viernes, 29 de junio de 2007

JUAN DIJO



No creo que haya nada anormal en que uno ponga en su cuaderno palabras que escribe algún amigo. Y como en última instancia el bicho es mío, pues hago lo que quiero y el que venga a leerme a mí y se enfade porque tiene que leer a un amigo mío, pues ya sabe el camino. Así que como lo que Juan dijo en una entrada de más abajo no puede estar perdido por ahí en un simple comentario, pues aquí está en primera plana. Merece la pena, sin duda.

Igual que dos que no se deben nada,
"el Flaco" con "el Nano" van de gira.
Penélope se vuelve Viridiana,
Cernuda y Machado los inspiran.

Y... Cada Loco con un mismo Tema,
quiere gastar las suelas de sus botas.
¿Sabina llora y Serrat blasfema?
cantando El Rock and Roll de los idiotas.

Si a verlos me acompañan quienes quiero,
me sobran los motivos que te digo
para acabar quitándome el sombrero.

Seremos los canallas, los vampiros,
los choris del Pacto Entre Caballeros,
y mataré 3 pájaros de un tiro.


P.D. Por si hay algún despistado capaz de diferenciar entre el entrenador del Real Madrid y el del Bollullos C.F. (no es mi caso, gracias a Dios), pero se pierde un poco con los personajes de la foto que ilustra esta entrada, decir que ninguno de ellos es mi amigo Juan. El de la izquierda es José Tomás -ahí es nada- y el de la derecha -con perdón- Joaquín Sabina.

miércoles, 27 de junio de 2007

ASOCIACIONISMO SUBVENCIONADO (Sobre una reflexión en voz alta de Joaquín Montes)



En un foro apropiado para ello, hace unas semanas un restringido grupo de personas pudimos escuchar una reflexión de Joaquín Montes –el insigne profesor– acerca de la costumbre que van teniendo los más variopintos colectivos ubetenses de chupar de la teta de la vaca municipal. Pocas veces se han dicho en un foro acostumbrado a la autocomplacencia palabras más justas, medidas y certeras que esas que pronunció don Joaquín.

En el fondo venía a decir que aquí, el tejido asociativo se ha acostumbrado a darse autobombo (¡qué maravillosos somos!, ¡cuánto trabajamos por la ciudad o por la cultura o por los vecinos o por lo qué sea!, ¡qué grande es la deuda que los ubetenses tienen con nosotros!) sin tener pudor ninguno en recurrir al Ayuntamiento para que le sufrague sus gastos: carteles, publicidad, comidas, cenas, invitaciones, actuaciones... Así cualquiera.

El verdadero trabajo –el duro, el loable–, es trabajar en las actividades que son propias de la naturaleza de cada colectivo... pero buscando fuentes de financiación que no siempre sean las arcas municipales. Porque trabajar así es fácil: basta con poner al concejal de turno en un aprieto para que ceda la firma y autorice un gasto. Ni siquiera han respetado muchas asociaciones los procesos reglamentarios de convocatorias de subvenciones, porque tras obtener la cantidad municipal otorgada a su proyecto, acuden a ver si chupan unos carteles, unas publicidades gratuitas, unas cartas enviadas con cargo al erario municipal, unos céntimos de más... Hasta las propias cofradías, que durante muchos años han dado ejemplo de autosuficiencia económica, en los últimos años dan preocupantes síntomas de recurrir al Ayuntamiento para que sufrague parte de sus crecientes actividades complementarias. Y la nómina de favores municipales se engorda con bandas que vienen, flamencos que van, zarzuelistas que llegan, jazzistas que aterrizan, festivales benéficos a los que nadie acude y que no benefician a nada necesario, cursos de cocina tailandesa en sedes vecinales que sólo abren cuando hay que justificar lo que se pide, coros y danzas varios y así un largo etcétera.

Esto sin duda deberá terminar un día, porque la situación se hará insostenible: el ejemplo cunde y cuando a uno se le ha dado todos piden y a todos les parecen que sus actividades son las más importantes que se han hecho nunca en el mundo mundial. Las asociaciones ubetenses no tienen abuelas: los piropos se los lanzan ellas mismas, pero el dinero tiene que dárselo el Ayuntamiento.

