es pijo cualquier niño o joven que estudie, que se esfuerce y que no atormente a los demás– se le puede dar caña, leña. Es lo que tiene el matonismo: que es justiciero y pone fin a los resabios fascistas de los que defienden la urbanidad, la educación y el respeto a las normas básicas de convivencia –dejarle el asiento del autobús a un anciano o a una embarazada, no poner la música a todo volumen en la sala de espera del médico, no aparcar sobre la acera impidiendo el paso de sillas de ruedas y carricoches de bebé o pedir las cosas por favor y dar las gracias–, que son los mismos que defienden que democracia no es sinónimo de que cada uno haga lo que le dé la gana. El gran drama de este país estúpido es que no queremos ver que la autoridad de Franco era ilegítima porque se asentaba sobre una montaña de escombros y de cadáveres, pero que eso no resta ni un ápice de legitimidad a la autoridad de la democracia.

Un nuevo estudio de esos que los organismos internacionales hacen para intentar avergonzar a los españoles y hacernos espabilar dice que nuestras universidades son las últimas del mundo desarrollado –seguramente también son las últimas de parte del mundo subdesarrollado, pero ese no ha entrado en el estudio–. Pese a nuestro desparpajo vital, los españoles suspendemos en todo. Bueno, en casi todo: ni en paro ni en matonismo hay quien nos gane. Ahí tenemos matrícula de honor, un 10 ganado a pulso. Y cuidado con que alguien quiera quitárnoslo, que aquí damos un puñetazo en menos que se santigua un cura.

lunes, 24 de noviembre de 2008

MÍNIMAS POLÍTICAS (I)



I. En la política no hay amigos, todos son enemigos. Por eso no hay lealtades, sólo traiciones, y cuanto mayor sea la capacidad de traicionar mayor será el grado de poder que se puede alcanzar.

II. La cara de un político no significa nada. Siempre encontrará palabras para justificar los cambios de colores que se produzcan en su piel. Un político es siempre un camaleón. Pero un camaleón que habla para convencer de las virtudes de la adaptación. La única diferencia real entre un camaleón y un político es que éste intenta convencer a la mosca de la bondad de ser devorada.

III. En política, el mantenimiento de convicciones éticas se acaba pagando. Cuanto mayor sea el peso que la ética tiene en el comportamiento y en la práctica políticas, menor será el margen de maniobra de un político y menor su capacidad de llegar a los votantes. La gente quiere truhanes en los gobiernos para luego hablar mal de ellos en los cafés. Al fin y al cabo la gente se parece mucho a los jerarcas de la casta política.

viernes, 21 de noviembre de 2008

CARTA DE UN EMIGRANTE



Para hoy tenía pensado un artículo diferente a los tostones que desde hace año y pico vengo escribiendo para esta columna, algo comprometido, poético y un poco lloroso, como los goterones de Barceló en la ONU, aunque yo no iba a trincar nada de los fondos destinados a los desheredados de Dios, que para eso hay que ser más progre de lo que yo soy. Les juro que tenía pensado un artículo definitivo, consagrador, que iba a ser la carta que un emigrante le escribe a su madre contándole las penalidades por las que pasa en España, ya saben: que si dormir al raso del invierno, que si sopas de caridad que nunca pagan los señoritos del olivar, que si corros en las plazas de los pueblos donde se repiten las mismas humillaciones que vivieron nuestros abuelos, que si tal y que si cual. Eso era lo que el pobrecito emigrante de mi artículo-relato quería contarle a su madre.

Al final no ha sido posible, porque me falta escritor para eso y la carta se ha quedado en propósito y el artículo no es más que otro coñazo con el que IDEAL rellenará un hueco del jueves. Sí, ya sé que alguno de ustedes dirá que tampoco es tan difícil crear un personaje y ponerse a contar desgracias, sobre todo porque contar desgracias es lo más fácil del mundo, con tantas como andan sueltas. Bueno, pues yo no he encontrado el modo.