Sería deseable un gesto de responsabilidad que naciera del propio movimiento asociativo: si todos fuésemos conscientes de lo importante y lo limitado que es el dinero público, nos lo pensaríamos más a la hora de organizar actividades, echaríamos más cuentas, acudiríamos al Ayuntamiento sólo cuando tuviéramos algo realmente excepcional e interesante para una mayoría y que no pudiéramos sufragar de otra manera. Pero aquí se ha optado por la comodidad más cómoda: las asociaciones y colectivos ubetenses son cada vez menos grupos de ciudadanos unidos por intereses –o aficiones o devociones– comunes y juegan cada vez más a ser grupos de presión (o se me da lo que pido o pido el voto para otro). Es triste: pero vamos caminando hacia esa situación a pasos agigantados.

Y si no llega la ola de civismo a las asociaciones y asociados, esperamos que llegue la ola de cordura, seriedad y responsabilidad a los dirigentes municipales. Mientras tanto, sigue habiendo colectivos que realizan empresas ejemplares de hondo calado, que realizan sus actividades con absoluta independencia, sin recurrir nadie y mucho menos sin el facilón recurso de la ayuda municipal. ¿No se lo creen? Pues ahí tienen el ejemplo de Maranatha, asociación que durante más de veinte años ha dado ejemplo de responsabilidad, cultura y autosuficiencia. Y ahí tienen la revista “Ibiut”, ejemplo soberbio de independencia y dignidad cultural que nunca ha tenido que poner en ningún aprieto a ningún concejal para subsistir. Si “Ibiut” resiste es porque le interesa a la gente que la sostiene: otras actividades sólo se sostienen por la ayuda municipal, sin la cual las veríamos desmoronarse porque no le interesan a nadie. O no le interesan realmente: al que le interesa algo pago por ello, pero aquí nos hemos acostumbrado a que nos interesen las cosas, pero de gratis total o demasiado baratas. ¡Cuánta razón lleva don Joaquín!

martes, 26 de junio de 2007

TRES PÁJAROS DE UN TIRO



Una buena noticia: podremos ver a Serrat y Sabina en Úbeda el próximo 15 de septiembre. Algunos íbamos a ir a verlos a Jaén, pero ahora no hace falta ni desplazarse y ese día puede ser uno de los que no se olvidan. No es ya el éxito que supone contar con un concierto como este, que es sin duda el concierto del año después de los “pinchazos” que están cosechando las supuestas estrellas de la temporada (Bisbal y Alejandro Sanz). Es mucho más que eso.

De entrada, es la oportunidad nueva –¿la última?– de escuchar en un concierto canciones que conforman lo mejor de la herencia musical y poética de la segunda mitad del siglo XX español: Mediterráneo, Lucía, Esta boca es mía...

Y luego una maldad. Una pequeña maldad: lo mejor de cuando Joaquín Sabina viene a Úbeda no es poder ir a su concierto, sino comprobar como se le revuelven las tripas a los archiubetenses, a los ubetenses “bienpensantes”, a los ubetenses políticamente correctos para los que sólo se entiende el ser ubetense desde la comunión con un ubetensismo rancio y sin fisuras. Son esos los que ya mismo estarán diciendo por bares y plazas que hay que ver, que si se trae a Úbeda al que reniega de Úbeda, que si viene a llevarse el dinero, que si dijo de Úbeda esto o aquello o lo de más allá... Y es que Joaquín Sabina, el ubetense pródigo, tiene la extraña virtud de remover como ningún otro hijo de esta ciudad las entrañas más profundas de su pueblo. No está mal, no, que algunas veces a algunos se les revuelvan las tripas del ubetensismo.

Conste que me siento ubetense. No a la manera de Sabina, pero tampoco al modo de los que mean agua de la Mandrona. Ubetense que a veces se siente cómodo en esta ciudad y que a veces se asfixia en ella, que a veces desearía huir lejos de las murallas y los olivares y que a veces desearía detenerse en un amanecer de Viernes Santo.

Termino recuperando un retazo de un artículo que escribí hace unos años para el Úbeda Información, relativo al odio de determinados sectores de la ciudad contra Joaquín Sabina.

Las fuerzas vivas de Úbeda han arremetido desde siempre contra Joaquín Sabina poniendo en su boca cosas que han creído oír, endosándole actitudes y comportamientos que han querido que haga para poder crucificarlo. Excomulgado por lo más rancio de Úbeda, Joaquín Sabina ha comprobado lo difícil que es hacerse un hueco en esta ciudad cuando no se digieren ruedas de molino. El caso de Muñoz Molina es totalmente diferente y sorprende por su rareza: en pocos textos se habrá atacado tanto, y tan duramente, a la configuración social de Úbeda, a las clases dominantes y vencedoras en la guerra, al clasismo local, la monotonía de una ciudad gris, como en algunas novelas de Muñoz Molina; y sin embargo, se le ha venerado tan sólo porque hablaba de Úbeda. A las fuerzas vivas locales no les ha importado verse malparadas y ridiculizadas por las palabras de Muñoz Molina (eso suponiendo que hayan llegado a entender el mensaje de novelas como “El Jinete Polaco”) con tal de que se hable de ellas. Y así, no han protestado, ni mucho ni poco, cuando se le han rendido los máximos honores al novelista.

Ea, que a algunos lo que les gusta es que se hable de ellos –aunque sea para ridiculizarlos o criticarlos–; y el que lo haga será un héroe. Así Muñoz Molina. Como Sabina nunca le canta a Úbeda es un villano. Así son las cosas en este pueblo nuestro que el 15 de septiembre matará tres pájaros de un tiro: verá a Serrat, verá a Sabina, le dará un disgusto a los que tienen avinagrado el sentirse ubetenses. No está mal, pero que nada mal.

lunes, 18 de junio de 2007

LA VUELTA DE JOSÉ TOMÁS Y UNA REFLEXIÓN FUTBOLERA




Pues sí, volvió José Tomás y con él volvió el toreo. El de verdad, el que se entrega y enlaza la muerte en los vuelos de la muleta mientras la carne se ofrece generosa a las puntas afiladas del toro. El toreo con sabor antiguo, el que hizo arte de la barbarie y convirtió la sangre en pincelada roja de versos emocionados. Ayer volvió José Tomás: eso resume la historia del toreo de los últimos años y pone en su sitio, definitivamente, a los toreros del Tomate (jesulines, cordobeses, enriqueponces, riverasordoñez...) y a los fandis. Para el mundo de los toros no hay otra noticia como esta en los últimos años: sólo queda desear que José Tomás, Talavante, Castella y El Cid forman un cuarteto redentor que eche a escobazos a la legión de toreros de charanga y pandereta.

Ayer José Tomás volvió a demostrar que la fiesta es algo esencialmente serio, trágico. Es cierto que hace falta entender ese sentido último de la muerte toreada y esperar pacientemente a que, de cuando en cuando, salga un José Tomás que redima la estafa masiva en que los toros se han convertido en los últimos años. Pero cuando aparece alguien como el torero madrileño los toros recuperan, en un torrente artístico de emociones, toda su grandiosidad. Porque la fiesta del toro no es una carnicería: o no es una carnicería gratuita. De ahí su sentido definitivo, su aspiración de tragedia, la atracción que siempre han ejercido sobre los artistas de la palabra o del pincel.

Goya, Elbo, Lorca, Picasso, Hemingway, Welles, Miguel Hernández... son sólo una muestra de la larga nómina de artistas de primer orden que han sentido la fiesta del toro en toda su dimensión, sumergiéndose en las emociones que palpitan cuando un hombre se queda sólo frente a la muerte vestida de pitones. Ahora los antitaurinos se empeñan en ver sólo el lado sangriento de la fiesta: seguramente no han leído nunca los versos que García Lorca dedicó a la muerte de Ignacio Sánchez Megías y que resumen lo más claro y profundo y trágico del mundo de los toros. Hay sangre en la fiesta, y hay dolor, y hay sufrimiento: es inútil negar esa evidencia. Pero hay también grandeza y hay oportunidad y bravura y entrega y generosidad. Y sobre todo está el fogonazo de un arte fugaz –el pasodoble perfecto que hace temblar la piel en los tendidos– en que la vida lucha por imponerse a los cánones de la muerte, esa certeza. Torear es conseguir pequeñas victorias de la vida sobre la muerte: la vocación de eternidad es lo que hace del toreo un arte, porque el arte es anhelo de perdurar cuando todo acaba.