Verán: la otra noche los emigrantes deambulaban por las calles, buscando un cajero abierto o un trozo de acera resguardado bajo los portalillos de la Plaza Vieja para pasar la noche. Caminaban en grupos, arrastrando maletas o bolsas de plástico en las que caben todas las pertenencias que tienen en la vida: una camisa vieja, un abrigo desgastado, mantas para abrigar el cuerpo debajo de los cartones. Eso es todo. Hablaban en las lenguas antiguas del África que un día abandonaron para buscar la tierra prometida, que no existe para ellos. Otros caminaban solos, y por eso pienso yo que más tristes, porque la soledad hará más doloroso el cansancio y el recuerdo de sus familias y de las miserias padecidas en su corta vida –todos son jóvenes–, el recuerdo de las humillaciones a que nosotros –tan católicos, tan solidarios, tan de izquierdas– los sometemos. Y al acordarme de ellos y de sus ojos suplicantes y de su andar derrotado no he podido escribir esa carta. Porque yo no sé que le diría a mi madre si estuviese solo y pobre en un lugar en el que sus gentes me desprecian mientras andan preocupadísimos porque matan a gatos en un solar abandonado, si tuviese que dormir en la calle, si no pudiera mandar un poco dinero para que a mi hijo o a mi padre anciano no le faltara un vaso de leche. Yo no sé si las lágrimas me dejarían contar esas miserias y mis dolores y mis añoranzas y mi rabia por haber nacido pobre. Por eso no he podido escribir ese artículo tan chulo, por eso al final ha salido esta columna tan sin esperanza como los ojos de los emigrantes. Lo siento, pero hoy me dan asco este mundo y este artículo.

(Publicado en Diario IDEAL el 20 de noviembre de 2008)

martes, 18 de noviembre de 2008

COMPARANDO ESTILOS Y DEMOCRACIAS



Uno de los dos grandes vicios nacionales es la envidia. El otro, la arrogancia: ¿recuerdan como Pepiño Blanco dijo, tras la denominación de Obama como candidato demócrata que no había declarado antes su preferencia por él para "no interferir en el proceso" del Partido Demócrata?. Por eso, sobre todo en el bando progre, en los últimos días se han alzado distintas voces que, a raíz de la victoria electoral de Obama, se han encargado de recordarnos día sí día también las maravillas de la vida española y lo poco que tenemos que envidiarles a los americanos. A mí, particularmente, me parece que a los americanos si hay cosas que tenemos que envidiarles, seguramente no en lo que a protección de derechos sociales se refiere pero sin lo tocante a democracia. Pero, claro, eso en España no hay quien lo entienda: aquí somos el no va más de todo, aunque seamos unos recién llegados. ¿Derechos sociales y Estado del Bienestar? No, los españoles no tenemos nada que aprender de Suecia, Dinamarca, Alemania o Francia: ¿no sabían ustedes que el bienestar se inventó en España? ¿Democracia, respeto al adversario y a las libertades públicas? Nada, que no vengan las democracias británica o estadounidense a darnos lecciones, que nuestros progres acaban de descubrir la partida de bautizo de Pericles y resulta que era un castizo de Chamberí. Y así con todo y así nos va como nos va. Pero vayamos al grano.

Hoy El País trae un artículo interesante y discutible en el que se hace una comparación de los políticos estadounidenses y españoles. El articulista destaca las excelencias de la oratoria americana (se olvida de resaltar la sólida preparación vital, profesional y/o académica de los políticos de Estados Unidos y el pobre bagaje de los nuestros), pero salva el ridículo discurso político español diciendo que si el americano es un discurso emotivo y con imagen, el de aquí lo es de contenido ideológico. Seguramente esta consideración, suponiendo que el autor se la tome en serio, sería suficiente para rebajar la consideración del artículo. Pero no hay que acelerarse: lo mejor del artículo no es desde luego su alabanza de las virtudes de la política española sino la comparativa que hace entre breves extractos de los discursos pronunciados por Obama/McCain y Zapatero/Rajoy en las respectivas noches electorales de Estados Unidos y España. Al leerlas uno entiende, sin necesidad de más explicaciones, qué es lo que diferencia la política americana y la nuestra. Y sobran los comentarios. Así que lean y tengan otro motivo más que sumar a su decepción.

Dos formas de ganar las elecciones y dos formas de perderlas

BARACK OBAMA, 4 de noviembre de 2008, en su discurso de la victoria electoral: "Esta noche recibí una llamada extraordinariamente cortés del senador McCain. El senador McCain luchó larga y duramente en esta campaña. Y ha luchado aún más larga y duramente por el país que ama. Ha aguantado sacrificios por Estados Unidos que no podemos ni imaginar. Todos nos hemos beneficiado del servicio prestado por este líder valiente y abnegado. Le felicito; felicito a la gobernadora Palin por todo lo que han logrado. Y estoy deseando colaborar con ellos para renovar la promesa de esa nación durante los próximos meses."

JOHN McCAIN, en su discurso de reconocimiento de la derrota: "El senador Obama ha logrado algo grande para sí mismo y para el país. Le aplaudo por ello, y le ofrezco mi sincero pésame porque su querida abuela no haya vivido para ver este día (...) El senador Obama y yo hemos confrontado nuestras diferencias, y él ha ganado. No cabe duda de que muchas de esas diferencias persisten. Éstos son tiempos difíciles para nuestro país. Y yo le prometo esta noche hacer todo lo que esté en mi mano para ayudarle a liderarnos ante los muchos desafíos que afrontamos. Pido a todos los americanos que me apoyaron que se unan a mí no sólo para felicitarle, sino para ofrecer a nuestro próximo presidente nuestra mejor voluntad y esfuerzo para dejar acercar nuestras diferencias y ayudar a restaurar nuestra prosperidad (...) Cualesquiera que sean nuestras diferencias, somos americanos."

RODRÍGUEZ ZAPATERO, tras ganar el 9 de marzo: "Acabo de recibir la felicitación de Mariano Rajoy. Quiero agradecérsela públicamente y expresarle mi respeto. A los otros candidatos de todos los partidos quiero expresarles también mi reconocimiento, a todos los candidatos."

RAJOY, tras perder el 9 de marzo: "He llamado al candidato del Partido Socialista y le he deseado suerte por el bien de España."

lunes, 17 de noviembre de 2008

VUELVE LA ZARANDA



El País da hoy la noticia de que el grupo de teatro La Zaranda estrena en Toulouse su nueva obra, que lleva por título Futuros difuntos. Y al leerlo no he podido evitar un estremecimiento: La Zaranda vuelve a poner en marcha su maquinaria teatral y la cultura más internacional de España puede volver a tomar aire. Porque La Zaranda se trata de eso, de un grupo de teatro que sublima lo español y lo transforma en la más bella esencia del teatro que nunca se haya presenciado. Les garantizo que presenciar una obra de La Zaranda es una experiencia única: la escasez y la altísima poética de los textos, la belleza inabarcable de las imágenes que la compañía compone sobre el escenario y, sobre todo, el mensaje desolador, metafísico, radicalmente humano de cada una de sus obras es algo que se queda grabado en el fondo del espectador. Yo aún recuerdo la primera vez que asistí a un espectáculo de la compañía jerezana: fue el 26 de septiembre de 2000, una tarde de tormenta en un teatro casi vacío y no puedo olvidar la imagen del entierro de la protagonista a los sones de una marcha de Semana Santa. Ha sido, seguro, la experiencia teatral y cultural más intensa que he tenido en mi vida.

Ese tipo de experiencias, claro, lo marcan a uno. Y por eso La Zaranda es una compañía de culto y quienes gustamos de su teatro lo hacemos con la pasión de los creyentes. Porque uno es de Curro y de José Tomás, del poeta tal o del filósofo cuál… y lo es sin condiciones. Y uno, qué remedio, es de La Zaranda porque sí, porque se siente una fuerza irreprimible que se convierte en acto de devoción cuando se asiste a una representación de La Zaranda, tal es la fuerza con que se expresan las emociones por parte de los chicos de Paco de La Zaranda. Esto ha hecho que hoy por hoy esta compañía sea no sólo la “mejor” de cuantas existen en España sino la única que sigue siendo objeto de veneración más allá de las fronteras españolas: su lenguaje es universal y toca las fibras más sensibles de cualquier persona en cualquier lugar del mundo.

Por tres veces hemos podido presenciar las obras de La Zaranda en Úbeda. La primera vez fue con la obra La puerta estrecha, la segunda con Ni sombra de lo que fuimos y la última, el pasado 27 de enero de 2007, con Los que ríen los últimos. En cada una de estas obras apenas ha habido cien personas en el Teatro Ideal Cinema. Y sin embargo defiendo que han sido tres de los más importantes actos culturales que se han celebrado en Úbeda en los últimos años.

Rosana Torres dice en El País que “son adorados y premiados en medio mundo”, pero que “escasean en los escenarios españoles”. Es cierto y por eso (y por como está el patio cultural en Úbeda) será casi imposible que los podamos ver en nuestro Teatro, entre otras cosas por que no serían “rentables”: cuando viene La Zaranda, el teatro no “se llena”. Nos queda la esperanza, claro, de que acudan a Cazorla o Jaén para desplazarnos. Y lo haremos, ya lo he dicho, con el gesto emocionado de quien acude a abrir las carnes de la belleza para ver que dentro sólo existe la miseria del ser humano.