Pues eso, que la vuelta de José Tomás en Barcelona –que se jodan los de ERC– lleva a los ruedos un torrente de arte y emociones, de las que tan falto está el toreo. Y lleva, otra vez, a los intelectuales a las plazas: los cantautores, los poetas, los novelistas... Tan grande es lo que hace José Tomás, tan inmensa la esperanza que ha abierto en la afición cansada de ir a las plazas para comprobar como, una vez tras otra, era estafada con el permiso de la autoridad cada vez que el tiempo lo permite. Lástima que ayer no pudiésemos ver la corrida de Barcelona por la televisión: todas las cadenas andaban más o menos afanadas en el final de la liga de fútbol.

Cosa curiosa: los toros se consideran el no va más de la representación de un país bárbaro, pero los aficionados celebramos la vuelta de José Tomás con serena emoción, sin cohetes, sin necesidad de que ningún ayuntamiento tuviera que proteger ninguna estatua de nuestra barbarie, sin que la policía tenga que demostrar sus mejores artes de lucha contra bárbaros, sin mearnos en fuente alguna. Sin embargo, el fútbol (ese civilizado invento del país más civilizado del mundo) fue una vez más una excusa perfecta para que la estupidez colectiva se desatase hasta límites desconocidos que en muchos casos degeneró en barbarie y acabó con unas cuentas decenas de tontos hospitalizados en Madrid.

Conste que no soy de ningún equipo y que siempre quiero que pierdan todos, cosa imposible pero no por ello menos deseable. Conste que prefiero siempre que gane un equipo extranjero a uno de los que dicen representar a mi país –España– incluyendo la selección (por pura salud mental: cuantos menos equipos españoles haya dando patadas a un balón por ahí afuera, menos hay que aguantar los repugnantes gritos de los chicos futboleros de la radio y la empanada futbolera en la tele). Pero conste también que de todas las desgracias que futbolísticamente pueden sucedernos a los españolitos de a pie a los que no nos gusta el fútbol la peor de las peores, la mayor de las plagas, la más incomensurable de las desgracias, con diferencia abismal, es que el Real Madrid gane algo: entonces, la hecatombe se cierne sobre nosotros y la estupidez aplasta cualquier atisbo de inteligencia y los caballos tienen que cargar en el Paseo de Recoletos contra cientos de imbéciles. No han valido nuestros rezos para que ganase la liga cualquier otro equipo: el Madrid ha ganado, nos esperan unos días terribles de noticias madridistas... Noches como la de anoche –con cohetes en Úbeda para celebrar que gana un equipo que representa a los madrileños: ¿?– demuestran que pudiera ser cierto eso de que no todos los de Real Madrid son tontos pero que todos los tontos son del Real Madrid. Lo cual no quiere decir que no haya tontos de primera división en todos los otros equipos.

En fin, que el Señor nos coja confesados ante la victoria de los millonarios del Madrid y que nos permita estar en una plaza el día que José Tomás vuelva a hacer vibrar los corazones. La desgracia que anoche culmino el Real Madrid ya no tiene remedio: pero nos consuela pensar que aún está intacta la esperanza trágica que ha traído José Tomás.

lunes, 11 de junio de 2007

DE JUAN PASQUAU PARA LOS POLÍTICOS QUE VIENEN

Releía en la tranquilidad de la tarde a Juan Pasquau, que es siempre un buen guía a más de un sedante para el alma. Y en un artículo del 28 de diciembre de 1978 (Pensamiento y política) encontraba una reflexión que puede ser válida para los políticos ubetenses que tomarán posesión de sus cargos el sábado que viene. Por eso creo que puede ser intersante transcribirla aquí, al menos la parte más significativa. (Las negritas que aparecen en el texto son todas mías).

"Precisamente lo que ahora se pide al político con imaginación es todo eso y nada menos que eso: agilidad, intensidad y valentía. Ya el político no es el hombre llamado simplemente a administrar. La época exige imaginación al hombre de gobierno. Y con ella mucha inteligencia en función densa de pensamiento. Y, sin embargo, el político no puede reducirse a intelectual. Quizá su misión no es quedarse en el plano elevado de las ideas. Se ve forzado a traerlas, a traccionarlas. (...) Posibilitar, hacer viables las ideas de justicia, lealtad, orden, libertad, en un mundo y entre unas gentes que prácticamente se resisten a estos fecundos postulados, es tarea erizada de obstáculos, ingrata. Hay que dar efectividad a ras del suelo a lo que se cierne en las altas regiones."