Ha vuelto La Zaranda y la cultura española, y aún la del mundo entero, debería estar de enhorabuena. Este Camino, desde luego, está que no cabe de gozo por una noticia como ésta, y espera poder ver esta obra para que la felicidad sea completa.

viernes, 14 de noviembre de 2008

LOS DÍAS INCENDIADOS



Joseph Conrad: “Creí que era una aventura y, en realidad, era la vida.” También yo me equivoqué: creí que Granada era una aventura y cada otoño descubro que Granada era y es la vida. El otoño me trae una añoranza de las ciudades en las que viví días felices: Madrid cercado por los verdes cansados del Guadarrama, desgajando tardes mortecinas y bellas de lluvia desde los cafés o entre las estanterías de la Casa del Libro; o Segovia recostada sobre una estepa amarilla y desnuda; y Granada. Vuelvo a Granada cada día a abrevar en los recuerdos de los días primeros del curso, cuando la ciudad quedaba transfigurada por un incendio de hojas caídas, de tardes lluviosas en las que gustaba el refugio de la cafetería de la facultad para ver la lluvia mansa corriendo entre los chinos, lavando fachadas y cúpulas, empujando hacia el lecho de los charcos las hojas prendidas en la llama de noviembre.

Después del ritmo agotador del verano –el sol, el calor, la necesidad de escapar a la calle– el otoño ofrece una pausa para el alma. Una necesaria pausa: hay que remansarse en las tardes amarillas para luego crecer. Hay que coger fuerzas y recabar estímulos para que sean posibles los brotes nuevos de la vida. Pero el otoño y el invierno han perdido su buen nombre. Son estaciones que no se estilan. Y no se estilan, no se llevan, porque cuadran poco con los ritmos de esta época nuestra: ahora mola el verano.

El otoño eriza el alma de claustros y recogimientos. Y lo que asusta es el alma recogida, no sea que le dé por discurrir y transitar corredores umbrosos donde se guardan las melancolías. ¡Lejos de nosotros las melancolías! ¡Lejos de nosotros el recogimiento que invite a la reflexión! ¡Fuera lo que pueda inventar honduras y profundidades que le compliquen la existencia al espíritu! ¡Fuera también el espíritu, que estamos en la época postiza del cuerpo y la cósmetica y de lo gaseoso, que es lo progre! ¡Paso expedito a una vida sin profundidades!

No, definitivamente no se lleva el otoño porque aspiramos a convertir la vida en un permanente verano, en juego fugaz y estúpido, lleno de músicas hueras y vocingleras que impidan cualquier conversación. Conversar: he ahí lo que realmente nos aterra. No sólo conversar con los otros y descubrir que podemos estar equivocados: lo que más nos aterra es conversar con nosotros, para no ver que hay dentro de nuestra carne moribunda un lecho de hojas amarillas y de flores mustias que son los recuerdos que nos hacen, los anhelos que se derrotaron, los fracasos que hemos ido cosechando desde que nos exiliamos del cielo de Granada, los amores y los días que perdemos en cada segundo de vida. Nos da miedo escuchar una voz que nos susurre que esto de vivir no se trata de una aventura de cómic sino de la vida, en toda su dimensión. Y que la vida, ay, tiene siempre el fin triste de las hojas caídas: pudrirse sobre el suelo para alimentar las flores de la primavera. Pero carecemos de la generosidad de las hojas incendiadas por noviembre.

(Publicado en Diario IDEAL, ediciones de Jaén y Granada, el 13 de noviembre de 2008)

martes, 11 de noviembre de 2008

...PARA AQUELLO QUE SIENTEN EXCESIVO



”Estamos tocando el fondo.” Lo dijo Gabriel Celaya hace muchos años y comienza palparse este cansancio en las calles y las plazas de Úbeda, sobre todo ahora que las notificaciones del “catastrazo” comienzan a llegar como aguinaldo adelantado a las casas de los ubetenses, en muchas de las cuales la angustia del paro comienza a colarse por las ventanas que la crisis abre todos los días, pese a la felicidad reinante en los ministerios. Hoy, tres o cuatro amigos me han comentado este tema del “catastrazo” en la calle, entre sorprendidos e indignados y se preguntan si no se puede hacer nada. (Aparte, claro, queda la situación de una amiga a la que le han notificado que tiene que pagar 100 euros de basura por una oficina de seguros que apenas arroja una bolsita de papel al día, con lo cual mi recomendación ha sido que de baja el agua para el local y así se ahorra el atraco de la basura). Un amigo, justamente cabreado y con el convencimiento de haber sido estafado, me pregunta si todos los partidos del Ayuntamiento aprobaron el “catastrazo” y le respondo que no lo sé. Si lo que buscaba era cambiar su voto en las próximas elecciones y pasarse al bando de los asqueados, tendrá que seguir buscando la respuesta a su pregunta.

También le he respondido que en este tema los políticos ubetenses, de todos los pelajes, juegan con ventaja y lo saben. No sé que votaron los “hunos y los otros” en el Pleno de la subida, pero no me extrañaría que todos apoyasen el tema. En definitiva todos los partidos salen beneficiados: ninguno sabe quién gobernará en 2018 y ven absurdo oponerse a esto cuando saben que la pasividad ubetense se lo traga todo, por lo que la oposición al tema tiene nulo rendimiento electoral, que es lo que aquí importa. Por este tema no se va a mojar ningún partido, porque la indignación es algo cada vez más extendido hoy pero será algo sin traducción política mañana. Pero lo mismo que ningún partido se mojará tampoco surgirán presiones desde la base social para que se frene este atropello: ya lo he dicho, por la boca de los ubetenses cabe todo, incluso lo más gordo y largo, con perdón. Incluso algo tan largo y tan gordo como el "catastrazo".

Un profesor que tuve cuando estudie en Granada nos dijo que no hay más política que el presupuesto. Lo que viene a decir, entre otras cosas, que el retrato ideológico de los responsables políticos lo hace su política tributaria. Y resulta curioso que mientras en los últimos años se están rebajando los tipos del IRPF (el impuesto más justo) no cesan de subirse todos los impuestos indirectos, o sea lo que cada españolito (en este caso cada ubetensito) paga sea cuál sea su riqueza: he ahí el retrato de las ideas políticas de los inicios del siglo XXI español. El artículo 31 de la Constitución de 1978 constitucionaliza el sistema tributario, seguramente porque los padres constituyentes se fiaban poco de sus hijos, que razones sobradas están dando para esta desconfianza. Y así, la Constitución establece que los ciudadanos contribuirán “al sostenimiento de los gastos públicos de acuerdo con su capacidad económica mediante un sistema tributario justo inspirado en los principios de igualdad y progresividad que, en ningún caso, tendrá alcance confiscatorio”. Y es ahí donde llegamos al meollo de la cuestión: ¿es justa la subida del impuesto de Bienes Inmuebles?, ¿cada ubetense contribuirá, con este “catastrazo”, al sostenimiento de la máquina municipal de acuerdo con su capacidad económica?, ¿de verdad este subidón se inspira en los principios de igualdad y progresividad?, ¿alguien puede garantizar que el “catastrazo” no tendrá carácter confiscatorio en algunos casos? Responder a todas estas preguntas llevaría muchas entradas de este Camino, pero me quedo con la última y la respondo con otra pregunta: ¿qué hará el Ayuntamiento de 2018 (seguramente incluso antes) cuando una viuda o un pensionista o una familia en paro o un trabajador normal no pueda pagar el IBI?, ¿le embargará sus exhaustas cuentas? Es ese el meollo de la cuestión, no nos engañemos: la única verdad es que el catastrazo puede degenerar en confiscación de dinero necesario para la subsistencia de los más desfavorecidos, no dejando de ser una paradoja sangrante que estas subidas generalizadas de los impuestos injustos tengan lugar ahora que pintan bastos para las clases trabajadoras y medias.

Tal y como va este país lo más triste no es que la Constitución se haya quedado a la izquierda de todos los programas y de todas las actuaciones de todos los partidos políticos: lo más penoso es pueden haberse quedado a la izquierda hasta las Leyes Fundamentales del franquismo. Y mientras, la gente, ya digo, sigue atónica, buscando alguien que articule una repuesta, que de forma a la rabia, que llene las plazas con la indignación. Tal vez está llegando el tiempo de ensanchar los pulmones de “cuantos, afixiados,/ piden ser, piden ritmo,/ piden ley para aquello que sienten excesivo.” Amén.