LA CAMPANA DE LA TORRE DEL RELOJ


Hay recuerdos de la niñez que tengo grabados muy hondo. Entre ellos está el sonido grave, hondo, de la campana del reloj en la mañana del Corpus, en el amanecer de septiembre en que se va la Virgen de Guadalupe. Recuerdo que, en una hora indeterminada de la noche o del amanecer de junio recién bañado de amarillo, el aire de la casa grande y vieja de la calle Don Juan se llenaba con el bronce que llegaba desde la torre del reloj. Y de pronto, un día, los que nos hemos criado en las calles del barrio de San Isidoro dejamos de oír el sonido límpido de la campana, la única campana de la ciudad que ha resistido guerras, revoluciones, la única que nunca ha sido arrojada por los ojos del campanario para acabar fundida, la campana vieja que avisaba de invasiones, incendios, victorias, muertes o coronaciones reales, llegadas de la Patrona en épocas de calamidad... La campana municipal que tanto prestigio alcanzó, dando lugar a que en varias ocasiones la ciudad tuviera que prohibir que se tocara sin permiso expreso del Ayuntamiento, pues todo quisqui –parroquias, conventos y particulares– habían tomado como costumbre que se tocara para ensalzar sus motivos particulares. La campana que un día dejó de sonar a campana para sonar a lata aporreada.

De 1574 data esta campana que pesa 123 arrobas y 14 libras, o sea, 1.421 kilos y 680 gramos. Ahora, tras cuatrocientos treinta y tres años de servicio la campana suena a cascada: más parece un cencerro de latón viejo que la campana gloriosa que avisó de la victoria sobre los franceses. Con eso sonido sería mejor que dejara de sonar en las horas de cada día y en las horas solemnes del año. Oírla así, chirriante y agonizante, como si el bronce estuviera rajado, causa una infinita tristeza.

La campana municipal es parte importante de nuestro patrimonio: su sonido resumía todos los sonidos de nuestra historia. Se merece otro trato, otro cuidado: que la nueva corporación la revise y la arregle si tiene arreglo. Si no es así, que la jubilen gloriosamente y la sitúen en lugar de privilegio –méritos sobrados acumula para ello– y que en su lugar ponga una campana nueva, joven, para el bronce anuncie a los próximos siglos las horas importantes de Úbeda. Que los nuevos responsables municipales no tengan en el olvido a la campana del reloj, porque ella también es parte de la Úbeda que en 2003 se declaró Patrimonio de la Humanidad. Porque ella fue la primera campana que en la tarde azul del jueves 3 de julio de 2003 anunció a la ciudad la buena nueva.

viernes, 8 de junio de 2007

DE UN ARTÍCULO DE JAVIER MARÍAS

Echándole de nuevo un ojo al artículo de Javier Marías en el dominical de El País (deberían ser de lectura obligatoria estos artículos de Marías), encontramos este párrafo magnífico que nos pasó desapercibido el domingo mientras leíamos la revista en una taberna de Sevilla:

"Uno se pregunta con qué cuajo los dirigentes políticos que se reclaman católicos mienten un día y otro a sabiendas, no ya de que está "mal" hacerlo, sino de que se lo prohíbe la religión que profesan y a la que a menudo defienden con esas mismas falacias. O con qué aplomo hay "paladines de la democracia" que miran con complacencia dictaduras viejas como la de Cuba o pre-dictaduras nuevas como la de Venezuela. O "izquierdistas" que justifican la esclavitud a la que están sometidas gran parte de las mujeres islámicas aduciendo que se trata tan sólo de "civilizaciones distintas" y que hay que respetar el "multiculturalismo". O cómo tantas personas que se tienen por "rectas" apoyan a mentirosos notorios y sin escrúpulos como Bush y Cheney y sus adláteres europeos, y sostienen que Guantánamo es un balneario. O cómo todavía hay decenas de millares de vascos que siguen viendo a ETA como a una organización de gente sacrificada y mártir a la que no le ha quedado más remedio que extorsionar, amedrentar, secuestrar, asesinar a periodistas, concejales de pueblo, trabajadores inmigrantes y meros transeúntes, todos "opresores" de la tierra más próspera y privilegiada de España. Pese a todo el acostumbramiento, y al escaldamiento, hay días ingenuos o tontos en los que todo resulta extraño."

jueves, 7 de junio de 2007

LA HORA DE LOS GENEROSOS

Cuando han transcurrido casi dos semanas desde las elecciones municipales, el futuro parece a punto de estrenarse. Un futuro que –así lo quisieron los ubetenses– estará dirigido por Marcelino Sánchez y los socialistas de Úbeda. Un futuro que tiene que guiarse por el principio básico de la generosidad.