viernes, 7 de noviembre de 2008

O KEYNES O FRIEDMAN



Son indecentes. Pueden ser otras cosas, pero a mí me parece que los que dicen esas cosas son indecentes: no puede uno, por muy ministro de nosequé que sea, decir que toca apretarnos el cinturón y arrimar el hombro. No hombre, no: que algunos tienen el cinturón más que apretado y llevan arrimando el hombro mucho tiempo y por sueldos de risa que dan para comer pollo y hacer cuentas a partir del 10 de cada mes. Así que los ministros y toda la caterva de políticos vividores deberían dejar de decir estas sancedes. Mejor harían –ante la gente y ante su conciencia, suponiendo que no la tengan depositada en la caja fuerte de un banco suizo– apretando el cinturón y aflojando la cartera los que se lavan con champán y se limpian el culo con lonchas de jamón ibérico. O exigiendo que arrimen el hombro los que durante los años de las vacas engordadas con el sudor de los currantes, se llevaron las vacas, las ordeñaron, las hicieron filetes y se las comieron y ahora dejan las boñigas para que las limpiemos nosotros. Si en los tiempos buenos no subieron los sueldos pero sí los beneficios de bancos y empresas, ¿por qué en los tiempos malos tienen que ser los trabajadores los que se sacrifiquen para apuntalar las ruinas provocadas por las alegres invenciones financieras de unos golfos?, ¿por qué no se limitan las indemnizaciones y los sueldos y los beneficios de los bandoleros que se sientan en los consejos de administración de los negocios del mundo?

La crisis está mandando a millones de personas a ese cajón de sastre en el que conviven la desesperanza y el rencor: la clase política es profundamente estúpida y está repitiendo las condiciones que en los felices 20 permitieron el florecimiento de los totalitarismos –Italia vuelve a ser el abanderado de lo que viene detrás–. Conocen lo ocurrido hace ochenta años: masas de gentes desesperadas se lanzaron en brazos de los iluminados que prometían la redención y la prosperidad. Lo que tendremos que recordar dentro de unos años es que esa desesperación está siendo causada por estos políticos, que se resisten a abrirle las puertas a Keynes y a meter en la cárcel de la historia a Friedman y a Reagan y a Teatcher.

La perdiz está ya más que mareada: el imperio del capitalismo sin trabas ni ataduras ha fracasado. El Estado democrático –que aspiraba administrar los asuntos del mundo con la diligencia de un buen padre de familia– fue asaltado por la revolución conservadora y neoliberal y quedó reducido a la nada. Y de pronto, en los bordes del abismo se descubre que el Estado vuelve a ser necesario. Los totalitarios del capitalismo –Bush y los suyos– quieren que cuando saque las castañas del fuego el Estado se retire, hasta que vuelvan a pintar bastos. Pero el Estado tiene que venir para quedarse: ya tenemos ejemplos históricos para comparar. Y para elegir: o el mundo próspero y ordenado del bienestar socialdemócrata y demócratacristiano o la barbarie animal de los neoliberales y los neocons. O Keynes o Friedman, no hay más.

(Publicado en Diario IDEAL el 6 de noviembre de 2008)

miércoles, 5 de noviembre de 2008

I AM AMERICAN CITIZEN



Estoy convencido de que ayer muchos hombres y muchas mujeres de Estados Unidos vivieron uno de los días más intensos de sus vidas, desde muy temprano haciendo largas colas para poder depositar su voto a favor de Obama. Muchas personas (de todas las razas, de todas las clases sociales, de todas las religiones) llevaban ayer su voto apretado en el bolsillo plenamente seguros de estar participando en un día histórico: un día realmente histórico, que es un día único, de esos que una persona no olvida mientras vive. Ayer muchos estadounidenses sabían que tenían en sus manos la esperanza del mundo entero, y la posibilidad de hacer que las cosas cambien a mejor. Y yo, sin embargo, me acordaba ayer y hoy de un paisano mío que habrá vivido en Nueva York este día memorable. Se llama Antonio y es escritor, su familia es humilde y él –quiero pensarlo así– vería apoyado en su ventana el largo desfile de ilusiones y esperanzas que acudían a las urnas a votar por un hombre negro. Y tal vez Muñoz Molina haya sentido en Nueva York la misma envidia que hoy siento yo por un país que con todas sus miserias es capaz de las más grandes hazañas y de ejercer la democracia y el civismo como señas de un patriotismo basado en la libertad del hombre y en el esfuerzo.

Yo no sé si Obama podrá dar cumplimiento a todas las ansias de transformación que su victoria electoral ha levantado desde Kenya hasta Dakota. Seguramente no, pero su palabra vibrante y su anhelo de construir un mundo nuevo pueden ser suficientes para desatascar muchos de los caminos que el nefasto gobierno de Bus ha venido atascando.

La victoria de Barack Obama no es la victoria de un hombre negro contra sí mismo y contra su destino, no es la victoria del esfuerzo y de la voluntad contra las condiciones sociales, no es la victoria de la razón contra el racismo ni la victoria del sueño americano restaurado: es todo eso, pero es sobre todo la victoria de una era en que la política podrá ser un oficio de personas decentes. Porque sobre todas las cosas, la victoria de Obama es la derrota de las formas de perpetrar política que iniciaron en los años 80 Reagan y Thatcher, es la derrota de los neocons y de los neoliberales, es la derrota de los que pensaron que todo vale y que nada importa el sufrimiento de los débiles. Para quienes nos resistimos a perder la esperanza, esto debería ser suficiente: al final la victoria moral no la pueden tener, por muy grande que sea su poder momentáneo, los que se asientan sobre las lágrimas y la marginación. Al final siempre hay una puerta al final del pasillo que, una vez abierta, nos permite vislumbrar la luz. Y eso es lo que ayer millones de norteamericanos hicieron: abrirnos las puertas de la luz.

Nada nos será regalado: pero el liderazgo del mundo parece ahora dispuesto a sembrar esos caminos de la luz. No sé, tal vez sea un ingenuo y pueda en mí esa necesidad de que no se agoste la esperanza porque quiero que mi hijo nazca en un mundo donde sea posible la vida en paz, la dignidad del trabajo, la decencia del esfuerzo. Tal vez sea un poco tonto por seguir pensando que si un hombre llamado George ha podido poner el mudo al borde del precipicio otro llamado Barach Hussein puede limpiarlo, oxigenarlo y darle fuerzas para que busque un futuro en el que el sueño americano sea el sueño de todos los que aún tienen algo que soñar.

A mi sólo me queda dar las gracias y decir que hoy, yo también me siento americano: I am american citizen.


sábado, 1 de noviembre de 2008

CARTA A LOS CIUDADANOS DE ESTADOS UNIDOS: TRAIGAN LA ESPERANZA



El 11 de junio de 1963, el Presidente Kennedy pronunció en Berlín uno de sus más famosos discursos, que concluyó diciendo “Yo también soy berlinés”. Antes había dicho que “Todos los hombres libres, dondequiera que ellos vivan, son ciudadanos de Berlín.” Estoy convencido de que hoy somos muchos los ciudadanos del mundo, los hombres libres del mundo, que donde quiera que vivamos querríamos decir el próximo martes 4 de noviembre que somos ciudadanos de Estados Unidos. ¿Qué es necesario para ello? Pues que ese país fascinante deje atrás estos ocho años de oprobio y vergüenza, que deje atrás Iraq y Guantánamo y que abra las puertas de la esperanza. Eso es lo que esperamos millones de personas en todo el mundo: que de las urnas americanas surja un camino que abra las puertas de la esperanza.

Desde que puse contadores en este Camino, lo han visitado más de 120 personas desde los Estados Unidos. ¿Son muchas? No lo sé, pero son suficientes para hacerles llegar un mensaje pequeño, perdido sin duda en el infinito mar de expectativas que Barack Obama ha levantado en todo el mundo. Un pequeño mensaje:
no se queden en casa, denle una oportunidad al cambio, que es la esperanza. Denle una oportunidad a Obama y háganlo por convencimiento, pero también en nombre de todos los que el martes no podremos votar para elegir el hombre más poderoso del mundo. Si ese hombre es Obama, muchos estamos convencidos de que el mundo no cambiara de un día para otro, pero tenemos el convencimiento íntimo de que podrá empezar a caminar por un camino diferente, que es mucho en este tiempo oscuro. Por eso, en mi nombre y también en el de mi hijo que nacerá en febrero y para el que no quiero un mundo gobernado por los esbirros de Bush, me gustaría sumarme a ese río de ilusión expectante que en todo el mundo aguardará a que se conozcan los resultados electorales de Estados Unidos para desbordarse en un mar de ilusiones.

Sería bueno que todos los ciudadanos estadounidenses supiesen que el martes tienen en sus manos no sólo su futuro, sino el de todos nosotros y el de nuestros hijos. A mí, el miércoles al amanecer, me gustaría escuchar por la radio que el próximo Presidente de Estados Unidos se llama Barack Obama. Entonces podré decir que yo también soy ciudadano estadounidense. Y será un honor, no un baldón, porque podremos ser entonces ciudadanos en espíritu de un país que ha dado hombres ejemplares como Lincoln o Kennedy.

¿Sirve para algo este mensaje? No lo sé, pero creo que si el mundo se mueve por la suma de fuerzas positivas, este pequeño esfuerzo tiene que servir para algo, para que podamos cambiar el mundo. ¿Podemos cambiarlo? YES, WE CAN. Sí, podemos esperar un día soleado y despejar las nubes. Podemos, queremos poder. Ha comenzado la cuenta atrás para esperanza, y ustedes tienen en sus manos la oportunidad (tal vez la última) de hacer un mundo mejor. No la desaprovechen. Pueden traer la esperanza: háganlo, en nombre de todos los hombres y de todas las mujeres libres y decentes del mundo.