Vivimos en un país acostumbrado a apuñalar en cuanto alguien vuelve la espalda, un país en que se valora poco el trabajo y en el que se impide toda justificación razonable –aquí sólo sirven las justificaciones vergonzosas de actos vergonzantes–. Rápidamente se condena en España. Y sin embargo el momento político general y el ubetense exige del don de la generosidad.

Generosidad en el trabajo que se realiza desde la política: la política, con sus cañerías y sus atajos inevitables, es un trabajo hermoso si es un trabajo por los demás. Si se realiza pensando en eso que más o menos etéreamente podríamos denominar el “bien común”. Trabajar para conseguir mejores calles, o más guarderías, o más viviendas de protección oficial... pero también trabajar para hacer más ciudadanía que es hacer más compromiso de todos con lo que es de todos. Es ahí donde realmente nos la jugamos esta vez: o todos los ubetenses empujamos en la misma dirección y en ese carro común echamos nuestras discrepancias y nuestras diferencias (para encontrar durante el viaje la posibilidad de acercarnos y encontrarnos) o habremos perdido la última oportunidad que el futuro nos ofrece.

Generosidad también con el adversario político. El futuro Alcalde ha dicho que quiere que el suyo sea un gobierno de manos abiertas, tendidas, hacia los otros partidos. Estoy absolutamente convencido de las bondades que traería para la ciudad contar con un gobierno en el que, bajo el lógico impulso de los socialistas, colaborasen las otras fuerzas políticas. Sin pactos ni acuerdos que luego se convierten en chantajes del pequeño para el grande (soy un firme convencido de las virtudes de un sistema político que garantice gobiernos fuertes: de mayoría absoluta), sin imposiciones de nadie para con nadie. Un gobierno plural, dinámico, generoso. Alguien pensará que esto es una quimera, un sueño de idiotas. Pero en nuestra propia historia como ciudad está el ejemplo contrario: siendo Alcalde José Gámez –extraordinario alcalde al que la ciudad no le ha hecho justicia– y teniendo en 1979 el PSOE mayoría absoluta, concejales del PCE y de la UCD tuvieron responsabilidades de gobierno: la ilusión estaba entonces intacta... también el sentido de la generosidad. Esto mismo ocurrió en 1983 con Arsenio Moreno, cuando el PSOE tuvo una mayoría aplastante. ¿Tan difícil sería ahora tender la mano a personas realmente excepcionales como Ramón Martínez?

El pasado ofrece muchas veces lecciones ejemplares: ahí las tenemos, en la historia de nuestros primeros pasos democráticos, para con ellas aprendidas construir la hoja de ruta de los próximos años para nuestra ciudad. Generosidad, pues, para abrir las manos. Pero generosidad también –ojo– para no ofrecer puños y saber abrazar la mano que se tiende.

Por último, habría que tener la generosidad de reconocer todo aquello que el adversario ha hecho bien en este mandato que ahora acaba. Creo que Juan Pizarro ha sido un Alcalde notable al que otros le han perdido las elecciones. La derrota, que no puede obviar las cosas que ha hecho bien, tiene que servir para aprender de las que se han hecho mal.

Ha habido hombres extraordinarios en el Grupo Popular de Úbeda, hombres que dejan tras de sí un trabajo amplio, eficaz, ejemplar y por ejemplar digno de ser continuado. Por cercanía puedo hablar del trabajo realizado por Antonio Jimena en Cultura y Fiestas: no en vano ha sido el área más valorada en todas las encuestas hechas por todos los partidos. (Antonio ha hecho un buen trabajo y quienes impidieron que fuese en las listas electorales de su partido tendrán que responder de su torpeza.) Por lo tanto, que lo nuevos gobernantes sepan ser generosos en la conservación de lo construido hasta ahora: que escuchen el clamor de las cosas bien hechas y que las engrandezcan y que no duden en comenzar de nuevo en los déficit que deja siempre una acción de gobierno. Sobre todo que comiencen a escuchar, con el convencimiento de que escuchar es el primer requisito de la generosidad.

Ojalá podamos ganar el futuro. Desde la generosidad, que es desde donde se conquista un futuro de amplias alamedas.