JUZGAR A DIOS



Era de esperar: la actuación de Garzón para juzgar a los jerarcas del franquismo por crímenes contra la humanidad ha acabado como acaba todo en este país esperpéntico, deformada por los espejos del Callejón del Gato, que sigue siendo la máquina desde la que la Madre España alumbra periodistas, políticos, fiscales y ciudadanos para diversión de quienes transitan esos caminos del mundo. En medio de los garrotazos periodísticos nos hemos olvidado de que en el fondo Garzón tiene razón: el franquismo no es que cometiera crímenes, es que era un régimen criminal, que es distinto. Pero la izquierda –que necesita lanzar balones fuera por la cosa de la crisis– no se conforma ya con enterrar dignamente a los muchos muertos por el odio de Mola y de Queipo, sino que sueña con reescribir la historia, olvidando que el honor de la República no lo hundieron los militares rebeldes sino los radicales a los que la democracia de Azaña les sudaba la revolución (y se hincharon quemar iglesias y de dar paseos al amanecer, que era lo propio de la ley revolucionaria, no de la ley republicana) y los nacionalistas vascos y catalanes que lucharon la guerra por su cuenta, porque en su infantilismo político ellos no se juntaban con la República, que era tonta y además española. La derecha, por su parte, no quiere ni oír hablar de juicios morales contra la dictadura –ellos sabrán qué le deben a aquellos años y a aquellos horrores–, y mientras acude beata y contrita a las canonizaciones de los curas y las monjas asesinados por los rojos, niega a las familias de los fusilados por los fachas el derecho de desamordazar y regresar a sus muertos, que son millares y están dormidos en las tierras olvidadas de la patria, comidos por el musgo y el silencio. Y esto de la memoria histórica acabará quedando en darnos de calaverazos los unos a los otros, que fue lo que más o menos ocurrió con la democracia laica y españolista de la II República, que unos la fusilaron por la derecha y otros la dinamitaron por la izquierda mientras aquellos del norte querían venderla al mejor postor, como hacen ahora con su voto para los presupuestos generales.

Pero yo hoy quería hablar de una memoria histórica mucho más antigua, que es la de todos los dolores de la historia. Y es que Esperanza Aguirre –sí, la ministra del “Sara Mago”– ha dicho, graciosa ella, que puestos a pedir partes de defunción se puede pedir el de Napoleón para ver cómo lo enchiqueramos por lo del 3 de mayo de 1808. Como en España otra cosa no, pero pedir se nos da de vicio, pues se acabarán pidiendo los partes de defunción de Martínez Anido y de Fernando VII, y de ahí para atrás será un no parar hasta los inquisidores que levantaban hogueras para brujas y herejes, o más lejos todavía hasta los cristianos que mataban moros en la guerra de Granada y los moros que mataban cristianos en tiempos de Almanzor. Y a lo que yo iba: ya puestos a decir tonterías como las de la Aguirre, pues haber cuando sale el lumbreras que le de al mundo ejemplo de memoria histórica animando a todas las víctimas de todos los maremotos, terremotos, huracanes y enfermedades de la historia a que pidan el parte de defunción de Dios, para juzgarlo si vive. Porque –más allá de los esperpentos con que vestimos en España a toda cosa seria– ese es el juicio histórico verdaderamente importante: averiguar quién es el responsable de tanto muerto como ha habido en el mundo desde el último día de Pompeya hasta los huracanes hermanos del Mitch, desde la peste de Marsella hasta el SIDA, quién el responsable de tantas lágrimas y tanto sufrimiento, de tanto dolor. Y, por supuesto, ver quién se hace cargo de esa estupidez que supuso la creación del ser humano.

Hasta ahora, en los minutos de desesperación mirábamos hacia Dios con impotencia y también con rabia y con restos de esperanzas rotas. Nietzsche dijo que Dios ha muerto, pero no aportó el parte de defunción. Y así, no podemos saber si Dios vive y podemos seguir juzgándolo cada vez que nos acosan los sufrimientos o si, efectivamente, se murió cansado no ya de los desmanes de su creación sino del grado de idiotez que cabe en un hombre, ese pedazo de barro desperdiciado.

(Publicado en Diario IDEAL el día 31 de octubre de 2008)